Recuerdos de Oxford

Dancho Azagra, antiguo residente del Exeter College de Oxford, cuenta su experiencia personal como estudiante y joven profesional en Inglaterra.

Escribo estas líneas después de regresar a Londres, tras uno de los viajes que he realizado durante los últimos meses por razones de trabajo a España, mi tierra natal.

Recuerdo muy bien otro viaje que hice a Londres desde España, hace casi doce años. Entonces tenía diecinueve y acababa de terminar primero de Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Cataluña. Había pedido la admisión en el Opus Dei algún tiempo antes y viajaba hacia las Islas con cierta inquietud, porque al otro lado del Canal me esperaba una nueva Universidad –Oxford- y un nuevo país. 

Era una inquietud ilusionada, porque pensaba, y sigo pensando, que estudiar en otro ambiente enriquece mucho: abre el corazón, lo libera de empequeñecimientos espirituales y culturales, y le ayuda a comprender a otras personas, mentalidades y culturas.

J.R.R. Tolkien, antiguo alumno de Exeter

Me admitieron en Exeter College para cursar Engineering Science. El college tiene casi setecientos años de historia. Estudiaron allí grandes personajes como William Morris, Roger Bannister y J.R.R. Tolkien. 

Como todos los estudiantes, residí durante mi primer curso en los edificios del college. Me asignaron una habitación en la última planta, con dos altos ventanales góticos. Me gustaba contemplar desde allí, por encima de los tejados de la ciudad, la panorámica de los edificios y antiguos colleges. Ante mí, cercanos y solemnes, se alzaban los muros de Balliol College y Trinity College.

Fue una experiencia magnífica tanto desde el punto de vista humano y académico, como del apostólico. Durante esos años en Oxford conocí las grandes tradiciones universitarias inglesas, que sigo manteniendo: dentro de una semana, por ejemplo, nos reuniremos en Exeter College los antiguos de tres promociones para una cena de etiqueta. Antes de comenzar el rector –la rectora, en la actualidad- bendecirá la mesa con la fórmula de costumbre:

-Benedictus benedicat.

Y al final tendrán lugar los discursos y el tradicional brindis por la Reina.

Me resultó muy interesante el paso del sistema napoleónico vigente en las escuelas de ingeniería de tantos países del Continente, al sistema de enseñanza británico, mucho más personalizado y pragmático. Mis amigos de España no se creían que sólo tuviéramos exámenes… ¡al final del primer año y al terminar el tercer curso! 

Descubrí las ventajas del sistema de tutorías, en el que el alumno se enriquece con la guía intelectual de sus tutores, docentes de prestigio, que enseñan a trabajar, y sobre todo a pensar. No es extraño que un buen número de las grandes figuras inglesas hayan estudiado en las bibliotecas de esta Universidad.

Hice amistad con personas de diferentes credos y ópticas culturales. Muchos no creían en Dios y otros eran anglicanos, protestantes, judíos, musulmanes, o de religiones orientales. Y no faltaban los católicos, como mi vecino de habitación, que estudiaba Teología.

También conocí a un estudiante chino, educado en Inglaterra y converso al catolicismo, que editó con gran sentido apostólico un libro titulado Cristianity: An Introduction to the Catholic Faith, en el que se explican las nociones fundamentales de la fe católica. Luego, fue distribuyendo personalmente miles de ejemplares entre los universitarios de Oxford. Durante esos años hubo un buen número de conversiones de estudiantes al catolicismo y los domingos asistían a Misa en el oratorio de la capellanía católica de Oxford cientos de universitarios. 

Grandpont House

Cuando acabé el primer curso, me trasladé a vivir a Grandpont House, un centro del Opus Dei en Oxford. Allí fui conociendo algo de la historia del Opus Dei en Inglaterra, donde, como en el resto de los países, los comienzos no fueron fáciles. El primer miembro del Opus Dei que vino a las Islas fue Juan Antonio Galarraga, un joven farmacéutico -numerario del Opus Dei, como yo- que acababa de doctorarse brillantemente en Farmacia. Llegó un sábado, el 28 de diciembre de 1946, para trabajar aquí y dar los primeros pasos del Opus Dei en estas tierras.

"Lo habitual en cualquier persona del Opus Dei es compartir con los compañeros de trabajo la maravilla de la vida cristiana"

Contaba don Juan Antonio –que se ordenó sacerdote años después- que cuando llegó a Londres todavía se veían muchos escombros por las calles de la ciudad a causa de los bombardeos de la II Guerra Mundial. Los alimentos estaban racionados y en los hoteles se servía un único menú.

Por lo demás, tanto él como los que vinieron después, hicieron lo habitual en cualquier persona del Opus Dei: fueron conociendo a los compañeros de trabajo y compartiendo, con los amigos que iban haciendo entre ellos, la maravilla de la vida cristiana.

Universidad de Oxford

Bastantes meses después de su llegada, en junio de 1947, se puso el primer centro del Opus Dei en Inglaterra, en Rutland Court, al sur de Hyde Park.

Cuando se instalaron allí la casa estaba completamente vacía, y no había ni un mueble, porque no tenían dinero para más. Habían logrado alquilarla superando numerosas dificultades económicas y se mudaron con sus maletas por todo ajuar, ante la mirada asombrada del portero.

Más tarde alquilaron unas cuantas camas y varias sillas: lo imprescindible. Y poco a poco fueron amueblando aquel primer centro, donde residieron durante cinco años. Iba una vez por semana el sacerdote de la parroquia –un oratoriano- a celebrar la Santa Misa y a renovar el Santísimo. En ese centro conocieron el espíritu del Opus Dei los primeros ingleses de la Obra, como Michael Richards o Cormac Burke.

Los ventanales góticos de Exeter

A lo largo de estos años en Inglaterra he podido palpar la universalidad del espiritu del Opus Dei, y como se ha enraizado en culturas diferentes a la española, donde nació. He visto a personas de tradiciones y maneras de pensar muy distintas beneficiándose de los medios de formación que imparte el Opus Dei. 

Esto me ha recordado algo que decía San Josemaría: el mensaje del Opus Dei no está ligado a una cultura o a una forma de pensar de un lugar, ni tampoco pretende solucionar los problemas de un determinado país o una situación social particular. Quizás en nuestro mundo actual lleno de tantas tensiones, esta grandeza de miras sea algo difícil de imaginar, pero sin duda es de las cosas más atractivas que he descubierto en el Opus Dei.

En Inglaterra después de más de cincuenta años, contamos con varias labores apostólicas, y hay centros en diversas zonas de Londres y en otras ciudades. Yo vivo en uno de ellos, Kelston, al sur de Londres.

Oxford Circus

Trabajo cerca de Oxford Circus, en una consultoría de ingeniería. Me gustan especialmente los proyectos que transforman lugares públicos, convirtiéndolos en fuente de futuro desarrollo ciudadano. 

Por mi profesión, me relaciono con mucha gente: arquitectos, clientes, contratistas, consultores… Muchos de mis colegas, cuando se enteran que soy católico y que practico mi fe, me comentan sus problemas y sus dudas, y con frecuencia acabamos charlando de los puntos del catolicismo que no comparten, que desconocen, o en los que desean profundizar. 

 

"En mi vida me ayudan las enseñanzas de San Josemaría, que consideran el trabajo como un camino de verdadera santidad con el que podemos transformar el mundo"

Recientemente un compañero de trabajo protestante me preguntó cómo podía vivir “en cristiano” dentro del ajetreo de su vida profesional, que es particularmente agitada. Le hablé de lo mucho que me ayudan en mi vida las enseñanzas de San Josemaría, que consideran el trabajo como un camino de verdadera santidad con el que podemos transformar el mundo, transformando las actividades de cada día en un encuentro personal con Dios.

Le interesó mucho esta nueva perspectiva del trabajo, que transciende el estrecho horizonte de los fracasos y los éxitos profesionales de cada uno, de ese no saber ver más allá del propio “tejado” personal, y lleva a convertir los afanes de cada día en un servicio a los demás y en una ocasión para compartir las grandes aspiraciones espirituales con los colegas de profesión.