Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis contemplamos a Jesús que se despide de sus discípulos con palabras de consuelo. Les dice: “No se inquieten, voy a prepararles un lugar en la Casa de mi Padre”.
Después de la Ascensión del Maestro a los cielos, los discípulos experimentan, por un lado, la fragilidad del testimonio y los desafíos de la fraternidad, y por otro, la fortaleza que radica en las promesas y bendiciones del Señor.
También nosotros, en el seguimiento de Jesús, recorremos el camino de la vida como aprendices, experimentando dificultades y fatigas.
En este camino se nos invita, con la gracia de Dios, a salir de nosotros mismos y a ir siempre más allá, hasta llegar a la meta definitiva, que es el encuentro con Cristo.
La ancianidad es el tiempo propicio para dar testimonio de la espera anhelante de este encuentro definitivo.
Por eso, sería interesante que las Iglesias locales, acompañando a las personas ancianas, les ayuden a reavivar el ministerio de la espera del Señor.