“Madre en la puerta hay un niño”, un villancico que gustaba a san Josemaría

Ofrecemos la letra de este villancico popular y, a continuación, una explicación de su historia y de su relación con san Josemaría.

1. Madre, en la puerta hay un Niño,
más hermoso que el sol bello,
diciendo que tiene frío,
porque viene casi en cueros.
Pues dile que entre y se calentará,
porque en esta tierra ya no hay caridad
porque en esta tierra ya no hay caridad.

2. Entró el Niño y se sentó,
y mientras se calentaba,
le preguntó la patrona,
¿de qué tierra y de qué patria?
Mi Padre es del Cielo, mi Madre también,
Yo bajé a la tierra para padecer,
Yo bajé a la tierra para padecer.

3. Hazle la cama a este Niño,
en la alcoba y con primor.
No me la haga usted, señora,
que mi cama es un rincón.
Mi Padre es del Cielo, mi Madre también,
Yo bajé a la tierra para padecer,
Yo bajé a la tierra para padecer.


Las antiguas canciones populares solían nacer en un lugar y extenderse luego a otros, perdiendo en el proceso algunos elementos y adquiriendo, a cambio, otros. Un pastor que recorría los valles con su rebaño, un mercante que iba de ciudad en ciudad, podía cantar aquí y allá una canción de su patria que, lejos de ella, era después reconstruida de memoria por otros, con olvidos, añadidos y alteraciones que, voluntaria o involuntariamente, le daban una nueva vida y un nuevo sentido.

En 1930, un musicólogo alemán naturalizado estadounidense, Kurt Schindler, viajó a España y Portugal con un fonógrafo en busca de vestigios de la tradición folclórica peninsular. Recogió y después publicó, con letra y partitura, casi un millar de piezas que le fueron cantando en distintas provincias los lugareños. En la provincia de Soria, donde más tiempo estuvo, registró, además de otras 317 canciones, 42 villancicos, y cinco de ellos son variantes de uno que, en tierras de Aragón, pocos años antes también podría haber cantado la madre de san Josemaría, Dolores Albás: Madre en la puerta hay un niño.

Varias regiones se disputan la paternidad de ese villancico. En la colección de la antigua Coral Hilarión Eslava, de Madrid, hay partituras de Madre en la puerta hay un niño de Castilla León, Andalucía y Galicia, en cada caso con su propia versión. Y también en Aragón están documentadas versiones autóctonas. Hoy en día cantan ese villancico artistas andaluces como Rosa López o el grupo Raya Real, que lo presenta como “villancico flamenco”, pero también en su forma popular castellana, más sobria, lo interpretan, entre otros, losHermanos Galindo.

El texto estándar del villancico consta de tres estrofas de ocho versos cada una, con repetición de los dos últimos. La primera es: Madre en la puerta hay un niño / Más hermoso que el sol bello, / Diciendo que tiene frío / Porque viene casi en cueros. / Pues dile que entre / Y se calentará, / Porque en esta tierra / Ya no hay caridad.

La segunda reza: Entró el Niño y se sentó, / Y mientras se calentaba / Le preguntó la patrona / ¿De qué tierra y de qué patria? /Mi Padre es del Cielo, / Mi Madre también, /Yo bajé a la tierra /Para padecer.

Y la tercera: Hazle la cama a este Niño / En la alcoba y con primor. / No me la haga usted señora, / Que mi cama es un rincón. / Mi Padre es del Cielo, /Mi Madre también, / Yo bajé a la tierra / Para padecer.

Es muy frecuente, en la tercera estrofa, la variante Mi cama es el suelo / Desde que nací / Y hasta que me muera / Ha de ser así, en vez de Mi Padre es del Cielo…, que es mera repetición de la segunda parte de la estrofa anterior.

La combinación de octosílabos y hexasílabos es típica de este género musical, aunque normalmente los hexasílabos son invariables, en función de estribillo. La misma pauta métrica de Madre en la puerta hay un niño se observa en muchos otros villancicos populares: San José al Niño Jesús, La Marimorena… Por su letra y por su música, sin embargo, Madre en la puerta hay un niño tiene carácter propio.

Por la suavidad de su melodía, ha sido considerado a veces no solo un villancico sino una canción de cuna. Resulta casi intuitivo pensar que la madre de san Josemaría, cuando se lo cantaba a su hijo, a la vez lo estaba acunando. “Cuando yo tenía unos tres años”, decía él en una ocasión, en 1957, “mi madre me cantaba esta canción, me tomaba en sus brazos, y yo me adormecía muy a gusto”[1].

En cuanto a la letra, la presencia del Niño Jesús solo a la puerta de una casa (la “madre” del título del villancico no es la Virgen Maria) lo ha convertido, en la interpretación de algunos, en una suerte de “Romance del Niño perdido”. Así, por ejemplo, una variante de la que Kurt Schindler encontró rastro en Fuentepinilla (Soria, Castilla León) contiene estrofas como la siguiente: El niño ha entrado en el Templo / Con los sabios de la Ley, / Entra y discute con ellos; / Todos se admiran de él. / ¿De dónde ha venido / Su sabiduría? / Este es un prodigio / Que Dios nos envía. Y un poco después: La Virgen y San José / Para el templo se encaminan / Y entrando en él encontraron/ Aquella estrella divina. / Niño perdidito, / Dadnos el consuelo / De verte y hallarte / Todos en el Cielo. Hay también versiones más dramáticas, como la de Andorra(Teruel, Aragón), una localidad famosa por su impresionante celebración de la Semana Santa: en esta versión, el Niño al despedirse no se dirige al Templo de Jerusalén, sino al Gólgota (Voy para el calvario / donde está mi cruz).

Para san Josemaría, sin embargo, ese Niño casi desnudo es, sin duda, el que nace en Belén; y la puerta a la que llama, la puerta del corazón de cada hombre y de cada mujer. “Dios se humilla para que podamos acercarnos a Él”, leemos en su homilía de Navidad, “para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que nuestra libertad se rinda no solo ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su humildad”, porque “Jesús sigue buscando ahora posada en nuestro corazón. Hemos de pedirle perdón por nuestra ceguera personal, por nuestra ingratitud. Hemos de pedirle la gracia de no cerrarle nunca más la puerta de nuestras almas”[2].

[1] Andrés Vázquez de Prada, El fundador del Opus Dei, I, Madrid 1997, p. 32.

[2] Es Cristo que pasa, nn. 18-19.