«Te pido lo que te pide el Padre»

La fidelidad heroica de don Álvaro hacia san Josemaría se hace patente en las sencillas anécdotas que relata el Dr. Carlos Rossell, quien pudo convivir con ellos en Roma durante algunos años.

Conocí a don Álvaro el 7 de octubre de 1961, cuando, llegué a Roma como alumno del Colegio Romano de la Santa Cruz . Ese día don Álvaro acompañaba a Mons. Escrivá de Balaguer, quien deseaba conocer a los alumnos que habíamos llegado al Colegio Romano. Don Álvaro nos saludó y después no dijo ni hizo nada, simplemente escuchaba sonriente. Durante el lapso de casi dos años que permanecí allí, siempre lo vi en actitudes similares. Nunca se separaba de san Josemaría y vivía pendiente de lo que pudiera necesitar. Para mí esto fue siempre prueba de cómo era el hijo fidelísimo de san Josemaría.

Su mayor influencia en mi vida fue este ejemplo de fidelidad, que se concretaba en hechos, como el que he oído narrar muchas veces. En una ocasión, don Álvaro estaba en cama, enfermo del hígado y con fiebre altísima. San Josemaría supo que no había dinero para pagar a los obreros que trabajaban en la construcción de Villa Tevere. Con gran pesar, pidió que don Álvaro se levantara y saliera a conseguir la suma necesaria. Sin chistar, don Álvaro se levantó y salió. Regresó muy noche. San Josemaría y otros miembros de la Obra lo esperaban preocupados. Cuando finalmente regresó, ante la mirada inquisitiva de san Josemaría, informó que el dinero ya estaba conseguido. “¿Cómo lo conseguiste, hijo mío?”, preguntó san Josemaría. “Como siempre, Padre, obedeciendo”.

Don Álvaro fue un ejemplo heroico de fidelidad al Fundador. En los periodos que viví con ellos, puedo afirmar que nunca le dijo que no a san Josemaría en nada de lo que le pidiera. Ya está escrito en mucho sitios cómo san Josemaría le consideraba la roca firme en quien podía apoyarse, con certeza de que nunca le iba a fallar. No obstante, no era una fidelidad y obediencia mecánica: siempre que juzgaba oportuno, intervenía para hacer notar algo que san Josemaría quizá no había tenido en cuenta. Incluso, como encargado de su aspecto espiritual, varias veces lo vi intervenir para corregir al Fundador, si era necesario. Tanto que alguna vez que le indicó algo, le dijo: “No me pasas una, Álvaro”.

Y se hizo legendaria la actitud de hacer o usar lo mismo que san Josemaría, ya fuera comer su misma dieta, o usar un foco de la misma intensidad sobre el espejo del baño, o llevar en el pecho una medalla de la Virgen de Guadalupe, como hizo el Fundador después de la novena en México. Con esto quiero señalar que su fidelidad llegaba hasta las cosas más pequeñas y materiales. Sin embargo, era mucho más patente su unidad a san Josemaría en aspectos fundamentales. Pasaba horas de oración enteras diciendo a Dios solamente: “Te pido lo que te pide el Padre”.