“Mamá, ¿qué problemas?”

“Todo el mundo puede llegar a Dios, porque Dios está para eso. No está para la gente con más coco o más aptitudes; está ahí para todo el mundo”. Así lo cree Alejandra, una joven catequista que desde hace un año se esmera por hacer accesible el trato con Dios a una docena de chicos y chicas con diversidad funcional desde la parroquia de Nuestra Señora del Buen Aire de Sevilla. Todo empezó gracias a la inquietud de Rosa y de Rosario, madres de varios de estos chicos.

Rosa es médico anestesista y trabaja en el Hospital de Alta Resolución de Lebrija. Su hija Leyre nació con una malformación congénita, que le obliga a moverse en silla de ruedas, pero que no le ha impedido bailar sevillanas, hacer deporte o alcanzar otras metas, ni tampoco le impedirá, como desea, terminar como su madre la carrera de Medicina, de la que cursa ya el 5º curso. 

Su madre le ha ayudado a superar todos los obstáculos. Es su modelo y, como ella, quiere ser médico para servir a los demás. Con ese propósito, también, decidió hace un tiempo abrir su cuenta de Instagram, de forma que otros jóvenes se animen al ver su testimonio.

“Yo no entiendo cómo nos ha pasado esto. No era la familia que tenía planeada. Dios nos ha roto los planes una y otra vez”

Pero Leyre no es el único objeto de los desvelos de su madre. Tras ella llegarían al mundo cuatro hijos más, dos de los cuales nacieron con trastornos del espectro autista (TEA). Entonces la vida de Rosa se complicó bastante: “Yo no entiendo cómo nos ha pasado esto. No era la familia que tenía planeada. Dios nos ha roto los planes una y otra vez”, considera. 

Sin embargo, no por eso renunció a ser feliz o a que fuesen felices los suyos. “Muchas veces me preguntan si puedo ser feliz con mis circunstancias, afirma. Y por supuesto puedo serlo, lo único es que hay que currárselo mucho más, estar dispuesto y no perder el sentido del humor. Y por supuesto, la fe, pues sin ella es más difícil todo. Yo busco ahí la luz y la fuerza para seguir. Y en la oración todo, todo, se coloca en su sitio”.

Esa fe mueve montañas, y a Rosa, que recibe ayuda espiritual como supernumeraria del Opus Dei, le ayudó a impulsar el crecimiento de sus hijos, cuidar de todos y sacar adelante su propio trabajo. 

El camino no resultó sencillo. A veces le podía el cansancio y aparecían los momentos de desaliento. En una de esas ocasiones, uno de sus hijos le preguntó qué le pasaba. “¿Qué me va a pasar, con todos los problemas que tenemos?”, respondió Rosa. La sencillez de su hijo le levantó el ánimo: “Mamá, ¿qué problemas?”.

El camino no resultó sencillo. A veces le podía el cansancio y aparecían los momentos de desaliento

En este viaje, Rosa encontró además el apoyo de la asociación Autismo Sevilla, un lugar de encuentro entre personas con TEA, profesionales y padres para compartir, ayudarse mutuamente y facilitar la convivencia y el desarrollo de los niños que padecen estos problemas. Allí sus hijos practican diferentes deportes y han hecho grandes amigos.

Hace unos años, Rosa conoció a Rosario, madre de tres hijos, uno de los cuales tiene síndrome Down. El marido de Rosario, además, tiene una discapacidad física. Rosario también tuvo que oír muchas veces a su alrededor comentarios de asombro y admiración debido a sus circunstancias. 

Con el paso del tiempo, sin embargo, estas circunstancias se han convertido en “un tesoro”, en palabras de Rosario. Su hijo Juan, por ejemplo, “es la alegría de la casa, deportista, surfista. Ahora va a aprender a bailar rumba”, cuenta ilusionada. “Es un motivo de felicidad para nosotros, es un tesoro que Dios ha puesto en nuestras manos y es la felicidad de nuestra casa”, remacha.

Darles su propio sitio

Rosa y Rosario se hicieron grandes amigas. Y pronto se dieron cuenta de que debían dar algo más a sus hijos, además del deporte y la posibilidad de acceder a estudios y a una profesión. 

“Ellos son capaces de Dios, y esa capacidad de Dios hay que llenarla”, reflexiona Rosa recordando cómo las dos amigas enseguida conectaron en esta cuestión. En sus manos cayó la encíclica del Papa ‘Fratelli Tutti’, y una frase del documento le llegó a lo más hondo. “El Papa decía que a las personas con discapacidad no había solo que cuidarlas, sino que deben tener su sitio en la sociedad civil y eclesial. Me quedé reflexionando y pensé que yo estaba luchando mucho para que tuviera su sitio en la sociedad civil, pero en cambio, ¿qué estaba haciendo a nivel espiritual? Entonces empecé a buscar por la diócesis algo que les pudiera ayudar”.

En sus manos cayó la encíclica del Papa ‘Fratelli Tutti’, y una frase del documento le llegó a lo más hondo

Pero no encontró lo que necesitaba, y entonces acudió a su párroco para proponerle formar un grupo de catequesis para jóvenes con diversidad funcional. Empezaron a impartirla las propias Rosa y Rosario, pero pronto se les unieron Gonzalo, Antonio y Alejandra, una joven catequista que se ha ganado al equipo, que empezó en octubre con cinco componentes y ha llegado a mayo con más del doble.

“Nos reunimos todos los lunes, relata Rosa. Primero hacemos un rato de oración delante del Señor en el Sagrario. Rezamos todos juntos, la familia, los chicos y catequistas. Pienso que para Dios, que es la Inteligencia infinita, poca diferencia debe haber entre unos y otros”, comenta Rosa. 

Una de las madres decidió poner a la iniciativa un nombre: Betania. “El Señor descansa con nosotros -cuenta Rosa-, y después nos vamos al salón parroquial y los catequistas adaptan los contenidos de la fe con un lenguaje fácil, que ellos puedan comprender mejor”.

El grupo se ha dividido ya en dos, mayores y pequeños, y Alejandra cuenta cómo emplea con cada uno una metodología distinta. “Todo lo visual les ayuda un montón. Entre todos hemos ido construyendo un mural con un mapa conceptual, usando papel continuo pegado a la pared. Allí vamos escribiendo palabras clave: los sacramentos, para qué sirven… Todo muy sencillo. Al final tienes los sacramentos trabajados, y cada lunes, al volver, uno de los chicos los lee y repasa utilizando el mural”. Cada época del año, además, sirve para hacer énfasis en algo distinto. En Adviento, por ejemplo, todos escribieron tres objetivos para mejorar durante esas semanas: hacerse la cama, dar un beso a la Virgen…

De lo que se trata no es de que sepan oraciones de memoria, sino de alimentar su conexión interior con Dios

En el caso de los pequeños, el método empleado para hacer accesibles las verdades de la fe son los pictogramas, sustituyendo letras por dibujos. Alejandra, además, tira de imaginación y usa dinámicas para hacer gráfico qué significa el pecado y cómo actúa la gracia. Unas galgas de plástico con pintura, por ejemplo, le sirven para marcar una huella que no puede borrarse, y ayuda a que los alumnos intuyan cómo son las señales del pecado en el alma.

Los catequistas han enseñado además a los chicos a contarle a Dios, cada lunes, algo bueno que les ha sucedido el fin de semana, para agradecerlo, y algo que necesitan, para pedirlo. Y si alguno tiene alguna necesidad especial, todos rezan por ello. “Han adquirido práctica. Luego cada uno tiene su rutina en función de lo que hace en su casa. También aprenden a llamar ‘guapa’ a la Virgen. De lo que se trata no es de que sepan oraciones de memoria, sino de alimentar su conexión interior con Dios”, explica. Según Alejandra, los resultados son muy positivos. “Les debe gustar, porque al principio protestaban, pero volvían al lunes siguiente. Y así todo el curso”, relata.

Sí, se puede

Para todos ha sido un curso escolar lleno de descubrimientos. El hallazgo fundamental es que todos tienen la capacidad más importante: la de conocer y relacionarse con Dios. “Todo el mundo puede llegar a Dios porque Dios está para eso. Dios no está para la gente con más coco o aptitudes. Está ahí para todo el mundo. Aquí les enseñamos a acceder a Él, con la oración, con herramientas y explicaciones para que descubran quién es Dios, cómo los ama, y qué es la Iglesia”.

Leyre, la hija de Rosa, se unió pronto al grupo para impartir catequesis desde su silla de ruedas. Cada lunes acude puntual a la cita con sus alumnos, y cada domingo, además sigue alimentando sus redes con sus historias, sus mensajes de que “sí, se puede”, rompiendo estereotipos a base de mensajes de esperanza: “Uno puede elegir venirse abajo y decir: no puedo, voy a ser una amargada toda la vida; no voy a conseguir nada. Qué horror y qué error. Hay que decir: bueno, pues es lo que tengo, es lo que me ha tocado, es mi medio y mi camino para llegar al Cielo, voy a por ello, voy a ser feliz y a disfrutar el camino, que para eso estamos, para disfrutarlo”.