Un Pastor y Padre

Últimamente nos insistía en afán apostólico y en vivir con todos el mandamiento de la caridad. Era mucho lo que llevaba encima, y se le aplica lo que escribió San Pablo: "Pienso que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá".

El día 12 de diciembre, fiesta de Guadalupe, en todas las iglesias católicas de México se leyó el Evangelio de la visitación de la Virgen a su prima Isabel, que se sorprende diciendo: "¿de dónde a mí tanto bien que venga la madre de mi Señor a visitarme?".
Esto mismo es lo que le sucedió a Monseñor Javier Echevarría, en la misma fiesta, en Roma: la Virgen vino a recogerlo.
Unos momentos antes de morir, le preguntaron si quería que le acercaran la imagen de la Guadalupana para que la pudiese ver, pero dijo que no porque ya sentía su presencia.
Y también en eso se cumplió el anhelo que tenía de seguir siempre los pasos de San Josemaría Escrivá, que murió delante de una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Dentro de la Iglesia católica ha fallecido un Obispo, a quien el Papa estimaba enormemente. Quienes somos fieles de la prelatura del Opus Dei sentimos la pena por la pérdida de un padre, de un pastor, una pena tanto más grande por cuanto lo conocíamos, le amábamos y nos amaba.
Estuvo varias veces en Monterrey, la última de ellas en 2009, prodigándose en detalles de cariño y derrochando optimismo apostólico. Muchos sentimos que se nos ha ido al Cielo el que nos daba el alimento oportuno, el que velaba por nosotros día y noche, como un centinela, velando por nuestra felicidad.
Podemos afirmar que en estos momentos, lógicamente, nos une el dolor, pero es un dolor que nos hace humildes, obedientes y dóciles a la voluntad de Dios, y le decimos precisamente como la Virgen: hágase según tu palabra.
Al mismo tiempo es momento de encender la esperanza; una esperanza que se funda en la palabra de Jesús, que antes de irse al Cielo nos prometió: "cuando me haya ido les prepararé unas moradas, para que donde yo estoy estén también ustedes".
Desde muy joven respondió a una llamada divina de predilección, y pidió su admisión en el Opus Dei, y luego Dios lo llevó a estar muy cerca de San Josemaría por muchos años.
Llegó a ser el Prelado del Opus Dei, misión que asumió con la conciencia de que iba a ser padre de una familia numerosísima, y en eso gastó su vida: en alimentarnos con su palabra, arroparnos con su oración, protegernos con su fortaleza. Y Dios le tenía reservada la recompensa para aquellos que le aman.
Ciertamente llevó sobre sus hombros una carga grande, pero nos dio ejemplo de cómo confiar en el Señor, de cómo sacar toda la fuerza de la comunión con Cristo en la eucaristía, nos metió siempre por caminos de amor a la Virgen, fue ejemplar en su unión al Papa.
Últimamente nos insistía en afán apostólico y en vivir con todos el mandamiento de la caridad. Era mucho lo que llevaba encima, y se le aplica lo que escribió San Pablo: "Pienso que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá".
Se marchó al Cielo a las 21:10 horas de Roma, después de recibir la unción de los enfermos, el día de la Virgen de Guadalupe. Fue una muerte repentina. Estaba en el hospital porque los médicos querían asegurarse de que ya estaba del todo bien después de una infección pulmonar.
Nos mandó decir que todo el tiempo nos encomienda a todos y a cada uno; que se dedicaba a ir con el corazón a todos los sagrarios de nuestras casa del mundo entero. Que por mucho que recemos por él, nos asegura que nos quedamos cortos en comparación de lo que él reza por nosotros.
El 12 de diciembre, Monseñor Javier Echevarría escuchó las mismas palabras que Juan Diego: "¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?".
Descanse en Paz.
El autor es Vicario del Opus Dei en Monterrey.
pcarlosnunez@gmail.com

    P. Carlos Nuñez

    El Norte