21 de noviembre: Presentación de la Virgen María en el Templo

Comentario al Evangelio de la memoria de la Presentación de la Virgen en el Templo. “… todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”. Descubrir y hacer el querer de Dios es la mejor manera de imitar a Jesucristo.

Evangelio (Mt 12,46-50)

Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera intentando hablar con él. Alguien le dijo entonces:

— Mira, tu madre y tus hermanos están ahí fuera intentando hablar contigo.

Pero él respondió al que se lo decía:

— ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:

— Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.


Comentario al Evangelio

La memoria litúrgica de hoy recuerda una antigua y piadosa tradición basada sobre un relato del apócrifo "Protoevangelio de Santiago". Según cuenta ese texto, cuando la Virgen María era muy niña, sus padres, San Joaquín y Santa Ana, la llevaron al templo de Jerusalén donde se quedaría durante un tiempo junto con otras niñas, para ser instruida en las tradiciones y en la piedad de Israel.

Puede sorprender que la Iglesia nos propone, en un día especialmente dedicado a María, un pasaje del Evangelio donde parece que Jesus la deje en segundo plano, como poco agradecido hacia su Madre: “¿Quién es mi madre?”.

Pero enseguida viene la respuesta: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”. El Señor consigue dejarnos la más importante enseñanza y a la vez dirigir a María el mejor piropo que se le pudiera hacer: hacer la voluntad de Dios es la mejor manera de imitar a Jesucristo: Aquí vengo, como está escrito de mí al comienzo del libro, para hacer, oh Dios, tu voluntad (Heb 10,7).

Toda la vida del Señor y de María ha sido un hacer de su vida lo que Dios quería. Y de aquí la invitación de la Madre de Jesús a los hombres, que es todo un proyecto de vida: Dijo su madre a los sirvientes: Haced lo que él os diga (Jn 2,5). Y lo que quiere Dios de cada uno lo sabemos muy bien: ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación (1Ts 4,3). Cómo debe santificarse cada uno, esta es la tarea que nos toca descubrir día a día.

Giovanni Vassallo