Trabajar como trescientos haciendo el ruido de tres

Durante la Semana Santa 2024, un grupo de jóvenes del Club Torre, un centro de formación del Opus Dei en Santa Ana, El Salvador, se unieron en una misión solidaria para la comunidad "El Pinalón". La entrega y alegría de los muchachos llenaron de esperanza a quienes más lo necesitaban. Un relato de solidaridad que demuestra cómo pequeños gestos pueden marcar una gran diferencia.

A finales de marzo, nos pusimos en marcha con los jóvenes del Club Torre para ayudar a la comunidad "El Pinalón", cercana a la Aldea Bolaños. Por las diferentes circunstancias de la vida, este año fuimos pocos voluntarios. Pero como dijo uno de los presentes: “lo importante es que somos calidad, no cantidad”. Lógicamente, esto solo nos sacó una buena carcajada que marcó el inicio de unos días llenos de alegría y buen humor. Además, era inevitable traer a la mente eso que san Josemaría nos enseñó tantas veces: “tenemos que trabajar como trescientos, haciendo el ruido de tres”.

Al llegar a la comunidad, tuvimos Misa en la iglesia y acto seguido comenzamos a preparar paquetes de víveres para visitar los hogares más necesitados. Debido a la escasez de agua, la lejanía de unidades de salud y la dificultad de transporte, era frecuente ver personas que padecían todo tipo de enfermedades, desnutrición, o que habían nacido con alguna malformación en el rostro o en el cuerpo, pero que conservaban siempre una sonrisa acogedora.

Preparando los víveres para las familias

Una de las señoras mayores que visitamos tenía un hijo que llevaba 10 años postrado en cama, su otro hijo había fallecido, y nos contó que de vez en cuando su hijo, que no podía hablar, bromeaba riéndose él solo. Nos dijo que nuestra visita le llevaba mucho consuelo y se mostró profundamente agradecida por la ayuda alimentaria, diciéndonos como ella procuraba poner siempre su confianza en Dios.

Por la tarde del martes santo, después de rezar el Rosario, preparamos una catequesis sobre el Triduo Pascual. Fue muy conmovedor ver cómo, al principio, los niños se acercaban tímidamente, todos despeinados y con la cara sucia por el polvo del camino, algunos iban descalzos y les apenaba entrar en la iglesia. Les dimos unos pocos juguetes que nos donaron y dulces en abundancia, y pronto nos tomaron confianza y cariño.

Al día siguiente, hicimos el mismo plan, pero gracias a Dios se sumaron los refuerzos de Leo y Danilo, quienes hicieron grandes aportes en la jornada. Leo, que está cursando los últimos años de la carrera de medicina, aprovechó para dar algunas recomendaciones a los enfermos de la comunidad para que se cuidaran mejor con algunas normas básicas de higiene. Danilo, que estudió pedagogía, preparó algunos juegos y dinámicas con los niños al terminar la catequesis sobre la Eucaristía.

El jueves, fuimos a la iglesia y organizamos algunos juegos como "sillas musicales", "mar y tierra" y rompimos las piñatas. Nos dio mucha alegría ver como una niña, a pesar de su pobreza, también quería compartir con nosotros lo único que tenía, regalándonos algunos de los dulces que había recogido de la piñata.

Oficios del Jueves Santo

¡Pero teníamos que preparar la Misa de la Cena del Señor y se estaba haciendo tarde! Marco se dedicó a cortar unas flores y José Mario sacó sus habilidades artísticas preparando los floreros para el lugar de la reserva del Santísimo. Colocamos el altar con una tela de fondo. Uno de los niños, nos ayudó entusiasmado con el proyecto, llevando unos ladrillos para dar más altura a los palos que sostenían la tela de fondo. Después se puso contento cuando le explicamos que era para "preparar un lugar bonito" para Jesús.

Terminamos el Workcamp con los Oficios de la Pasión del Señor. En esas horas donde recordamos la muerte del Señor, reflexionamos en cómo Jesús pasó también muy cerca de nosotros a través de todas las personas con las que compartimos, trabajando como trescientos y haciendo el ruido de tres.