«Necesitamos mostrar ‘el color’ de la vida y de las personas»

Fran y María recalaron en el sector de la moda por casualidad, pues él era historiador y ella había estudiado Derecho. Unos años más tarde dirigen una prestigiosa escuela de moda, en la que procuran formar creativos “con alma”.

“La modelo es una persona, tiene dignidad y no es un objeto para mostrar una prenda de vestir. Ante todo es una persona y, cada vez más, te das cuenta de que el mundo está deseando encontrar profesionales que vivan una coherencia de vida”. Quien así habla es Fran que, junto a su mujer María, creó la Escuela Sevilla de Moda, que imparte formación en este ámbito.

Esta escuela nació hace más de veinticinco años. Lo recuerda bien María: “recibí una llamada de teléfono de mi marido: su tía iba a dejar una academia de corte y confección y me preguntaba si quería dar continuidad al negocio. Le respondí que yo no tenía nada que ver con aquello porque había estudiado Derecho”.

Ella no sentía ningún atractivo por la moda. Pero, continúa María, “en esos momentos estaba en unos días de retiro espiritual y había leído una carta del entonces prelado del Opus Dei, don Javier Echevarría, en la que hablaba de que los cristianos y, en concreto, los fieles del Opus Dei, debíamos promover una nueva legislación, una nueva cultura, una nueva moda coherentes con la dignidad del ser humano, como hijos de Dios. Y entonces, se ‘me encendió una bombilla’ y me animé a ‘meterme en líos’, porque era una oportunidad para poner mi pequeño grano de arena en esa nueva moda…”.


Entrevista de hace varios años, en las que María relata cómo puso en marcha esta escuela de moda, junto a su marido.


Junto a Fran analizaron con la mayor objetividad posible de qué manera podían aportar esa nueva cultura en el sector de la moda. “Conseguimos entrar y hoy día nos hemos posicionado como una gran empresa de reconocimiento nacional e incluso internacional en la organización de los eventos de moda. También colaboramos con otras administraciones e instituciones y organizaciones empresariales a través de nuestra agencia de modelos”.

Procuran formar creativos, pero creativos con alma, “porque -recalca Fran- no todo vale en el sector de la moda, no todo vale en el sector del diseño. Hay que saber decir que no, hay que saber marcar líneas rojas más allá de las cuales el sector no debe ir. Y eso, que consideramos en su día que era nadar contracorriente, se ha convertido en un viento a favor”.

Con el tiempo María cambió su percepción sobre la moda: “En realidad hay mucha parte de superficialidad, hay mucho de postureo. Eso es cierto pero a la vez también existe un mundo profesional. Por tanto, como cualquier otra profesión digna es susceptible de ser santificada. Esta realidad a la que nosotros nos dedicamos, que es nuestro trabajo profesional, nos puede llevar a Dios, como las otras profesiones. Esta posibilidad de santificarnos en nuestra profesión la hemos aprendido del espíritu de san Josemaría Escrivá”.

La excelencia humana, belleza, elegancia, creatividad y buen gusto hay que casarlas con la realidad del negocio. Por eso “hay que armonizar ese espíritu joven diseñador y ese espíritu de vanguardia, de modernidad. Incluso hasta, por qué no, de agresividad visual. Hay que casarlo con un carácter comercial, hay que vender lo bonito, bonito, lo bello, bello, porque además, lo bello vende”, explica Fran, quien continúa: “Lo feo, no es atractivo. Buscamos personas de color. Estoy cansado ya de personas grises, personas oscuras. El mundo está deseando que vengan generaciones de creativos que piensen en colores, que aporten al mundo luz, alegría, porque el mundo está necesitado de esa alegría y esa esperanza”.

Fran conoció el Opus Dei gracias a san Juan Pablo II, “porque él me lo recomendó, me dijo: eso que tú buscas, existe: busca el Opus Dei”. Y es que san Juan Pablo II fue para él una figura muy importante, que marcó su futuro personal, profesional, vocacional. “Me orientó en mi deseo de formar una familia y en elegir también este camino profesional que es el sector de la moda y de la empresa. Yo era historiador y me podía haber quedado estudiando como lo hizo una compañera de mi clase, que estaba trabajando en los archivos vaticanos, el trabajo más bonito que existe. Aunque no es del todo así, el trabajo más bonito del mundo es el de la moda”.