Le recetaron unas pastillas, pero sus temblores no disminuían. Al pasar un mes del comienzo de los temblores, se engripó. Los temblores crecieron tanto que no podía ni llevarse la comida a la boca. (...). Al verse así entró en un pozo depresivo que le incrementó los temblores.
En ese momento pensé que don Álvaro del Portillo podría hacer un milagro y comencé a rezarle una novena. Tres días después de terminada la novena, los temblores desaparecieron y mi madre volvió a su vida normal. Hoy extiende sus manos y no le tiemblan lo más mínimo. Ahora que conseguí este milagro de don Álvaro, le encomiendo todos mis problemas, que son unos cuantos, esperando su ayuda.
E.S. (Uruguay).