29 de septiembre: Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Comentario de la fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”. Dios no se deja ganar en cercanía, por eso ha querido que contemos con la ayuda de los arcángeles y de los ángeles custodios.

Evangelio (Jn 1, 47-51)

Vio Jesús a Natanael acercarse y dijo de él:

—Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez.

Le contestó Natanael:

—¿De qué me conoces?

Respondió Jesús y le dijo:

—Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

Respondió Natanael:

—Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.

Contestó Jesús:

—¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores verás.

Y añadió:

—En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.


Comentario

Leemos en el pasaje propuesto por la Iglesia para esta fiesta de los Arcángeles Rafael, Miguel y Gabriel el encuentro de Jesús con Natanael, que san Juan sitúa al comienzo de su Evangelio.

Son los primeros momentos de la misión de Jesús, que poco a poco se va dando a conocer y aprovecha la circunstancia de la pregunta de Natanael -que se asombra de que le conozca- para decirle: “en verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Jesús se va dando a conocer cómo Mesías y describe cuál es la misión de los ángeles, que forman parte de la historia de la salvación para llevar adelante misiones concretas dadas por Dios.

San Josemaría, desde el inicio de la fundación de la Obra en el año 1928 -día de los ángeles custodios-, sintió que necesitaba mucha ayuda del cielo para llevar adelante la misión que Dios le había confiado: transmitir el mensaje de que se puede ser santo por medio del trabajo y de la vida ordinaria. Parte de esa ayuda le llegó de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Ocurrió además de una forma providencial: haciendo un curso de retiro en octubre de 1932 en Segovia, junto a la tumba de san Juan de la Cruz. Fue allí, orando, donde Dios le hizo ver que debía poner bajo la protección de los tres arcángeles la tarea apostólica que llevaba entre manos.

El Señor se iba haciendo el encontradizo con san Josemaría y le mostraba el camino. ¿Qué debió sentir en aquellos momentos de encuentro intensísimo con el querer de Dios?

A san Josemaria le ocurría como a Natanael en el evangelio de hoy. El encuentro de Natanael con el Señor, tuvo que ser como un trallazo al escuchar sus palabras: “aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez”.

Por un lado, Natanael se sorprendería. Por otro lado, este encuentro nos habla del tipo de personas que quiere Jesús cerca. Personas conscientes de sus pecados pero sinceras. Así lo dijo Jesús en otra ocasión: “Que vuestro modo de hablar sea: «Sí, sí»; «no, no». Lo que exceda de esto, viene del Maligno” (Mt 5, 37)

Tanto se sorprende Natanel que le pregunta: ¿De qué me conoces?

Y Jesús le dijo: “antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”.

Quizá podemos pensar que a la sombra de la higuera, Natanael verdadero israelita, pensaba en su proyecto de futuro, qué haría con su vida, qué querría Dios de él, etc. Meditaría a lo mejor pidiendo la luz al Espíritu Santo e inspiraciones de su ángel custodio, que le ayudaría a adentrarse en esos pensamientos para responder con generosidad a Dios.

Eso nos lo hace pensar la respuesta que Natanael da a Jesús: “Rabbí, tú eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”.

Y Jesús le dice: “cosas mayores verás”.

Eso es lo que sucede a las personas que saben poner su confianza en el Señor, que ven cosas mayores. Porque Dios nunca se deja ganar en generosidad. Una de las cosas que ven con muchas frecuencia es la paz que tienen en su vida.

Contamos para ello con la ayuda de los arcángeles, cuya fiesta celebramos hoy y con la ayuda de los ángeles custodios que saben mucho de la tarea de encender corazones fríos y de ayudar a tomar decisiones generosas cara a Dios y a los demás.

Javier Massa