Mrs. Tutua-Nathan es madre de 5 niños. Vive en las afueras de Wellington, una ciudad de Nueva Zelanda. Como su nombre sugiere, es una maorí, perteneciente a la tribu de Tuwharetoa. Y es supernumeraria del Opus Dei.
Conoció la Obra gracias a una entrevista de trabajo. En 1989 se presentó como candidata a una plaza en la Universidad de Waikato. Aunque no logró el puesto, la Universidad le ofreció un encargo diferente y comenzó a trabajar.
Hizo amistad con una compañera de la Universidad, numeraria del Opus Dei. Pronto, Mrs Tutua-Nathan acudió a la casa de su amiga, un centro del Opus Dei situado en Hamilton.
"Cuando fui por primera vez a esa casa y conocí a las mujeres que allí acudían a recibir formación cristiana, quedé sorprendida por la hospitalidad y el clima tan amable que se respiraba allí”, recuerda Mrs Tutua-Nathan, de 42 años.
“Yo, que he sido educada en las tradiciones más arraigadas de la Polinesia, me sentía en aquella casa como en mi propia familia. El espíritu que allí había me atrajo y me dije: Éste es mi sitio”
"Hay muchas ocasiones a lo largo del día en las que pierdo la paciencia. Pero en esos momentos, recuerdo que Dios me está mirando y me sonríe".
El mensaje de que es posible mantener una relación de amistad y amor con Dios y con los demás fue lo que atrajo a Mrs Tutua-Nathan al Opus Dei. Y es lo que le sigue animando hoy a desarrollar una plena vida cristiana.
"Pero yo soy una madre de familia normal. Tengo cinco niños y sigo la rutina de cualquier otra madre de familia”, explica. “Tengo muchas luchas al día en las que quiero mejorar: riño enfadada a mis hijos, gruño cuando me canso y discuto con mi marido”.
Su vida no ha cambiado. Su modo de afrontarla, sí.
"Hay muchas ocasiones a lo largo del día en las que pierdo la paciencia. Pero en esos momentos, recuerdo que Dios me está mirando y me sonríe –eso es lo que he aprendido en el Opus Dei- y procuro cambiar de actitud”.
"No sólo los buenos momentos, sino que todas las tareas, obstáculos o inconvenientes a lo largo del día son también oportunidades para servir a Dios. A quien cogió la Cruz podemos encontrarlo en las pequeñas cruces que componen el día a día. Como nos enseñó san Josemaría, el Fundador, podemos cambiar un enfado o una queja por una sonrisa o un mordernos la lengua. Y así, poco a poco, los cristianos podemos cambiar el mundo”.
Para Mrs. Tutua-Nathan, madre de familia al cargo de las tareas del hogar, la santificación del trabajo ordinario supone hacer la comida, limpiar la casa, recoger a los niños…
“Cuando hay una montaña de platos esperando a que los lave, digo al Señor que le ofrezco ese trabajo que no me apetece y le pido que Él ayude a mis hijos que están en el colegio o a una amiga mía que está sola”, explica.
Ser del Opus Dei no quita nada al día a día. Simplemente le añade un nuevo sentido. Un sentido divino.