Mons. Ocáriz: "Se nos ha ido al Cielo una persona buena"

Entrevista en Radio Vaticano (italiano) de Alessandro Gissotti con Mons. Fernando Ocáriz, vicario auxiliar y general del Opus Dei.

Mons. Fernando Ocáriz reza ante el prelado en la capilla del "Campus Bio-Medico".

Entrevista en italiano de Alessandro Gissotti (Radio Vaticana)

Fernando Ocáriz. ‒ He podido darle la unción de enfermos, y la ha recibido con alegría… Poco después ha fallecido: serenamente, como ha sido siempre su vida, una vida de servicio, de entrega a los demás. Nuestros sentimientos, en este momento, son de pena, pero también de serenidad, porque se nos ha ido al Cielo una persona buena que sabemos que desde allí nos va a ayudar. Como es sabido, vivió con dos santos: con san Josemaría, muchos años, y luego con el beato Álvaro del Portillo. Y de ellos aprendió a ser muy fiel a la Iglesia: a amar a la Iglesia, al Papa y a las almas. Me impresionó siempre su capacidad de estar “a mano” de todos, de escuchar, de no tener prisa para conversar con uno o con otro, incluso para conversar con quien se le acercaba de improviso. Era un sacerdote y un obispo fiel, bueno, cercano a todos.

P. ‒Desde hacía más de 20 años dirigía el Opus Dei. ¿Qué herencia deja al Opus Dei y también a la Iglesia?

R. ‒ La fidelidad al espíritu recibido de san Josemaría. Ha sido su segundo sucesor, y ha tenido siempre en la mente la fidelidad al espíritu que había recibido. Una fidelidad que no era repetición mecánica, porque, por decirlo con palabras del propio fundador, lo importante es que permanezca el núcleo, el espíritu: los modos de decir y de hacer cambian con el tiempo, pero permanece la fidelidad al espíritu. En él se descubría la verdad de ese imperativo que todos los cristianos recibimos de ser fieles al Espíritu pero abiertos siempre a las novedades.

P. ‒ Evidentemente, el prelado Echevarría ha conocido muy bien a san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. ¿Qué nos puede decir de su relación con los sucesivos Papas?

R. ‒ Por una parte, había en él un gran afecto por el Papa ‒¡por todos!‒ y un gran sentido de fidelidad, porque lo que para todos los católicos ha de ser, y es, fidelidad a Cristo y a la Iglesia, es inseparable de la fidelidad al Vicario de Cristo, al Pastor supremo de la Iglesia: al Papa. Cuando era recibido por el Papa, siempre sentía una alegría y una emoción muy profundas.