«Tú lo sabes todo, tú sabes que te amo»

Desde temprana edad, la vida del nuevo beato estuvo marcada por el dolor y el sufrimiento, pero también por la generosidad que le llevó a darle un amoroso "sí" a Dios.

¡Santo súbito!, pero, ¿qué significa la santidad en esta modernidad, comodina, indolente, frágil y asustadiza? ¿Quién quiere llegar a ser santo, si dicha idea supone un sacrificio, una renuncia? Sin embargo –en palabras de Valentina Alazraki– la idea de santidad con la que asociamos a Juan Pablo II es una idea muy humana, nos mostró el rostro humano de Dios, en asumir una paternidad universal, en acercar el cielo a la tierra, para que todos participáramos del misterio de la fe.

Su biografía, puede entenderse como el ejemplo más claro de superación y de confianza, no en un proyecto personal, sino en un propósito divino, algo así como lo que predicara en vida San Josemaría Escrivá –a quién canonizó el 2 de octubre de 2002 y a quien nombró afectuosamente "el Santo de lo ordinario"–: "La regla de oro de la Caridad: Dios, los demás y yo" .   Al asumir la Cátedra de San Pedro, el 22 de octubre de 1978, pronunció en su homilía una frase en la cual encontramos aliento e impulso: "¡No tengan miedo! ¡Abran de par en par las puertas a Cristo!".

Durante una tertulia con familias en la Ciudad de México, en julio de 2009, el Prelado del Opus Dei escuchó la narración de un milagro atribuido a Juan Pablo II  –el llamado por Alazraki en su libro "La luz eterna de Juan Pablo II" como "Un milagro mexicano"–.

Aquel sacerdote polaco respondió un ¡Fiat!, un ¡sí! amoroso, sin titubeos, escuchó una voz: “Karol, ¿me amas?” Y él respondió: "Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo".

Ana María Mondragón fue diagnosticada con un tumor cerebral maligno de seis centímetros mientras ella estaba embarazada, los doctores le sugirieron abortar, a lo que ella y su marido se opusieron. Ana María fue operada, le quitaron el 95 por ciento del tumor, la operación no dejó secuelas, siguió su embarazo el curso natural y dio a luz una sana niña a la que bautizaron con el nombre de Karola, en honor a Su Santidad, a quien pidieron este favor, y toda su historia luminosa y enternecedora a la vez, tiene signos que evidencian su intercesión.

En dicho encuentro Monseñor Javier Echevarría animó a los presentes a imitar al Papa que tanto quiso a nuestro país, al que llamó "México, siempre fiel", a seguir a ese Pontífice "que no ha tenido miedo en gastarse, que no ha tenido inconvenientes ni respetos humanos en presentarse ya mayor, con enfermedad tremenda y, sin embargo, por cumplir su misión iba adelante y ¿por qué?, porque se fiaba de la oración, sabia que no era Juan Pablo II, sino ese Dios que actúa a través de cada uno de nosotros y le trataba entrañablemente en la oración".

Aquel sacerdote polaco respondió un ¡Fiat!,  un ¡sí! amoroso, sin titubeos, escuchó una voz: “Karol, ¿me amas?” Y él respondió: "Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo".

Extracto de la colaboración publicada en noroeste.com el 1 de mayo de 2011.

Luis Roberto González Manjarrez // noroeste.com