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1. Introducción.
2. Meditación I. La Eucaristía en la vida cristiana.
3. Meditación II. Familia: fraternidad y filiación.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.
Introducción
Unidos en la Eucaristía y en la familia
Por el Sacramento eucarístico Jesús (...) nos muestra la unión que ha querido establecer entre Él y nosotros, entre su persona y la Iglesia. En efecto, Cristo mismo, en el sacrificio de la cruz, ha engendrado a la Iglesia como su esposa y su cuerpo. Contemplar «al que atravesaron» (Jn 19,37) nos lleva a considerar la unión causal entre el sacrificio de Cristo, la Eucaristía y la Iglesia. En efecto, la Iglesia «vive de la Eucaristía». La Eucaristía es Cristo que se nos entrega, edificándonos continuamente como su cuerpo. Por tanto, en la sugestiva correlación entre la Eucaristía que edifica la Iglesia y la Iglesia que hace a su vez la Eucaristía, la primera afirmación expresa la causa primaria: la Iglesia puede celebrar y adorar el misterio de Cristo presente en la Eucaristía precisamente porque el mismo Cristo se ha entregado antes a ella en el sacrificio de la Cruz. La posibilidad que tiene la Iglesia de «hacer» la Eucaristía tiene su raíz en la donación que Cristo le ha hecho de sí mismo. Descubrimos también aquí un aspecto elocuente de la fórmula de san Juan: «Él nos ha amado primero» (1Jn 4,19). Él es quien eternamente nos ama primero.
Por eso la antigüedad cristiana designó con las mismas palabras Corpus Christi el Cuerpo nacido de la Virgen María, el Cuerpo eucarístico y el Cuerpo eclesial de Cristo. Este dato, muy presente en la tradición, ayuda a aumentar en nosotros la conciencia de que no se puede separar a Cristo de la Iglesia. El Señor Jesús, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio por nosotros, anunció eficazmente en su donación el misterio de la Iglesia. Es significativo que en la segunda plegaria eucarística, al invocar al Paráclito, se formule de este modo la oración por la unidad de la Iglesia: «que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo». La Eucaristía se muestra así en las raíces de la Iglesia como misterio de comunión.
El consentimiento recíproco que marido y mujer se dan en Cristo, y que los constituye en comunidad de vida y amor, tiene también una dimensión eucarística. En efecto, en la teología paulina, el amor esponsal es signo sacramental del amor de Cristo a su Iglesia, un amor que alcanza su punto culminante en la Cruz, expresión de sus «nupcias» con la humanidad y, al mismo tiempo, origen y centro de la Eucaristía. Por eso, la Iglesia manifiesta una cercanía espiritual particular a todos los que han fundado sus familias en el sacramento del Matrimonio. La familia —iglesia doméstica— es un ámbito primario de la vida de la Iglesia, especialmente por el papel decisivo respecto a la educación cristiana de los hijos. En este contexto, el Sínodo ha recomendado también destacar la misión singular de la mujer en la familia y en la sociedad, una misión que debe ser defendida, salvaguardada y promovida. Ser esposa y madre es una realidad imprescindible que nunca debe ser menospreciada.
Papa Benedicto XVI, Ex, Ap. Sacramentum caritatis sobre la eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, nn. 14-15 y 27.
Primera meditación
Opción 1: Meditación. La Eucaristía en la vida cristiana.
Opción 2: La Eucaristía, misterio de fe y de amor. Homilía de san Josemaría publicada en Es Cristo que pasa. (Audio y texto)
Segunda meditación
Opción 1: Meditación. Familia: fraternidad y filiación.
Opción 2: Os he llamado amigos (IV): El mejor seguro de vida. Texto de Andrés Cárdenas sobre vidas ejemplares de fraternidad (Audio y texto).
Charla
Todos somos Iglesia. Papa Francisco, Audiencia general, 25 de junio de 2014. Y también: La Iglesia como familia de Dios. Papa Francisco, Audiencia general, 29 de mayo de 2013.
Lectura espiritual
Nueve preguntas para entender qué es la Iglesia (añade algunos textos de san Josemaría para meditar).
Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios
1. «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado» (Lc 24, 29). Jesucristo se ha quedado en la Eucaristía por amor a los hombres. ¿Acudo a rezar ante el sagrario con el deseo de los discípulos de Emaús?
2. «Yo soy el Pan de Vida; el que viene a mí no tendrá hambre, el que cree en mí no tendrá nunca sed» (Jn 6, 35). ¿Cómo podría vivir mejor la Eucaristía, ya que es ahí en donde encuentro las fuerzas para llevar adelante mi vida?
3. «Te adoro con devoción Dios escondido» (Himno Adoro te devote) ¿Procuro adorar al Señor presente en la Eucaristía? ¿Cómo puedo hacer partícipe de este deseo a mis familiares y amigos?
4. «Haz que yo crea más y más en ti, que en ti espere, que te ame» (Himno Adoro te devote). ¿Cómo trato de vivir de fe, esperanza y caridad en mi familia y en las ocupaciones del día a día?
5. «Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor alcanza en nosotros su perfección» (1 Jn 4, 12) ¿De qué modo podría crecer en cariño con los que me rodean? ¿Cómo necesitan ellos que les comprenda y aliente?
6. La fraternidad pide expresarse en una amistad, que llega a su plenitud cuando se desea el bien para el otro, su felicidad, su fidelidad y su santidad (cfr. Del Padre, Carta pastoral, 1-XI-2019, n. 14). ¿Cómo se expresa mi amistad: tiempo, oración, conocimiento mutuo, cariño, etc.?
7. San Josemaría nos decía a sus hijos que nos quería «con corazón de padre y de madre» (Carta 6-V-1945, n. 23). ¿Me siento arropado por su cariño e intercesión? ¿Intento acompañar a los demás con este afecto y cercanía? ¿Conozco sus necesidades?
Acto de contrición