El fundador del Opus Dei, San Josemaría, escribió muchas cosas a lo largo de su vida: libros, cartas, instrucciones, apuntes personales… Algunas de sus obras pudo publicarlas en vida, como Camino o Santo Rosario, pero la mayoría de ellas son inéditas y se conservan en el Archivo General de la Prelatura.
En el año 2001, el entonces prelado del Opus Dei, Javier Echevarría, puso en marcha el Istituto Storico San Josemaría Escrivá, que tiene sede en Roma y en Pamplona, para que un equipo de historiadores se hiciera cargo de esta documentación y fuera estudiándola y publicándola. Una parte importante de ese archivo son las cartas que el fundador escribió a los miembros del Opus Dei, pero que pueden tener interés para mucha más gente.
Las cuatro primeras se publicaron por primera vez hace pocos meses. Luis Cano es el editor de este volumen.
¿Cuál es el marco de este libro?
Este libro son cuatro cartas largas dirigidas a los miembros del Opus Dei de todos los tiempos. Son textos, en su mayoría, que se han venido usando bastante dentro del Opus Dei. Generalmente de modo parcial. Y hasta ahora, no se había procedido a una edición completa para el público en general y de modo crítico. Forman parte de un conjunto de cuarenta y tres cartas que todavía permanecen inéditas y que él ordenó poniéndoles unas fechas. Y hemos empezado por editar las cuatro primeras
¿Por qué no se habían publicado hasta ahora?
San Josemaría quería publicar estas cartas de manera definitiva. Al final de su vida estuvo revisándolas, hasta poco tiempo antes de morir, porque quería corregir algunas erratas. No logró hacerlo, no le dio tiempo y murió antes de terminar esa edición. Después se vio que lo mejor era esperar a tener un instrumento, un instituto, que pudiera realizar estas ediciones de manera crítica. Una edición crítica implica cotejar bien los manuscritos que hay, si hay alguna pequeña diversidad, etc. Esto llevó a la creación de este instituto, que comenzó haciendo este tipo de ediciones de libros que ya habían sido publicados y después, poco a poco, nos hemos ido metiendo con los inéditos. Lo primero fue definir qué personas podíamos ocuparnos de esta labor, la metodología que se iba a seguir, con qué empezar, etc.
Algunos insistían en que era mejor empezar publicando las meditaciones inéditas. De hecho, sacamos un libro hace unos años, Francesc Castells y yo, sobre meditaciones inéditas de san Josemaría. Otros veían que las cartas eran lo mejor y al final, efectivamente, nos metimos con las cartas. Las hemos estudiado a fondo. Ha sido una labor un poco lenta, pero ahora creo que estamos trabajando a buen ritmo y con las siguientes iremos más rápido aún.
Otra de las causas del retraso de su publicación fue que, durante bastante tiempo, se pensó que todo este material solamente interesaba a las personas Opus Dei. En parte es así pero, a mi juicio, son textos que pueden ser inspiradores para mucha gente, cristianos evidentemente, e incluso en algunas cosas a no cristianos.
El mismo Pablo VI, cuando falleció san Josemaría, le dijo a su sucesor que todos estos textos que se guardaban inéditos eran “un tesoro para la Iglesia”. Eso nos ha animado a presentarlos y a vencer el pequeño pudor que puede suponer publicar este contenido.
¿En qué ha consistido su labor como editor de este libro?
Pues ante todo ha sido revisar los manuscritos originales y algunas versiones impresas que había de cada carta, para estar seguros de ofrecer los textos exactamente como los quería san Josemaría. Trabajando en esto supimos que él los había corregido muchas veces, normalmente correcciones muy pequeñas, pero no las había unificado en un solo documento, sino que había varios. Hemos estado estudiándolos para conocer bien cuál era la última versión e incluso recuperar algunas cosas que había hasta una versión anterior, pero que él se había olvidado de añadir el fin. Es un poco lío, pero es la primera labor: cotejar bien todo para tener la seguridad de que ofrecemos el texto que él quería.
Después, hemos añadido una pequeña introducción a cada carta, notas breves donde me parecía que los lectores lo podían agradecer, sobre todo para aquellos lectores que no están familiarizados con san Josemaría. Se ha buscado también el origen de algunas citas que él menciona de memoria, de algunos dichos, así como las citas bíblicas, que hemos revisado muy a fondo (de Padres de la Iglesia, etc.). Después se ha hecho una introducción general sobre todo el conjunto de estas cartas, por parte de don José Luis Illanes, y otra en la que se explica toda esta historia de los manuscritos y del documento en sí.
Algunas personas pueden preguntarse por qué el fundador del Opus Dei escribía tanto y no sólo eso, también si todo lo que escribía tiene la misma importancia.
Él dice precisamente estas cartas “no os hacen falta”, no son necesarias. “Todo lo que es del Opus Dei, ya lo sabéis, lo hacéis bien”. Esto es un resumen, para que pueda servir dentro de un siglo, si alguien no lo ha conocido o no le ha oído. Son textos muy familiares, no es nada parecido a un tratado. Más bien es una conversación: que va cambiando de un tema a otro, cuenta un chascarrillo...
Cuando uno las lee es fácil imaginarse que tiene el fundador delante. Esa es la función que tienen, no es un “cumplir a rajatabla lo que digo aquí”, sino que él dice textualmente “esto es una conversación de familia”.
Entramos ya a hablar de esas cuatro cartas que acabáis de publicar. Por ejemplo, la primera, ¿en qué consiste?
La primera es un escrito relativamente breve, tiene diecinueve páginas en la edición crítica, en la que explica los rasgos esenciales para la vida cristiana hoy día. Por ejemplo, él empieza a la carta, empieza diciendo “el Señor tiene puesto los ojos y el corazón en la muchedumbre, en todas las gentes. Nosotros también, como Jesús, hemos de estar siempre de cara a la muchedumbre. Porque no hay criatura humana que no amemos, que no tratemos de ayudar y de comprender. Nos interesan todos”. Es decir, dice que Dios llama a los cristianos hoy, pero especialmente a los miembros del Opus Dei, a sus cooperadores y amigos y simpatizantes, a ocuparse de todo el mundo, a no tener una mentalidad de refugiarse en un gueto, de protegerse, de ir a una especie de hotel chic o a un club exclusivo, donde dedicarse a ser buenecitos y vivir seguros. Sino que dice que hay que salir al encuentro de una multitud que, hoy día, sobre todo en Occidente y especialmente la gente joven, se está alejando de Dios.
De hecho, insiste bastante en este mensaje: “En esto consiste el gran apostolado de la Obra: mostrar a esa multitud que nos espera cuál es la senda que lleva derecha hacia Dios”. Eso no significa adoctrinar a la gente o lavarle el cerebro. Él habla mucho de que es un servicio, el mejor que podemos prestar una persona que está a nuestro lado y a la que queremos.
Dice una frase que me parece muy significativa: “Comprender a todos para servir a todos”. Para poder servir hay que comprender y para comprender hay que escuchar. De esto hablará mucho en la cuarta carta. Como digo, esta primera carta resume todo su pensamiento, todo su espíritu, aunque sea tan breve. Luego estas cosas las desarrolla más.
Por ejemplo, en el número 22 dice esta frase: “Hemos de llenar de luz el mundo”. Lógicamente explicará después que no es convertir el mundo en la sacristía, sino llenarlo de luz. No de nuestra luz, que es bastante floja, sino de la que Cristo te da, que te permite advertir la realidad de las cosas y su belleza, su verdad. Eso significa iluminar todas las profesiones: el arte, el deporte, la música, las redes sociales, internet… Tú llevas una luz que de alguna manera transforma, lo hace más bonito.
Y, claro, para tener esa luz tienes que enchufar la batería. Él habla mucho de cómo nos cargamos, por decirlo así de manera metafórica, con el trato personal con Jesucristo. No con una idea o una ideología, sino con una Persona. Dice concretamente: “el Señor nos está hablando constantemente en mil detalles de cada día”.
En cambio el tema de la segunda carta es mucho más concreto, porque habla de la virtud de la humildad. ¿A qué crees que se debe?
En realidad todas las cartas no tienen sólo un tema, porque él no es un autor sistemático. Él mismo lo dice en la carta número 15: “mis cartas no son un tratado”. En esta carta mezcla muchas cosas, enlaza con otras virtudes, como la fidelidad, la capacidad de levantarse después de las caídas, la sencillez para pedir consejo y ayuda a una persona que nos quiere, cuando hay algo dentro de nosotros que nos oprime.
También habla mucho de los fracasos, las caídas, de los pecados que experimentamos cada día. Dice, por ejemplo, que “en nuestra pelea espiritual no faltarán fracasos. Pero, ante eso, ante nuestras equivocaciones, ante el error, debemos reaccionar inmediatamente haciendo un acto de contrición”. Es decir que, al constatar nuestra miseria, no sirve de nada meter la cabeza debajo del suelo como la avestruz o torturarse con sentimientos de culpa. Él dice: “se pide perdón a Dios y se recomienza”. Esto es gran parte del contenido de esta carta.
De ahí que también dice, por ejemplo, que “hay que ver el aspecto positivo de las cosas. Lo que parece más tremendo en la vida, no es tan negro, no es tan oscuro. Si puntualizáis, no llegaréis a conclusiones pesimistas”. Es una visión que nace de la confianza en Dios, no del pensamiento positivo. Es decir, uno es como un frasco de perfume de lujo, no, donde lleva algo que no es suyo y que es precioso. Cuando uno se siente vacío, pues lo que tiene que hacer es pedirle a Dios que lo llene, dicho así de manera sencilla, para darlo a los demás.
De esa manera, él explica que la humildad se convierte en “la condición necesaria para ser útiles para tener una vida fecunda”. De hecho, me parece que esta carta gira en torno al comentario de esa frase de San Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
La humildad es una virtud que sirve para estar unido a Jesús, para no perder esa conexión de la que hablaba antes. Por eso dice: “somos enamorados y vivimos de amor. Traemos puesto de continuo nuestro corazón en Jesucristo, Señor nuestro”. Ese es, como he dicho al principio, uno de esos leitmotiv que Escrivá repite. Es su modo de entender la vida cristiana, muy pegada a Jesucristo, de amistad profunda con Él, de sencillez con Él. Y ese saberse constantemente también, como decía, perdonados y comprendidos por Dios, amados por Dios. A pesar de nuestros fracasos y de lo mal que nos comportamos a veces. Habla continuamente de que habrás caído mil veces, pero Dios no te ama porque te hayas portado bien. Te ama porque eres su hijo o su hija y porque te quiere. No porque seas un genio y un santito, sino sólo por ser quien eres. Y eso te llena de ese amor que él dice que es el motor de todo, lo que te hace ser fiel a Dios y vivir la vida cristiana.
Alguna vez usted ha dicho que la tercera carta le parece tremendamente moderna, ¿ por qué?
Bueno, quizá era moderna también para mí, porque la conocía poco. La tercera carta es larga y muy rica de contenido y me ha sorprendido gratamente, al leerla en 2019, cuando empecé a trabajar en esto. Lo que plantea es qué debe hacer el cristiano en el mundo, cuál es su misión: ¿Debo imponer mi verdad a los demás porque es una verdad que salva? ¿Debo tomar una opción política concreta para apoyar ese programa? ¿Esos valores cristianos tienen que iluminar la vida pública o son una cosa privada?
Lo primero que hay que decir es que esta carta es un canto a la libertad y a la responsabilidad de los cristianos. Por ejemplo, dice: “venimos a santificar cualquier fatiga humana honesta, con trabajo ordinario, precisamente en el mundo, de manera laical y secular, en servicio de la Iglesia Santa, del Romano Pontífice y de todas las almas. Para lograrlo, hemos de defender la libertad”. Creo que esto una cosa bastante original.
Al mismo tiempo, también es una carta que hace un canto al trabajo. Por ejemplo, dice que “hemos de amar toda clase de trabajo humano, porque el trabajo es el medio para la santificación de las almas y para la gloria de Dios”. Asegura que en medio de ese trabajo honesto, toda mujer, todo hombre puede escuchar esa llamada de Cristo, esa llamada personal, “que comunica al trabajo un sentido de misión que ennoblece y da valor a nuestra existencia. Porque Jesús se mete en un acto autoridad en el alma, en la tuya, en la mía. Esa es la llamada”. Me parece que esto es bastante actual también. Puede ser también la falta de trabajo, evidentemente. Dice que esa llamada de Jesucristo, no es que te cambie la vida, sino que te da una visión nueva de ella. Es como si se encendiera una luz dentro de nosotros. Eso tiene que movernos a ser testigos de Jesucristo en todos los campos de la actividad humana.
Anima mucho a servir a los demás a través de todas las profesiones. Explica, por ejemplo, que “la presencia leal y desinteresada en el terreno de la vida pública ofrece posibilidades inmensas para hacer el bien”. De hecho, habla bastante y da consejos para vivir en la honestidad si uno tiene que ocupar un puesto de autoridad, sea en una empresa privada o en algunas cuestiones públicas. Son criterios muy interesantes para un cristiano que vive con realismo su vida en medio mundo.
Al mismo tiempo, deja muy claro que el Opus Dei “no tiene política alguna, no es ese su fin. Nuestra única finalidad es espiritual y apostólica. Por esto la Obra de Dios no ha entrado ni entrará nunca en la lucha política de los partidos”. Eso también es interesante escucharlo de forma tajante al fundador, que no tenía ninguna idea de hacer maniobras políticas, aunque fuera para transmitir valores buenísimos y cristianos. Más bien, uno a través de su luz intenta iluminar las cosas que hace, darles ese colorido de su propia fe, pero no intentar imponer o maniobrar.
Todo esto se enmarca dentro de un espíritu de comprensión y de apertura. De hecho, al final de esta carta dice una cosa que me sorprendió por lo tajante que es: “Ese modo de comportarse -el actuar con comprensión y apertura- es de la misma esencia de la Obra. Porque el Señor nos quiere por todos los caminos de la tierra, echando la semilla de la comprensión, de la disculpa, del perdón, de la caridad, de la paz. No nos sentiremos jamás enemigos de nadie. La Obra nunca podrá hacer discriminaciones, nunca querrá excluir a nadie de su apostolado. Si no, haría traición a su propio fin”. Y ahí se acaba la carta.
La última de las cartas publicadas, la cuarta, habla sobre la evangelización. El contexto en el que san Josemaría la escribió no se parece en nada al actual, por lo menos en los países de tradición cristiana. Ha cambiado muchísimo. ¿Siguen siendo válidas las palabras del autor, en 2021?
Yo también me lo preguntaba, pero es bastante actual. Creo que esta carta es una continuación de la anterior. Es una idea mía pero da la sensación de que la carta anterior le salió muy larga y decidió cortar un trozo y hacer otra carta más breve, porque ésta es relativamente breve.
En ella desarrolla precisamente estas ideas; de comprender a todos para servir a todos y de acercarse y no tener miedo. También a las personas que en temas religiosos piensan de manera opuesta a ti. En el primer párrafo dice que “el Opus Dei tiene un modo peculiar de enseñar el Evangelio. Ese modo peculiar nos mueve a la comprensión, a la disculpa, a la caridad delicada con todas las almas”. Es decir, el mal existe, pero él piensa que un cristiano, una persona del Opus Dei, debe “ahogar el mal en abundancia de bien”. Esta frase se ha citado muchas veces y es en esta carta donde aparece.
Al mismo tiempo, dice también que la fidelidad a la verdad, la coherencia doctrinal y la defensa de la fe, “no significan un espíritu triste, ni han de estar animadas por un deseo de aniquilar al que se equivoca”. Tiene varias frases dedicadas a las personas que “se dejan arrastrar por la ira, por el fanatismo o por la exageración, y que convierten su vida en una perpetua cruzada”. Porque precisamente lo que él quiere subrayar es lo contrario, que hay que vivir esa comprensión.
Y continúa: “es menester, también, que escuchéis, que estéis dispuestos a entablar un diálogo franco y cordial con las almas que deseáis acercar a Dios”. Es decir, no ir a imponer una ideología o unas ideas a los demás, sino a servirles. Y para servirles, comprenderles y para comprenderles, escucharles. También a mitad de esta carta dice que “para llevar a los demás la verdad, el procedimiento es rezar, comprender, tratarse y luego hacer discurrir y ayudar a estudiar las cosas”.
Y luego, al final de la carta lo repite también de manera bastante taxativa: “Este es nuestro espíritu y lo demostraremos siempre abriendo las puertas de nuestras casas a personas de todas las ideologías y de todas las condiciones sociales, sin distinción ninguna, con el corazón y los brazos dispuestos a acoger a todos. No tenemos la misión de juzgar, sino el deber de tratar fraternalmente a todos los hombres. No hay un alma que excluyamos de nuestra amistad”.
Y a un lector no especializado en la historia del Opus Dei o en una edición crítica, ¿cómo le recomendaría que leyera este libro?
La introducción es un poquitín larga y puede ser que a una persona que lo que le interesa es leer los textos, no le diga nada. Quizá lo mejor es empezar leyendo el texto directamente y si uno se hace preguntas, ir hacia atrás. Porque muchas de las notas tienen que ver con las fechas en que se compuso, cuando se escribió, la problemática de un manuscrito que en la impresión pasó no sé qué… Cosas que a la mayoría de la gente no le interesan.
La edición crítica va dirigida a especialistas, a personas que a lo mejor quieren hacer un estudio teológico, por ejemplo. Y entonces quieren saber si cierta frase la dijo exactamente así o no, si la cambió… Para esas pequeñas cosas sirve la edición crítica, para dar la certeza de que eso es el texto auténtico.
Pero para el público general se están haciendo ediciones que prescinden de esas introducciones largas y ponen muy poquitas notas. Y al final hay un glosario con algunos términos técnicos por si uno no los conoce. Pero creo que el texto se entiende bastante bien, porque la manera de hablar o de escribir de san Josemaría era muy sencilla.