El Prelado del Opus Dei en Ecuador
El viaje del Prelado del Opus Dei por los países andinos continúa ahora en Ecuador, donde permanecerá del 8 al 12 de agosto para reunirse con jóvenes, familias y quienes participan en actividades inspiradas en el mensaje de san Josemaría.
- La preparación del viaje
- Jueves 8 de agosto - Bienvenida del Prelado
- Viernes 9 de agosto - Con familias y sacerdotes en Quito
- Sábado 10 de agosto - Encuentro en Guayaquil
- Domingo 11 de agosto - Último encuentro en Quito
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Domingo 11 de agosto
Desde muy temprano en la mañana del domingo 11 de agosto, el colegio Intisana de Quito recibió a personas de diferentes partes de Ecuador. Al llegar, los esperaba un “Museo de san Josemaría”, una exposición con motivo de los 50 años de su viaje al país.
Para comenzar, un grupo de jóvenes interpretaron “Por tierras y mares”, una canción que le gustaba al fundador del Opus Dei. Luego comenzaron las preguntas. La primera dio pie para que el Prelado resaltara la necesidad del trato personal: “El apostolado de la amistad es transmitir de persona a persona lo que se tienen en el corazón” dijo. Sobre la santificación en el trabajo, resaltó que el ejemplo ayuda mucho a los colegas y es un apostolado muy eficaz.
En relación al Congreso Eucarístico Internacional que se desarrollará en Ecuador el próximo mes, le preguntaron cómo aprovechar esa ocasión para crecer en amor a la Eucaristía. Mons. Ocáriz los animó a llenar el alma de agradecimiento porque Jesús se nos da como alimento en la Santa Misa y al recibirlo nos identificamos con Él. Antes de continuar con más preguntas, unos hermanos cantaron una canción que hacía alusión al cariño de Dios que nos abraza desde el cielo.
“Teneis las entrañas de estas montañas inmensas llenas de riquezas y el corazón de este pueblo también”. San Josemaría
Andrés, piloto de profesión, le preguntó acerca del desafío de conciliar la familia y el trabajo. Mons. Ocáriz le aconsejó que, en el orden de las prioridades, las familiares fueran siempre las primeras. Animó a los esposos a dar tiempo a lo importante, pedir luz al Señor para su relación y llevar con alegría los desórdenes inevitables.
Entre los asistentes, estaba Ángela, quien contó sobre la labor de AFAC (Fundación de Ayuda Familiar y Comunitaria), en la que se acompañan a mujeres embarazadas en situaciones vulnerables. Mencionó que han atendido a más de treinta mil personas y han recibido a más de cinco mil bebés de madres que tuvieron intención de abortar. Pidió oraciones al Prelado para poder continuar con esta labor.
A continuación le preguntaron por algún recuerdo sobre san Josemaría, y mencionó que era una persona extraordinaria pero también muy normal. Su santidad se veía en el cariño que tenía a la gente y en cómo estaba atento a los demás. “La santidad de san Josemaría estaba en conjugar lo sobrenatural y lo humano”.
Encuentro con jóvenes: transformar el sufrimiento en alegría
Durante la tarde, tuvo dos tertulias con jóvenes en la casa de retiro Ilaloma. En la primera, Stephanie le contó que a los 10 años se bautizó e hizo su primera comunión. Luego le preguntó cómo seguir creciendo en su vida espiritual. Mons. Ocáriz le sugirió acudir siempre al “Pan y a la Palabra; oración y Eucaristía; a través de estos medios Dios responde con bellas ideas”.
Sobre la falta de tiempo en un mundo tan acelerado, les dijo que era importante tener un propósito; buscar el tiempo oportuno para cada cosa y luchar sin desanimarse cuando no hay ganas de hacer lo que corresponde. Ayuda mucho el orden y ser flexible, acotó.
En la última jornada, Emilio contó sobre los momentos duros que vivió con su familia por una intervención médica que lo tuvo en cuidados intensivos. El Prelado explicó que la cruz de Cristo fue redención para el mundo y lo que podamos sufrir también redime. Del sufrimiento se puede hacer un gran bien a la humanidad. “Podemos pensar en el Señor en la Cruz que transforma el sufrimiento en alegría”.
La mañana del 12 de agosto, el Prelado se dirigió al aeropuerto para tomar un vuelo rumbo a Bogotá, Colombia, donde hara la última etapa de su viaje por América.
Sábado 10 de agosto
Desde las nueve de la mañana del sábado las familias empezaron a llegar al colegio Torremar de Guayaquil, donde en un par de horas sería el encuentro con Mons. Fernando Ocáriz. En el escenario, la imagen de la ermita del colegio aguardaba el momento.
Acudieron personas de varias partes de Ecuador. El clima un poco más fresco de lo habitual favorecía el ambiente de alegría por poder compartir un rato con el Padre.
Minutos antes de las 11:30 la Orquesta de Cámara del Colegio Delta interpretó varias canciones para dar la bienvenida al Prelado, entre sonrisas y aplausos llenos de cariño. Al finalizar la interpretación de “La Morenita”, Mons. Ocáriz dio las gracias a las jóvenes. Sus primeras palabras hicieron referencia a un texto de san Pablo de la 2.ª Carta a los Corintios: “Dios ama al que da con alegría”. Dios quiere que seamos felices, explicó el prelado, y para ser felices, querer a los demás y preocuparse por ellos sin esperar cosas extraordinarias. El heroísmo está en la generosidad permanente, en la constancia diaria, comentó.
El primero en preguntar fue Ángel, un joven abogado que pronto se casará con Verónica; le pidió al Prelado algún consejo para lograr un hogar feliz y ser fieles toda la vida. D. Fernando le explicó que el matrimonio se funda en una entrega generosa al otro. “Cuando pasan los años, los aspectos más románticos disminuyen, pero permanece el amor, el deseo profundo del bien a la otra persona”.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando Stephany contó cómo ha sobrellevado las dificultades de su vida con su primer hijo prematuro y el segundo con síndrome de down, y tras 10 años rezando a la Virgen y a san Josemaría por su matrimonio, se casará por la Iglesia. Ante esta muestra de confianza en Dios, el Prelado animó a todos a ser como los apóstoles que pedían a Jesús que les aumentase la fe: “Del mal natural sacar un bien espiritual”, comentó.
También se refirió a la dedicación a los hijos como un deber primordial y fuente de crecimiento personal que agranda el corazón. “El tesoro más grande que tienen los padres son los hijos. La oportunidad de edificar almas de hombres y mujeres”. “La vida ordinaria -añadió- es lo que Dios ha puesto en nuestras manos para hacer el bien en la familia, trabajo, amistades, descanso. Todo es motivo de amor a Dios y servicio a los demás”.
El encuentro estuvo lleno de momentos artísticos. Una pareja de estudiantes de los colegios Jacarandá y Montepiedra realizaron una demostración de amorfinos —poemas de amor tradicionales— y bailes típicos de la costa ecuatoriana. Además, llevaron un sombrero montubio como regalo para el Padre. También dos artistas estuvieron pintando en vivo un lienzo capturando el encuentro entre paletas y colores, y un grupo de profesores del colegio anfitrión cantaron otras canciones.
Al finalizar, más de 2000 personas rezaron el ángelus junto al Prelado y recibieron su bendición.
Durante la tarde compartió algunos ratos con familias y amigos en la Iglesia Rectoral San Josemaría Escrivá. Entre las conversaciones, mencionaron la labor social que se realiza en zonas vulnerables. El Prelado los invitó a mover el corazón de la gente que va allí a ayudar, y a llevar alegría al que más lo necesita. “Lo dice el Señor, lo que haces por el que más lo necesita, lo haces por mí”, concluyó.
Viernes 9 de agosto
Durante la mañana y tarde del viernes, el prelado del Opus Dei saludó a varias familias que lo esperaban en la casa de retiro Ilaloma.
Abuelos, padres, hijos y nietos participaron en la conversación con el Prelado para contarle sobre sus vidas y familias. Dos de las presentes, habían saludado a san Josemaría en el aeropuerto de Quito en 1974, desde los hombros de su papá, cuando apenas eran unas niñas.
Tras uno de los encuentros, María José, con su hija Florencia en brazos, comentaba que “a pesar de tener que saludar a muchos, su gesto fue como el de un padre que conoce y aprecia a cada uno de sus hijos, con la naturalidad y la confianza que solo se dan en una relación auténtica y llena de cariño”, pues en la familia eran 11 hermanos y 18 nietos.
Al terminar la tarde, Mons. Ocáriz tuvo un encuentro con alrededor de 40 sacerdotes diocesanos y algunos seminaristas.
“Los sacerdotes no transmitimos solo ideas o doctrinas sino a Jesucristo”. El Prelado resaltó la importancia de la Eucaristía como centro y raíz de la vida interior: “cada persona vale toda la Sangre de Cristo, un alma vale todo nuestro esfuerzo”, explicó.
El Padre Eduardo vive en Lita al norte del país, dónde hay una mayoría de población indigena Awa. Relató como, desde el 2020, de una población de 5,000 personas, 600 se han bautizado, y un número significativo de matrimonios esperan formalizarse. Fue una oportunidad para mirar este servicio a las almas con optimismo y esperanza.
Al final, el Prelado animó a todos a ser instrumentos de unidad, a fomentar la fraternidad sacerdotal y estar unidos en oración por el Papa Francisco.
Jueves 8 de agosto - Bienvenida del Prelado a Ecuador
Alrededor del mediodía del jueves 8 de agosto, llegó Mons. Fernando Ocáriz a tierra ecuatoriana. Tres familias lo esperaban en el aeropuerto de Quito con flores, tarjetas escritas por los niños y un par de carteles.
Irene, presente con su marido Alfredo y sus tres hijos, es venezolana y aprovechó para agradecerle sus oraciones por la paz en su país.
Uno de los carteles de bienvenida, contenía un mensaje con una fórmula que hacía alusión a los estudios de física del Padre P=mxg (“Padre muchas gracias por: rezar por nosotros, su alegría, por visitarnos, por querernos”).
Durante la tarde compartió un encuentro en el centro Solana. Ahí hubo espacio para conversaciones, cantos y la presentación de un baile típico de la sierra ecuatoriana. Las muestras de gratitud por su cercanía no se hicieron esperar, a lo que él respondió: “las gracias, para Dios”.
Antes de terminar el día, saludó a algunas familias. En una de esas conversaciones, Mauricio le enseñó al Prelado una foto que su padre, Simón, se había tomado con san Josemaría en Quito. Ahora, exactamente 50 años después, Mauricio deseaba "repetir" esa misma fotografía junto a él.
En la noche, durante un breve encuentro en Ilaloma varios de los asistentes contaron al Padre de los cuidados que procuran tener con las personas mayores con las que viven, algunas de ellas un poco enfermas y limitadas. El Prelado les agradeció esos esfuerzos y les invitó a seguir cuidando el orden en la caridad y en especial, con quienes más lo necesitan.
La preparación del viaje
San Josemaría llegó a Ecuador el 1 de agosto de 1974, llevando un mensaje. A raíz de ese viaje comenzó el de tantos ecuatorianos y ecuatorianas que, con su trabajo, han hecho vida ese mensaje llevándolo a distintos lugares del país, con el deseo de mejorar la sociedad en la que viven.
Conozca el calendario de encuentros del Prelado en Ecuador y Colombia