“Poned amor en las pequeñas actividades de la jornada”

Enseñar a un hijo a cerrar bien una puerta es acercarle a Dios. Así lo cree Vickie Amulega, de Nairobi (Kenia), a quien el espíritu del Opus Dei le ha ayudado a comprender que en los pequeños detalles domésticos es donde debe encontrar a Dios. Es uno de los testimonios del nuevo folleto editado por la Oficina de información de la Obra titulado ‘La alegría de los hijos de Dios’.

Vickie Amulega (Kenia).

Vickie Amulega, de Nairobi (Kenia) es madre de cinco hijos. Tiene dos trabajos a tiempo completo: profesora/tutora de un colegio y ama de casa.

“Son las 6.35 de la tarde. De regreso a casa pienso en lo que debo escribir. Llego a la puerta y mientras hurgo en el bolso para buscar la llave, caigo en la cuenta de que la colada todavía está tendida...

Entro en casa anhelando acostarme un ratito. Estoy recuperándome de una enfermedad vírica y aún me siento débil. Los niños están haciendo los deberes. Llamo: “¡Hola! Álvaro, por favor cierra la ventana”. Dejo el bolso encima de la cama y llevo a la cocina las verduras que acabo de comprar. Inmediatamente me lavo las manos y empiezo a preparar la cena. “¿A quién le toca bañarse?”

“¡A mí!”, dice Joe.

“Álvaro, ¿te has bañado? ¡Caray! ¡Qué desastre de mesa! ¡Límpiala! Gloria, corre las cortinas”.

“Mamá”, dice Lisa, “el profesor nos ha dado un trabajo de kiswahili para que lo leamos a nuestros padres”. “Bien”, contesto. “Guárdalo, ya se lo leerás a papá”.

No siempre es fácil llevar una familia, pero ponerme en contacto con el espíritu del Opus Dei me ha dado un punto de referencia para saber qué hacer en cada momento. ¿Qué dice san Josemaría sobre esto? Un hijo da un portazo. Lo hago volver: “Abre la puerta y ciérrala con cuidado y di Jesús, te quiero”. O se hace daño y le digo: “Ofrece esto a Jesús por...” Eso no es algo mío...: ¡lo he copiado del fundador del Opus Dei! Poned amor en las pequeñas actividades de la jornada, decía, y nos animaba a descubrir ese algo divino que en los detalles se encierra.

Finalmente la cena está lista, los niños comen y rezan el Rosario. Entonces decido revisar el uniforme de los chicos para el día siguiente. El pantalón corto de Joe está lleno de desgarrones. Lo pongo aparte para zurcirlo —el montón crece—... y pienso que algo tan trivial como buscar el hilo de color exacto para zurcir un desgarrón puede ser importante. Y otros tantos detalles: estoy a punto de tirar un papel y recuerdo que el reverso en blanco se podría utilizar como borrador..., y ahí descubro lo que es la pobreza cristiana. La lista es interminable.

Mi primer encuentro con san Josemaría fue a través de una película. Me impresionó su alegría, su gran bondad, el sentido del humor... Han sido sus palabras y enseñanzas, su modo de vida, las que han configurado todo mi ser y es de esperar que también el de mi familia y el de muchas personas más”.