10. LO QUE YO BUSCABA

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Yo conocí el Opus Dei a través de lo que me iba contando Manuel -recuerda Manolita- que se había puesto en contacto poco tiempo antes con don Emilio Navarro".

"Todo sucedió de una forma muy sencilla. Una noche estábamos cenando con un matrimonio amigo nuestro -recuerda Manuel Grases- cuando empezamos a hablar del Opus Dei. Yo seguía pensando que los casados no podían formar parte de la Obra, pero lo que me contaron me interesó mucho; tanto que les pregunté quien me podía informar de todo aquello. Me dieron una dirección en la calle Atenas. Allí me recibió un sacerdote: era don Emilio Navarro, aquel que yo veía subir y bajar, por delante de la torre de Vallvidrera... Le conté mis inquietudes espirituales y me invitó a participar en un curso de retiro en Vilafranca del Penedés. Entonces no existía todavía Castelldaura, que se puso pocos años más tarde".

"En aquel momento -cuenta don Emilio- se estaba muy en los comienzos de la labor con hombres casados, y algunos no entendían esta enseñanza constante del Fundador del Opus Dei: que el matrimonio es una vocación divina y un camino de santidad. Manuel Grases sin embargo lo entendió muy bien y pidió la admisión como Supernumerario del Opus Dei muy pronto, el 1 octubre de 1952, la víspera del aniversario de la fundación de la Obra".

"Aquello era lo que yo venía buscando desde hacía tantos años -cuenta Manuel Grases-. En la Obra me recordaron que el amor humano y los deberes conyugales eran parte de mi vocación cristiana; que el matrimonio es un camino divino en la tierra; que mi primer apostolado debía ser mi propio hogar, formando un hogar 'luminoso y alegre', junto con mi mujer y mis hijos; y que había sido llamado por Dios desde toda la eternidad para llegar al amor divino a través del amor humano...."

"Era un panorama maravilloso: ¡lo que había esperado desde siempre! Y me enseñaron también que tenía una misión concreta que realizar como padre de familia: llevar a mis hijos al Cielo, a la santidad...

Me presentaron a Alfonso Balcells: era un médico catalán, animoso y decidido, que nos daba una charla de carácter espiritual con algunos padres de familia en mi propia casa, a la que acudían otros miembros del Opus Dei y sus amigos.

A veces nos daba esa charla Juan Jiménez Vargas, un catedrático de la Facultad de Medicina de Barcelona. Tanto Alfonso como Juan nos hablaban de oración, de santificarnos en nuestro trabajo, de apostolado, de querer a nuestra mujer de verdad -de 'enamorarnos hasta de sus defectos cuando no son ofensa a Dios', como enseñaba el Fundador- de volcarnos en la educación de nuestros hijos... Y cuando terminaba la charla y se iban todos los asistentes, yo le contaba todo lo que nos habían dicho a Manolita y ella se entusiasmaba".

"Al oír lo que me iba contando Manuel -comenta Manolita-, decidí ponerme en contacto con algunas mujeres del Opus Dei. Una de las primeras que conocí fue Digna Margarit (...). También conocí a Montse Amat en febrero de 1953. Hablé con un sacerdote del Opus Dei, don Emilio Navarro. Me invitaron a un retiro espiritual y fui, porque como ya he dicho, yo tenía costumbre de ir todos los años... Pero aquel fue distinto: me sorprendió gratamente el tono positivo, optimista, sobrenatural con el que se enfocaban los temas espirituales. Los sacerdotes, por ejemplo, cuando nos hablaban en las meditaciones de temas trascendentes, de alguna virtud de la vida cristiana o de algún sacramento, los relacionaban siempre con la vida diaria, con la de todos los días. Eso me gustó mucho.

Nos hablaban de ser santas en la vida diaria. Debíamos santificarnos -nos decían- en nuestro propio hogar, con nuestros hijos, en el lugar en el que Dios nos había puesto...

Me sucedió igual que a Manuel: inmediatamente pensé: ¡esto es lo que yo buscaba!

Vi cómo el Opus Dei me presentaba la santidad en la vida cristiana como algo asequible, como un ideal que podemos alcanzar todos, jóvenes y viejos, laicos y sacerdotes, solteros y casados; comprendí que era el lugar donde Dios me llamaba y... me decidí".

Han aparecido ya, a lo largo de este libro, la práctica totalidad de las personas que influyeron en la vida de Montse Grases.

En primer término, hay que situar por razones obvias, y en un lugar especialísimo, a sus padres y al Beato Josemaría Escrivá de Balaguer.

En un segundo lugar se sitúan aquellas personas que tuvieron sobre ella una influencia profunda, aunque menos directa, como sus hermanos, especialmente Enrique, el mayor; o personas como María Ignacia García Escobar, Carmen Escrivá o Isidoro Zorzano -cuya Causa de Beatificación ya había iniciado la Iglesia en 1948- a las que no llegó a conocer, pero que, como veremos más tarde, influyeron, de un modo u otro, decisivamente en su vida. También se pueden incluir aquí a aquellos primeros miembros de la Obra, como Juan Jiménez Vargas, Alfonso Balcells o Digna Margarit, que dieron a conocer a sus padres el espíritu del Opus Dei; y a Encarnita Ortega que, con el tiempo, trataría personalmente a Montse.

Encarnita vivía durante aquellos años en Roma y colaboraba con el Fundador en el gobierno de la labor del Opus Dei con mujeres. Y veía cómo se iban haciendo realidad aquellos sueños de los que don Josemaría les hablaba años atrás en aquel pequeño centro de la calle Jorge Manrique. La labor del Opus Dei se iba extendiendo, sin prisa y sin pausa, por los cinco continentes: ya se había comenzado en Italia, Portugal, Inglaterra, Irlanda, Francia, Méjico, Estados Unidos, Chile, Argentina, Colombia, Venezuela, Alemania, Guatemala, Perú, Ecuador...

En un tercer lugar hay que citar, lógicamente, a las mujeres, en su mayoría jóvenes, que encontraría en Llar, que le transmitieron el espíritu del Opus Dei, haciéndose eco de las enseñanzas del Fundador; especialmente la Directora de aquel Centro, Lía Vila.

La existencia de aquella adolescente de trece años que se iba a encontrar con el Opus Dei por vez primera, no se puede contemplar aislada de la vida de todas estas personas. Tendría con cada una de ellas relaciones muy diversas, y sus vidas, a partir de entonces, iban a entrelazarse entre sí de una forma sorprendente.