Los juegos de cartas son una de mis aficiones. ¿Desde cuándo? Pues desde 1961... ¡nací ese año! Hasta hace unos meses los hacía, con más o menos éxito, en algunas reuniones familiares y alguna otra ocasión especial. “Aquí tenemos una baraja y vamos a ver qué pasa”. Así empezaba. Una de esas ocasiones, que además deseaba que llegase, era un fin de semana de principio de curso que pasaba con padres y alumnos de mi curso... Como se deduce de esto me dedico a la enseñanza y trabajo en Montecastelo, un colegio de Vigo.
Durante el confinamiento atendía las clases online y, al no poder salir de casa, quedaban algunos momentos libres. No salía a hacer fotos, otra de mis aficiones, y me dediqué a practicar un poco la magia.
Por otra parte veía muchas iniciativas de personas que hacían cosas para entretener y ayudar a los demás. Un compañero del colegio colgó un vídeo haciendo recetas de cocina con sus hijos... ¡me pareció espectacular!
El 1 de abril, día de mi cumpleaños que aún sigo celebrando, hice un vídeo con un truco de cartas. La idea era agradecer las felicitaciones que había recibido de familiares, amigos, compañeros de trabajo, padres de alumnos, antiguos alumnos... Es el único en el que aparezco, en el resto salen manos, cartas y tapetes ¡Y la magia funcionó! ¡Tuvo una gran acogida!
Me emocioné. Pensé que lo que hacía ayudaba a pasar unos minutos más llevaderos durante el confinamiento. Fui haciendo un vídeo con un truco cada semana. Ensayaba entre semana, los viernes por la tarde grababa y el sábado lo publicaba. No hace falta un material muy sofisticado: trípode, cámara de fotos o teléfono y un ordenador para poner la música y añadir la introducción y la despedida.Era un reto nuevo. Cuando haces un truco en directo, con el público delante, si te equivocas, con un poco de gracia y caradura lo arreglas si hace falta, aunque la mayor parte de las veces la gran mayoría ni se entera... Pero cuando lo grabas con la cámara encima del tapete... ¡se nota todo! Pueden darle hacia atrás a la grabación y si hay un error se nota mucho. Curiosamente en trucos que has hecho casi con los ojos cerrados muchísimas veces, cuando lo ves en vídeo, te das cuenta de que cometes errores. A veces puede ir todo bien y en el movimiento más sencillo la pifias. Eso hizo que en algún caso tuviera que repetir la grabación unas cuantas veces.
De todas maneras vi que aquello del truco era divertido, no solo para mí sino para los que lo veían.
Lo que más me llenaba de alegría era que la gente disfrutaba viéndolo. Algunos me iban contando dónde pensaban que estaba el truco. Poco a poco fui aprendiendo nuevas técnicas con las que pude hacer trucos nuevos.
Al mismo tiempo fue aumentando la gente que recibía los vídeos ya que muchos los reenviaran a otras personas. Ahí es cuando uno se da cuenta de lo que son las redes sociales y hasta donde pueden llegar. No se limitaba a España. Por motivos de trabajo tuve la ocasión de viajar y dar cursos y asistir a congresos en varios países de Europa y América. La magia no tiene fronteras: Italia, Irlanda, Portugal, Polonia, Ecuador, Perú, México...
A alguno le debía llegar a cuando estaba durmiendo... ¡Espero que me haya perdonado! Algún sábado, después de haber enviado el truco a las redes sociales, me encontraba con 150 mensajes.
Gracias al envío del truco recuperé el contacto con personas de las que no sabía nada desde hacía mucho tiempo. Algunas de esas con las que tienes relación por motivos profesionales, te quedas con el teléfono o el correo electrónico pero no vuelves a hablar con ellos. Se alegraban de tener noticias mías. También me enteré de que algunos están pasando por situaciones difíciles debido a la pandemia, ya sea por familiares afectados (incluso fallecidos), u otros problemas. El envío del truco era la disculpa para hablar, para rezar por ellos, para encomendar sus cosas a San Josemaría, para intentar animarles.
Un cuentotruco o un trucocuento
La idea era entretener, proporcionar unos minutos de “desconexión”, facilitar una ocasión de hablar. Algunos me decían: “Vamos a verlo por la tarde, todos juntos, con los niños”. Otros comentaban el truco intentando adivinar cómo se hacia: “Pues aquí haces algo que me llama la atención...”. El padre de un exalumno me envió un vídeo de su hijo haciendo trucos de cartas a sus hermanos más pequeños... ¿Puede haber satisfacción más grande? Otros, si me retrasaba de la hora a la que solía compartir el truco me decían: ¿Qué pasa? ¿No hay truco esta semana?
Me emocioné tanto que hice cosas un poco diferentes. Como El duende Simón que es un truco con cuento, un cuentotruco o un trucocuento. No se me dan bien los cuentos así que le pedí a una compañera de trabajo que, basándose en unas cartas, escribiera una breve historia. Lo hizo y así surgió este truco dedicado a todos los niños y, en particular, a mis alumnos.
Mi hermana, que también es profesora, me pidió otro truco para sus alumnos. Tenía que tener animales. Pues ¿qué mejor que el arca de Noé?. Con cartas impresas en casa y otras que ya tenía surgió el truco. La historia está contada con trucos y tiene bastantes efectos. Me parecía didáctica para los niños a los que iba destinado que eran muy pequeños. Tuvo bastante éxito porque iba incluido en las tareas que tenían que hacer y no tuvieron más remedio que entrar en el canal para verlo...
Ahora he bajado un poco la “producción” de trucos pero sigo con los envíos. Me lo paso muy bien haciéndolos, pero lo mejor sigue siendo todas las personas con las que tengo ocasión de hablar o escribirme, algunas que veo con frecuencia y otras con las que la distancia impide hacerlo. Han resultado ser unos trucos de cartas muy productivos.