Todo eso te enamora

Hace cuatro años, Gilberto llegó al Centro Escolar Acuautla en busca de trabajo… y lo encontró. Pero también descubrió una forma distinta de apreciar la vida en una comunidad donde la alegría y la dedicación trazan un futuro mejor para cientos de familias.

Mientras recorremos juntos las instalaciones del Centro Escolar Acuautla (CEA), su director no puede, ni quiere, ocultar la satisfacción que le brinda el hacer cabeza en una tarea compleja y valiosa. Lo delatan la sonrisa pronta y el empleo de un sustantivo que lo dice todo: «enamorado».  Así se asume ante el reto de conducir esta escuela establecida en una zona semi rural como tantas otras que, nacidas en un pueblo ―en este caso, San Francisco Acuautla, Estado de México―, han sido devoradas por nuestras grandes ciudades.

 

«A mí, aunque suena a una idea muy romántica, el CEA me ha cambiado la vida. Mi primer trabajo fue aquí y no he trabajado en ningún otro lado. Entré a los 18 años, no soy ex alumno del colegio, pero soy parte de la comunidad donde se estableció. Yo quería trabajar y estudiar al mismo tiempo, y como era técnico programador, vine a pedir empleo al profesor de computación. Ni siquiera había computadoras. Me dijeron: “Mira, sí hay trabajo, te contratamos por tres meses. Si llegan las computadoras, te quedas”. Y ya llevo trece años aquí.

Yo observaba a los profesores y veía su dedicación, su alegría por trabajar con los muchachos, con los padres de familia, lo agradecidos que éstos estaban... Todo eso te enamora.

 »El trabajar en el CEA me perfeccionó en la idea de lo que era trabajar. Me transformó directamente, porque me enfrentó con una realidad que yo no conocía: un trabajo arduo, bien hecho, es un trabajo que puedo ofrecer a Dios. Y todo esto no lo indicaba el “manual operativo” del colegio, sino que lo empecé a vivir con mis compañeros. Yo observaba a los profesores y veía su dedicación, su alegría por trabajar con los muchachos, con los padres de familia, lo agradecidos que éstos estaban... Todo eso te enamora, te dice internamente que hay que hacer más, y más y más. Y empiezas a interesarte en cómo ayudar al colegio. Creo que mi historia es la historia de muchos profesores». 

Aunque el colegio pertenece a una asociación civil, el Opus Dei ayuda a fortalecer sus cimientos gracias a la presencia de un sacerdote. Una vez por semana, él atiende espiritualmente a los alumnos que así lo deseen: pueden confesarse, asistir a la celebración de la Misa y llevar dirección espiritual, lo mismo ellos que sus familiares y los profesores. 

»Sin el espíritu del Opus Dei ―afirma Gilberto― sería difícil lograr lo que hemos alcanzado, porque aquí se vive un ambiente verdaderamente de familia. Los alumnos y sus padres te tratan como parte de su familia. Es increíble encontrarte, por ejemplo, a un ex alumno que viene al colegio, tres años después de haber salido, a pedirte un consejo escolar o familiar, pues recordó a sus profesores que le “jalaban” las orejas cuando veían su enorme potencial y que no lo empleaba al máximo, y que lo querían de verdad».

La conversación avanza y la voz de Gilberto no mengua en entusiasmo. Le apasiona coordinar a un equipo de 51 personas (35 de ellas, profesores) que se preocupan de cosechar en lo que, a primera vista, pareciera un terreno árido pero que, ellos saben, florece y florece. De primaria a preparatoria, cerca de 750 alumnos reciben una educación de tal nivel académico que «fuimos el primer colegio que hizo un convenio con el Tecnológico de Monterrey para que éste proporcionara los contenidos a nuestra preparatoria en línea. Pedimos la oportunidad y nos dijeron que sí. Les gustó la formación académica y humana que damos a los alumnos y el énfasis de la escuela en los valores.

 »Cuando iniciamos la preparatoria no teníamos nada. Las aulas que ahora se ocupan son prefabricadas. Los chavos tenían que venir en la tarde a tomar sus clases en los salones de secundaria, porque no teníamos computadoras: utilizábamos el laboratorio de cómputo de la secundaria. Así estuvimos todo un año hasta que conseguimos rentar las aulas actuales, ya que lo único que necesitan los muchachos para estudiar es la computadora.

 »El CEA vive gracias a un patronato que se llama “Educar, A.C.”, encargado de conseguir los donativos para cubrir la operación del colegio. Ésta es una escuela deficitaria. Para que tengas una idea del deseo de algunos padres por tener aquí a sus hijos, te cuento que muchos papás se dedican al transporte público y diariamente nos traen unos cuantos pesos para la colegiatura y nos dicen: “No puedo traer el dinero de la colegiatura mensual porque no los tengo, yo trabajo al día y diario tengo un ingreso”. Así funcionan muchos de los padres de familia del colegio. El 80% de ellos son obreros. Buscamos formas creativas para que vayan pagando poco a poco la colegiatura». 

En México, la pobreza de todo tipo lastima los ojos y el corazón. Pero es verdad que, si observamos bien, no todo es sequía. En el Centro Escolar Acuautla, los padres de familia, los profesores, el personal administrativo y los propios estudiantes descubren cómo, amando apasionadamente las diarias tareas, es posible sembrar un mejor futuro.