Historia del Opus Dei en Venezuela

Después de México y Estados Unidos en 1948, y de Chile y Argentina en 1950, la labor apostólica estable del Opus Dei en tierras americanas comenzó en el año 1951 en dos países: Colombia y Venezuela.

1. El inicio de la labor apostólica

Enviados por san Josemaría, Bartolomé Roig Amat y Rafael García-Planas llegaron a Caracas el 11 de octubre de 1951 para dar comienzo a la labor del Opus Dei en Venezuela. García-Planas iba además con el propósito de montar una extensión de la industria textil que poseía su familia en España. En junio siguiente se les sumó el abogado Roberto Salvat Romero (ordenado sacerdote unos años después), y en septiembre del mismo año el sacerdote Odón Moles Villaseñor.

El 1 de febrero de 1954 llegaron las primeras mujeres del Opus Dei: María de Jesús Arellano, Carmen Gómez del Moral, Begoña Elejalde y Ana María Gibert. Venían con el proyecto de poner en marcha una Escuela Hogar en Caracas, semejante a las que ya existían en España. Así, la Escuela Hogar Etame comenzó su andadura el 10 de octubre de 1954.

El 2 de mayo de 1957, el Padre escribía a Odón Moles: “continuad sirviendo con todas vuestras fuerzas a esa bendita tierra venezolana, que es vuestra nueva Patria, a la vez que servís a las almas” (AVP, III, p. 330). Con este impulso, se fueron haciendo venezolanos, expandiendo en el país el espíritu del Opus Dei a través de su trabajo profesional y sus amistades.

La labor apostólica con estudiantes y profesionales creció en los Centros del Opus Dei erigidos en Caracas, y se incorporaron al Opus Dei los primeros fieles venezolanos, hombres y mujeres.

Desde el principio, se hicieron viajes a diferentes ciudades como Maracaibo, Valencia y Barquisimeto, donde se erigieron Centros con la venia del obispo del lugar. Desde mediados de los años setenta se iniciaron viajes a Trinidad y Tobago, para atender a personas que vivían allí, hasta que se erigió un Centro de la Obra en 1982.

En 1958, comenzó sus actividades el Centro Universitario Monteávila, residencia universitaria promovida por la Asociación Venezolana de Fomento Cultural para estudiantes que cursasen sus carreras en las universidades de Caracas; en el año 1974 se trasladó a su actual sede, en la avenida boulevard El Cafetal.

Algunos fieles del Opus Dei y cooperadores crearon el Colegio Los Arcos para niños en 1967 y en 1970 el Colegio Los Campitos para niñas, ambos en Caracas; y, en Maracaibo, uno masculino, el Colegio Los Robles en 1973, y otro femenino, el Colegio Altamira en 1974.

2. Primer viaje de san Josemaría

San Josemaría viajó a México en 1970, en romería a la Virgen de Guadalupe. En 1974 inició un viaje más amplio al continente americano. Después de haber estado en Brasil, Argentina, Chile y Perú, contrajo una enfermedad respiratoria que se acentuó en Ecuador, por lo que suspendió el viaje a Colombia, para evitar la altura de Bogotá. Se consideró que el Centro de Encuentros Altoclaro, en las proximidades de Caracas, podría ser apropiado para su restablecimiento.

En la Venezuela que visitó el fundador, muchas personas participaban de las actividades formativas del Opus Dei. Los fieles de la Obra, con la ayuda de cooperadores y amigos, habían impulsado la creación de residencias universitarias, escuelas-hogar, colegios de primera y segunda enseñanza, un centro de formación de campesinos, talleres de confección, etc.

Mons. Escrivá llegó a Caracas el 15 de agosto de 1974. Cuando subía del aeropuerto hacia Altoclaro, pudo ver en las laderas de las montañas muchos ranchitos (casas muy pobres). Comentó la necesidad de que el trabajo apostólico alcanzara a esas gentes; que había que facilitarles, junto a la formación cristiana, la posibilidad de obtener mejores condiciones de vida; y que las inmensas riquezas que Dios había concedido al país tenían que distribuirse mejor. Recordó que el apostolado del Opus Dei se extiende a gentes de todas las condiciones sociales y al margen de cualquier bandería. Permaneció en Altoclaro hasta el día 31 de agosto. Durante esos 16 días estuvo reponiéndose, sin llegar a recuperar totalmente la salud. En los breves encuentros que tuvo con pequeños grupos de fieles del Opus Dei, san Josemaría no dejó de repartir las “monedas de oro” de su palabra y su aliento.

Se le veía muy recogido en Dios, aceptando con sencillez las limitaciones que le imponía su mal estado de salud. Haciendo un esfuerzo sobrehumano –“lleno de Dios, su alma tiraba del cuerpo de un modo asombroso”, decía don Álvaro del Portillo–, en los días finales quiso tener tres encuentros con grupos más amplios.

Al final de este viaje, aún no recuperado de su mal estado físico, comentó bromeando: “Me voy como don Quijote de la Mancha: desmantelado el caballo” (AVP, III, p. 728). Poco antes había reiterado que procuraría regresar pronto a Venezuela, “¡Compromiso de aragonés!” (AVP, III, p. 732). Dejaba la impronta de un hombre enteramente en las manos de Dios: en este caso, como un “niño”enfermo cuyo consuelo es la sonrisa de su Padre celestial.

3. Segundo viaje

El 4 de febrero de 1975 regresó a Venezuela. Esta vez permaneció 12 días, también en Altoclaro, y pudo reunirse en diferentes ocasiones con grupos numerosos de adultos y jóvenes. También tuvo una entrevista cordial con el cardenal José Humberto Quintero, y con el arzobispo de Caracas, José Alí Lebrún.

Uno de los presentes quiso hacerle una preguntay comenzó presentándose como hebreo. San Josemaría no le dejó continuar, sino que pasó enseguida a manifestarle un gran cariño y a señalar que los “dos grandes amores de su vida” eran hebreos: Jesucristo y María Santísima. El encuentro se desarrolló como otros similares, es decir, sucediéndose preguntas a las que el fundador del Opus Dei contestaba, yendo siempre al núcleo de lo que se le planteaba. Seleccionamos cuatro.

En primer lugar, dos novios que le pidieron que les hablara del noviazgo y del matrimonio. “El amor humano –contestó san Josemaría– es una aventura estupenda”. Y dirigiéndose al novio, añadió: “Como quieres mucho a esa criatura, a la que has escogido para madre de tus hijos, que nunca te avergüences de este amor. Respétala. No la querrás menos: la querrás más. Y el Señor, de esta manera, bendecirá en un día próximo ese matrimonio, y lo hará luminoso, alegre, feliz, y será un amor que irrumpirá hasta el cielo” (Apuntes de una tertulia, 11-II-1975: AGP, P04, vol. III, p. 95).

Un hombre le dijo que llevaba 22 años casado y se refirió a ese “breve tiempo”. San Josemaría le comentó: “¡Cómo me gusta que digas que es breve ese tiempode años de amor conyugal!” (ibidem, p. 89), y a glosar a continuación las riquezas que implica el amor.

Con ocasión de una pregunta en la que se hablaba de la existencia de problemas familiares y sociales, respondió: “es muy fácil decir: yo soy muy bueno, si no se ha pasado ninguna necesidad (...). Hemos de procurar que no le pase a nadie; hay que habilitar a la gente para que, con su trabajo, pueda asegurarse un bienestar mínimo, estar tranquilo en la vejez y en la enfermedad, cuidar de la educación de los hijos, y tantas otras cosas necesarias. Nada de los demás puede resultarnos indiferente y, desde nuestro sitio, hemos de procurar que se fomente la caridad y la justicia” (AVP, III, pp. 749-750, nt. 217).

Ante comentarios sobre la riqueza petrolera y el tópico del trópico con su clima, como excusas para una vida cómoda, afirmó que hemos de trabajar con tozudez; y ante las desigualdades existentes en el país, dio a entender la importancia fundamental del trabajo para el mejoramiento socio-económico, como había venido diciendo desde muchos años antes: “el trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación (…). Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad”. (ECP, 47).

Con motivo de una pregunta de carácter general, tuvo la oportunidad de expresar su gran cariño a Venezuela y su deseo de verla crecer próspera y unida: “Yo espero de esta nación tan grande (…) que sea cada vez más cristiana. Más cristiana en la cabeza de las gentes, en la fe, en las costumbres, en el modo de vivir, en el modo de obrar, en el modo de quererse unos a otros, en el modo de contribuir a la paz del mundo”. (Apuntes de una tertulia, 7-II-1975: AGP, P04, vol. III, p. 57).

El día 15 partió para Guatemala, de donde regresó el día 23. Pernoctó en Altoclaro y emprendió el regreso a Europa al día siguiente. Quedó en el ánimo de todos los que habían podido estar cerca de él la fuerza de haber participado de la grandeza del espíritu de un santo.

4. Continuidad de la labor

El impulso y la huella de san Josemaría continúan en la expansión de la labor apostólica del Opus Dei. Personas de todas las condiciones se han incorporado a la Prelatura en más de diez ciudades del país. El trabajo de formación humana y cristiana se ha visto ampliado mediante la promoción de nuevas iniciativas apostólicas y la continuidad de colegios y centros de irradiación cultural (Institutos Itat y Los Samanes, en Caracas; Pitahaya y Kasanay, en Maracaibo; Llano Ancho y Brisal, en Valencia; Arenales y Rosaleda, en Barquisimeto; Los Nevados y Montañera, en Mérida; Los Bucares y Pirineos, en San Cristóbal); centros de encuentros (Tres Vistas y Portones); la iniciativa asistencial Salud y Familia, etc.

Atendiendo la solicitud que en su momento hiciera el cardenal arzobispo de Caracas, se construyó la iglesia de la Sagrada Familia de Nazaret, atendida por sacerdotes el Opus Dei. Igual que en otros países, algunos profesores emprendieron la creación de la Universidad Monteávila, que inició su andadura en 1998.

En 2002, con ocasión del centenario del nacimiento de san Josemaría, se hizo en Caracas una edición especial conme- morativa de sus obras publicadas. Anteriormente, a partir de 1974, se habían editado en diversas ocasiones varios de sus libros.

Bibliografía: Diccionario de San Josemaría. Voz: Venezuela.