Cada vez es más frecuente entre los estudiantes holandeses participar en tareas sociales o de voluntariado. Lo que no todos saben es que no es necesario irse lejos del propio país para encontrar gente que necesita ayuda, comprensión o simplemente un rato de compañía. En Leidenhoven, este espíritu se vive desde siempre de acuerdo con el ejemplo de san Josemaría, que pasó muchas horas entre los enfermos y los pobres de los hospitales y barriadas populares de Madrid. “Los holandeses –comenta uno de los voluntarios, Anton Schins- solemos pensar que en nuestro país no existe pobreza real. Pensamos que la pobreza sólo tiene que ver con el dinero, y que las prestaciones garantizadas por el Estado son suficientes para eliminar la pobreza. En Leidenhoven tenemos la experiencia de que existe otro tipo de pobreza”.
A pesar de las buenas prestaciones sociales, en muchas ciudades como Amsterdam no son pocas las personas mayores que se encuentran solas. En ocasiones, sus familias viven lejos, y sólo esporádicamente pueden encontrarse. Otras veces, las familias están divididas: son situaciones más tristes.
En sus visitas a ancianos, los residentes de Leidenhoven han realizado diversos trabajos, desde cambiar de sitio un armario hasta pintar una pared. Aunque estos pequeños arreglos materiales son muy útiles a los ancianos, lo que más valoran las personas visitadas es poder hablar un rato, de sus ocupaciones, de sus problemas, de sus sueños, con los jóvenes.
En la fiesta de San Nicolás
Una oportunidad especial de visitar a los más necesitados la ofrece el día de san Nicolás, que en Holanda es una fiesta muy popular y recibe el nombre de Sinterklaas. Si en algunos países quienes traen regalos en Navidad son el Niño Jesús o los Reyes Magos, en Holanda es Sinterklaas. El santo llega a las casas de los holandeses el 5 de diciembre por la noche, acompañado por un séquito de pajes que serán los encargados de bajar por las chimeneas a las habitaciones de los niños.
Alrededor de esa fecha es usual encontrarse por toda Holanda a los Sinterklaas, yendo de un colegio a otro, también a los hospitales, a los asilos... Ya es tradición que los residentes de Leidenhoven se encarguen de que san Nicolás visite a los ancianos y enfermos del barrio. Hace falta un coche, un chofer, un Sinterklaas y un paje de color, un Piet.
Los estudiantes encuentran en cada visita una sorpresa. En dos días realizaron once, y todas ellas les pusieron en contacto con historias sencillas pero impactantes. El primer día los voluntarios fueron a la casa de una familia en la que la madre estaba gravemente enferma. A continuación pasaron por la casa de una señora que en mejores tiempos había trabajado como escultora, pero que desde hace algunos años padece reúma en las manos. “También visitamos a una señora mayor –cuenta un Sinterklaas de Leidenhoven- que estuvo muy amable con los visitantes. Es ciega y conserva el buen humor en las duras circunstancias que ha tenido que vivir. Recuerdo que estuvimos también con una mujer anciana que no ha podido salir de su casa en los últimos treinta años... Lo más impresionante es que todo esto sucede en tu misma ciudad”. Se entiende por eso que Sebastiaan, un residente de Leidenhoven, comentara después de la tercera visita que realizó: “Mi visión de la vida ha cambiado y mis circunstancias ya no son las mismas”.
Este tiempo dedicado a los demás es un motivo de sorpresa y alegría para los jóvenes. No lo es menos para las personas visitadas, quienes además consideran un gran honor poder recibir en su casa a san Nicolás. Anton recuerda el siguiente suceso: “Ton, uno los vecinos que con más frecuencia visitamos, no puede moverse de su casa. Por una grave diabetes tuvieron que amputarle una pierna. Estos últimos días estaba griposo y temía no poder recibir a Sinterklaas. Sin embargo, el día antes nos llamó por teléfono para decirnos: ‘Ya estoy mucho mejor. Por favor, decid al santo que venga a visitarme’”.