El hombre que caminaba con los elefantes (próximamente, sacerdote)

Paul Kioko creció entre elefantes, rinocerontes, leones y serpientes en Kenia. Tras varios años trabajando como médico, recibirá el diaconado el 3 de noviembre. Esta es su historia.

Paul Kioko, de niño, con un elefante.

¿Dónde naciste?

Nací en Nairobi, la capital de Kenia, pero transcurrí toda mi infancia en los diferentes parques nacionales del país, con mis padres y hermanos. Mi padre trabajaba en el Kenya Wildlife Service como jefe de los guardabosques.

¿En qué consistía su trabajo?

Su trabajo consistía en proteger y cuidar la vida salvaje en aquellos parques. Mi infancia fue itinerante: en cada parque vivíamos una media de cinco años, y luego nos trasladábamos a otro, hasta recorrer casi todo el país. El Nakuru National Park, las Aberdare Mountains, el Amboseli Park al pie del monte Kilimanjaro o el Tsavo National Park fueron mis casas.

¿Cómo fue tu infancia en la sabana?

Crecimos jugando entre los arbustos con mis hermanos. Aunque siempre existía un cierto peligro de encontrar algún león u otra bestia, lo que más temía mi madre eran los escorpiones y las serpientes, pues hay muchos. Gracias a nuestros ángeles custodios, nunca ocurrió nada serio.

Lo que más temía mi madre eran los escorpiones y las serpientes

Pero imagino que viviríais muchas aventuras…

Sí, claro. Recuerdo por ejemplo que, en una ocasión, una cobra escupió veneno en los ojos de uno de mis hermanos. Lo llevamos corriendo al hospital y no perdió la vista. En otra ocasión, otro hermano casi chocó con su bicicleta contra dos leones que estaban escondidos tras una curva. Afortunadamente, los animales estaban en ese momento dando buena cuenta de un jabalí que habían cazado, por lo que mi hermano pudo retirarse a salvo.

¿Cómo era la vida en familia en un ambiente así?

Si nos portábamos razonablemente bien durante la semana, mi padre nos llevaba el domingo con el jeep por el parque. El reto era jugar a ver quién veía primero uno de los ‘Big five’ (elefante, rinoceronte, león, búfalo o leopardo). Casi siempre ganaba mi padre porque era el más paciente, y podía mirar durante largo rato un lugar e individuar a los animales que se escondían allí.

¿Tu madre disfrutaba de aquella vida?

Sí, aunque a ella le interesaban más los pájaros, algo que los niños no entendíamos. Me explico. Mi madre nació en los EEUU y vino a África al final de los años 60 para enseñar Matemáticas y ver el mundo. Quizá por eso le gustaban los pájaros: como ellos, voló a un lugar lejano para vivir su vida. En Tanzania, conoció a mi padre, que estaba acabando su formación como experto medioambiental, y el resto es historia, o providencia divina, como solía decir mi abuela.

Todos los días, un pájaro venía a comer en la mano de Paul.
¿Qué aprendiste en esos años de la naturaleza?

Aprendí muchas cosas. Por supuesto, a disfrutar de los grandes espacios y de la belleza de la creación. Pero lo que me ha marcado profundamente es, por un lado, la paciencia de mi padre para ver grandes cosas y, por otro, la capacidad de mi madre para disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida, como contemplar un pajarillo.

¿Cómo era tu relación con los animales?

Aquello era un paraíso para unos niños como nosotros. No teníamos televisión ni PlayStation, pero no nos hacían falta. Los guardabosques traían a casa crías de animales huérfanos, a los que había que cuidar: recuerdo cómo paseaban en torno a la casa crías de impalas, gacelas, antílopes, leones, elefantes y rinocerontes.

Algunos animales más crecidos, sobre todo los elefantes, había que tenerlos en jaulas hasta su liberación. Recuerdo que les dábamos mangos y naranjas para comer, y jugábamos a encestar desde lejos las frutas en sus enormes bocas abiertas… Éramos niños.

Conocí a algunos jóvenes universitarios que venían a enseñarnos la fe cristiana

¿Qué rumbo tomó luego tu vida?

Cuando comencé la escuela superior, tuve que trasladarme a la ciudad. Fue precisamente en mi escuela, la Lenana School, donde conocí a algunos jóvenes universitarios que venían a enseñarnos la fe cristiana. Más tarde supe que algunos pertenecían al Opus Dei. Conocí mejor esta realidad de la Iglesia, en la que tiempo después -en mi último año en Lenana-, pedí la admisión.

Tras completar mis estudios de Medicina en la University of Nairobi, trabajé en el hospital del ejército de Kenia durante un año. Luego, ejercí la medicina durante casi 15 años en el Mater Hospital de Nairobi, primero en el departamento de Urgencias y luego en la Unidad de Cuidados Intensivos, donde acabé la especialización en anestesiología.

Paul Kioko ha realizado sus estudios de Teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma).
¿Cuándo aparece en tu vida la opción del sacerdocio?

Como dice el libro de la Sabiduría, hay un tiempo para cada cosa bajo el Cielo. Comprendí que así como Dios me había dado la vocación de servir a los enfermos como médico, me estaba llamando a servir a toda su Iglesia como sacerdote. En cierto sentido, pienso que siendo médico me preparó para recibir la llamada al sacerdocio.

Y ahora, ¿serás sacerdote?

No todavía. El próximo 3 de noviembre recibiré, junto con otros 33 fieles del Opus Dei de 16 países, el diaconado de manos de Mons. Celso Morga. En mayo próximo, si Dios quiere, seremos ordenados sacerdotes.

¿Cómo te has preparado?

Principalmente, con la oración y la participación en la santa Misa. También llevo varios años estudiando Teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y profundizando en otras materias en el Colegio Romano de la Santa Cruz, junto con otros fieles del Opus Dei de muchos países. En estos años he comprendido que es Dios quien nos prepara al sacerdocio, pero se sirve de muchos amigos y maestros para arrojar luz en ese camino.

¿Cuál es la materia que más te ha gustado en la Universidad?

He realizado la licenciatura y el doctorado en Teología Moral. Teniendo en cuenta mi formación y trabajo como médico, no le sorprenderá que me sienta atraído por los temas bioéticos y por los fundamentos filosóficos de la práctica médica.

Te levantas por la mañana, ofreces tu jornada al Señor y no sabes dónde guiará tus pasos

Has defendido ya la tesis doctoral, ¿cuál fue el tema?

Se dice que la manera más rápida de dormirse es pedirle a alguien que te hable sobre su tesis. Correré ese riesgo: mi investigación trata sobre la virtud de la prudencia como punto de conexión entre las decisiones médicas “técnicamente correctas” y “moralmente acertadas”. Cuando trabajé en la Unidad de Cuidados Intensivos, tuve que afrontar muchas veces el dilema sobre cuándo y cómo poner límite a los tratamientos médicos.

Moral, Teología, Roma, sacerdocio… ¿Echas en falta los años en el parque natural?

Las memorias de la infancia nos acompañan a lo largo de la vida, y siempre recordaré con gusto las aventuras entre animales salvajes. Pero sé que una vida al servicio de Dios y de los demás es una aventura aún mayor. Te levantas por la mañana, ofreces tu jornada al Señor y no sabes dónde guiará tus pasos. Antes, sólo admiraba la belleza de la creación en los parques naturales; ahora, contemplo la amorosa providencia de Dios en todas las situaciones en las que Él me pone. Espero que muchos más lo puedan encontrar a través de mi ministerio sacerdotal. Recen por nosotros.