La historia de Andrea y Eduardo (Argentina) forma parte del multimedia «El viaje del viaje», que se editó con ocasión del 50 aniversario de las catequesis de san Josemaría por América del Sur. A continuación reproducimos su testimonio.
Desde el año 2009, hemos impulsado una iniciativa que busca transformar vidas de jóvenes que han pasado por la cárcel a través de la educación y el trabajo, guiados por las enseñanzas de san Josemaría.
Este programa de acompañamiento académico y laboral nació con la convicción de que es posible ofrecer una segunda oportunidad a quienes buscan reconstruir su camino. Bajo el lema “Más trabajo, menos reincidencia”, durante 15 años hemos visto cómo más de 30 de estos jóvenes lograron obtener títulos de grado y oficios. Muchos de ellos, que iniciaron su recorrido con un número de causa (la orden de ingreso al sistema informático de un tribunal específico), ahora son proveedores de grandes empresas.
Un ejemplo del impacto de esta iniciativa es el taller de lectura en Braille, que se desarrolla en el marco de la responsabilidad social. Allí, se producen materiales concretos destinados a la escuela de personas con discapacidad visual en Gonnet (La Plata, Argentina). Este proyecto no solo fomenta la capacitación técnica, sino que también refuerza el sentido de comunidad y la importancia de devolver algo positivo a la sociedad.
Más allá de su rendimiento académico, nos enfocamos en su formación integral, promoviendo valores, virtudes y el reconocimiento de sus derechos. Este acompañamiento también se extiende a sus familias, con quienes trabajamos para consolidar un entorno más estable y positivo.
La necesidad de integrar enseñanzas técnicas con el desarrollo emocional
Los desafíos son una constante en este proceso. Por ejemplo, mientras preparo un parcial de derecho, me esfuerzo por guiar a los estudiantes en temas complejos como los sujetos procesales, utilizando material digitalizado para facilitar su aprendizaje. Estas herramientas son parte de una dinámica de trabajo que busca adaptarse a sus necesidades y ritmos.
Al inicio, el enfoque estaba en lo técnico. Sin embargo, con el tiempo replantamos esta perspectiva: un joven que asistía al programa dejó de venir debido a problemas de alcoholismo. Este hecho me llevó a reflexionar sobre la importancia de integrar las enseñanzas técnicas con el desarrollo emocional y personal, ayudando a cada participante a construir su propio proyecto de vida. Así, entendí que la educación no es solo transmitir conocimiento, sino también escuchar, empatizar y acompañar.
Nosotros hemos tomado conciencia de que el Señor está en todos lados, eso se nos ha grabado a sangre a Eduardo y a mí a través de san Josemaría.
“Estoy a una materia de graduarme como profesor de comunicación, y esta experiencia me ha permitido ser un ejemplo para mi hija, mostrándole que siempre hay una alternativa para rectificar el camino cuando uno comete errores y seguir adelante”, cuenta uno de los hombres que ha podido rehacer su vida ayudado por este programa.
“Hemos de tener corazón para todos, comprensión para todos. ¿Por qué vamos a poner dificultades a las almas? ¡Facilidades! Hemos de ayudar a las personas a encontrarse con Jesucristo. Él no rechaza”, decía san Josemaría.
Un joven propuso que la Virgen de la Medalla Milagrosa fuera la patrona de nuestro centro universitario, y desde su llegada, hemos notado cambios significativos: los problemas de convivencia disminuyeron, más estudiantes se titularon, y el programa creció en alcance y resultados.
El programa es un redescubrirse para ellos mismos: aprender a trabajar bien, a ser responsable, a finalizar todo lo que se comienza, a prepararse para el sistema y la vida diaria, etc.
“Creemos que es nuestro camino al Cielo, y que nos esté pasando esto después de 31 años felizmente casados, es una bendición”, afirma este matrimonio argentino.