Cuando se presentó en Perú el libro para niños “Blanco y los viajes a Barbastro”, que ilustra la vida de san Josemaría, diversos medios de comunicación manifestaron interés por entrevistar a personas del Opus Dei o con devoción al santo. Fue así, detrás de las cámaras, donde nos conocimos.
Mientras nos preparábamos para las entrevistas empezaron las miradas, cortesías e invitaciones a salir. Desde el primer día que nos conocimos tuvimos claro que san Josemaría nos veía con especial cariño desde el cielo acompañándonos en cada set de televisión o estudio de radio y después en cada uno de los días de enamorados.
San Josemaría decía que bendecía el matrimonio con las dos manos y lo hacía con dos porque no tenía cuatro. Fue así que llegó el día de nuestro matrimonio casi a los dos años de conocernos.
En 2011 llegó nuestra primera hija, Loreta. Así, la familia fue creciendo, con los ajetreos, dificultades y pruebas propias de cualquier familia, una vida que también está llena de alegrías, entusiasmo, e ilusión con cada hijo que viene al mundo. Llegaron después Agustina y Mariano.
Nuestro cuarto hijo nació el 26 de junio, aniversario del nacimiento del fundador del Opus Dei, así que también él se llama Josemaría. Este último embarazo no estuvo exento de dificultades. Cuando nos enteramos que Natalia estaba embarazada, dos médicos nos dijeron que no daban ni un treinta por ciento de probabilidad de que lleguase a buen término. Sin embargo, Natalia –después de 38 semanas- dio a luz a Josemaría. Era el sétimo embarazo, pues habíamos perdido a tres niños antes.
En el 2014, cuando ya habían nacido Loretta y Agustina, se nos presentó la oportunidad de mudarnos a Colombia donde vivimos dos años. Tomar una decisión así no fue fácil, pero el desafío profesional valía la pena.
Llegamos a Bogotá sin conocer a nadie pero fue entonces que nos sentimos que el Opus Dei es una familia en todo el mundo: muy pronto hicimos un grupo de amigos que nos hicieron sentir como si estuviéramos en el Perú. Nos llamaba la atención cómo la gente que compartía el mismo deseo de santidad en la vida ordinaria se volcase con nosotros para facilitarnos la vida. Aquello tenía el sabor del trato que debía de haber entre los primeros cristianos, allá por los primeros siglos. Allí también nos tocó vivir uno de los momentos más difíciles en la historia familiar, esperábamos a nuestro tercer bebé pero Dios, que siempre sabe más, lo llamó a su lado antes que viera la luz.
Y llegó el momento de volver a Perú. En Colombia nació Mariano: con él ya éramos cinco en la familia y nos vinimos a Piura. Aquí seguimos nuestro desarrollo profesional.
Lo que más agradecemos de nuestra vocación a la Obra son esas pequeñas grandes enseñanzas que san Josemaría nos dejó para saber llevar las pequeñas cosas del día a día con mucho amor a Dios y a los demás: los minutos de oración, vivir la santa Misa con especial recogimiento cada día, y tantas otras normas de piedad. Son ayudas para construir una familia luminosa y alegre.