"Retirado con mi oración, estaré siempre con vosotros"

Benedicto XVI se ha reunido con los sacerdotes de Roma y ha improvisado un discurso con sus recuerdos del Concilio Vaticano II. Recogemos algunos fragmentos y una colección de otros textos recientes.

Es para mí un don particular de la providencia que antes de dejar el Ministerio Petrino pueda ver aún a mi clero, el clero de Roma. Es siempre una gran alegría ver como la Iglesia vive y como en Roma la Iglesia está viva. Es un clero realmente católico, universal, y esto responde a la esencia de la Iglesia de Roma, de llevar en sí la universalidad, la catolicidad, de todas las gentes, de todas las razas y culturas (...).

Fuimos al Concilio no sólo con alegría, sino con entusiasmo. Había una expectativa increíble. Teníamos la esperanza de que todo se renovase, de que llegase un nuevo Pentecostés... de encontrar de nuevo la unión entre la Iglesia y las mejores fuerzas en el mundo, para abrir el futuro de la humanidad, para abrir el progreso real. Empezamos a conocernos unos a otros y esta fue ya una experiencia de la universalidad de la Iglesia y de su realidad concreta que no se limita a recibir los imperativos desde lo alto, sino que crece y avanza en conjunto, naturalmente bajo la dirección del Sucesor de Pedro. Las cuestiones planteadas a los padres conciliares eran “la reforma de la liturgia... la eclesiología... la Palabra de Dios, la Revelación y, por último, el ecumenismo.

 

En retrospectiva, creo que fue muy bueno comenzar por la liturgia, así se mostraba la primacía de Dios, la primacía de la adoración....El Concilio ha hablado de Dios y éste ha sido su primer acto: hablar de Dios y abrir a toda la gente, a todo el pueblo santo a la adoración de Dios, en la celebración común de la liturgia del Cuerpo y la Sangre de Cristo (...) Luego estaban los principios: la inteligibilidad, para no estar encerrados en un idioma que no se conoce y no se habla; y la participación activa. Por desgracia, estos principios a veces se malinterpretaron. La inteligibilidad no quiere decir trivialidad, ya que los grandes textos de la liturgia - aún cuando estén, gracias a Dios, en la lengua materna - no son fácilmente inteligibles; necesitan una formación permanente del cristiano para que crezca y entre más profundamente en el misterio, y así pueda entender.

 

Segundo tema: la Iglesia ... Se quería decir y comprender que la Iglesia no es una organización, algo estructural, legal, institucional - que también es - sino que es un organismo, una realidad viva, que entra en mi alma, y que yo mismo, con mi propia alma de creyente , soy un elemento constructivo de la Iglesia como tal... La Iglesia no es una estructura; nosotros mismos, los cristianos, juntos, todos somos el Cuerpo vivo de la Iglesia. Y, por supuesto, esto es cierto en el sentido de que nosotros, el verdadero "nosotros" de los creyentes, junto con el "yo" de Cristo, es la Iglesia, cada uno de nosotros, no “un nosotros", un grupo que se declara Iglesia.

 

La primera idea era completar la eclesiología en forma teológica, pero continuando de una manera estructural, es decir, al lado de la sucesión de Pedro, de su función única, definir mejor también la función de los obispos, del cuerpo episcopal. Y para hacer esto, se encontró la palabra "colegialidad", muy discutida con debates intensos, yo diría, algo exagerados. Pero era la palabra... para expresar que los obispos, juntos, son la continuación de los Doce, del Cuerpo de los Apóstoles. Dijimos: sólo un obispo, el de Roma, es el sucesor de un determinado apóstol, Pedro ....Así, el Cuerpo de los Obispos, el Colegio, es la continuación del Cuerpo de los Doce, y con ello tiene su necesidad, su función, sus derechos y deberes.

 

Otra cuestión en ámbito eclesiológico fue definir el concepto de "pueblo de Dios" que “implica la continuidad de los Testamentos, la continuidad de la historia de Dios con el mundo, con los hombres, e implica también el 'elemento cristológico'. Sólo a través de la cristología nos convertimos en Pueblo de Dios y así se unen los dos conceptos. Y el Concilio ha decidido crear una construcción trinitaria de la eclesiología: Pueblo de Dios Padre, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo... El nexo entre el Pueblo de Dios y el Cuerpo de Cristo, es efectivamente la comunión con Cristo en la unión eucarística. Así nos convertimos en Cuerpo de Cristo; es decir, la relación entre el Pueblo de Dios y el Cuerpo de Cristo crea una nueva realidad: la comunión.

 

En la cuestión sobre la Revelación el fulcro era la relación entre la Escritura y la Tradición ... Lo importante ciertamente es que las Escrituras son la Palabra de Dios y la Iglesia está bajo las Escrituras, obedece a la Palabra de Dios, y no está por encima de la Escritura. Sin embargo, la Escritura es Escritura sólo porque hay una Iglesia viva, su sujeto vivo; sin el sujeto vivo de la Iglesia, la Escritura es sólo un libro abierto a diferentes interpretaciones y no da una claridad definitiva”. En este sentido “fue decisiva la intervención del Papa Pablo VI... que propuso la fórmula “nos omnis certitudo de veritatibus fidei potest sumi ex Sacra Scriptura”, es decir la certeza de la Iglesia sobre la fe no nace sólo de un libro aislado, sino que necesita del sujeto Iglesia iluminado, que aporta el Espíritu Santo. Solo así la Escritura habla y tiene toda su autoridad.

 

Y, por último, el ecumenismo. No quisiera entrar ahora en estos problemas, pero era obvio que - sobre todo después de las "pasiones" de los cristianos en la época del nazismo- que los cristianos podían encontrar la unidad, o por lo menos buscarla; pero también estaba claro que sólo Dios puede dar la 'unidad. Y todavía proseguimos este camino.

 

La segunda parte del Concilio fue mucho más amplia. Apareció, con gran urgencia, el tema: mundo de hoy, era moderna, e Iglesia, y con el los temas de la responsabilidad de la construcción de este mundo, de la sociedad, la responsabilidad por el futuro del planeta mundo y la esperanza escatológica; la responsabilidad ética del cristiano...y también la libertad religiosa, el progreso, y la relación con otras religiones. En ese momento, entraron en discusión realmente todas las partes del Concilio, no sólo los Estados Unidos a quienes importaba mucho la libertad religiosa... también entró con gran fuerza América Latina, sabiendo de la miseria del pueblo en un continente católico, y la responsabilidad de la fe por la situación de estos hombres. Y así, África, Asia, percibieron igualmente la necesidad de un diálogo interreligioso... El gran documento "Gaudium et Spes", analizó muy bien el problema entre escatología cristiana y progreso mundano, incluyendo la responsabilidad de la sociedad del mañana y las responsabilidades del cristiano ante la eternidad, y así también renovó la ética cristiana desde los cimientos... El fundamento de un diálogo, en la diferencia, en la diversidad, en la fe en la unicidad de Cristo, que es uno, y no es posible para un creyente pensar que las religiones son variaciones sobre un mismo tema. No, hay una realidad del Dios vivo, que ha hablado, y es un Dios, un Dios encarnado, por lo tanto, una Palabra de Dios, que es realmente la Palabra de Dios. Pero también hay una experiencia religiosa, con una determinada luz humana sobre la creación y, por tanto es necesario y posible entrar en diálogo, y así abrirse a los demás y abrir todos a la paz de Dios, de todos sus hijos, y de toda su familia.

 

Me gustaría añadir todavía un tercer punto.... el Concilio de los medios de comunicación. Era casi un Concilio de por sí, y el mundo vio el Concilio a través de ellos. El “Concilio de los periodistas”, no se llevó a cabo, por supuesto, dentro de la fe, sino dentro de las categorías de los medios, es decir fuera de la fe, con una hermenéutica diferente... Una hermenéutica política. Para los medios de comunicación, el Concilio era una lucha política, una lucha por el poder entre las diferentes corrientes de la Iglesia..... Había un problema triple: el poder del Papa trasladado al poder de los obispos y al poder de todos: la soberanía popular. Y lo mismo pasaba con la liturgia: no interesaba la liturgia como un acto de fe, sino como algo donde las cosas se hacen comprensibles, un tipo de actividad de la comunidad.... Esas traducciones, esa trivialización de la idea del Concilio fueron virulentas en la práxis de la aplicación de la reforma litúrgica; nacían de una visión del Concilio fuera de su propia clave, la de la fe.

 

Sabemos que este Concilio de los medios de comunicación era accesible a todos. Por lo tanto, fue el dominante, el más eficiente, y creó muchas calamidades, problemas y miserias... Y el verdadero Concilio encontró dificultad para concretarse y realizarse; el Concilio virtual era más fuerte que el Concilio real. Pero la fuerza del Concilio estaba presente y, poco a poco, se realiza cada vez más y se convierte en la verdadera fuerza, que es, después, la verdadera reforma, la renovación verdadera de la Iglesia. Me parece que después de cincuenta años, vemos cómo este Concilio virtual se rompe, se pierde y aparece el Concilio auténtico, con toda su fuerza espiritual (...).

Esperemos que el Señor nos ayude: yo, retirado con mi oración, estaré siempre con vosotros. Y juntos vayamos adelante con el Señor, en la certeza de que el Señor vence.

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Misa del Miércoles de Ceniza "RENOVEMOS NUESTRA FE EN EL PASTOR SUPREMO"

¡Venerados hermanos, queridos hermanos y hermanas!:

Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se desgrana a lo largo de cuarenta días y nos conduce a la alegría de la Pascua del Señor, a la victoria de la Vida sobre la muerte. 

Siguiendo la antiquísima tradición romana de las estaciones cuaresmales, nos hemos reunido para la Celebración de la Eucaristía. Tal tradición prevé que la primera estación tenga lugar en la Basílica de Santa Sabina sobre la colina del Aventino. Las circunstancias han sugerido reunirse en la Basílica Vaticana. Esta tarde somos numerosos en torno a la Tumba del Apóstol Pedro también para pedir su intercesión para el camino de la Iglesia en este particular momento, renovando nuestra fe en el Pastor Supremo, Cristo Señor. 

Para mí es una ocasión propicia para dar las gracias a todos, especialmente a los fieles de la Diócesis de Roma, mientas me dispongo a concluir el ministerio petrino, y para pedir un especial recuerdo en la oración.

Las lecturas que han sido proclamadas nos ofrecen puntos que, con la gracia de Dios, estamos llamados a convertirse en actitudes y comportamientos concretos en esta Cuaresma. 

La Iglesia nos vuelve a proponer, sobre todo, el fuerte llamado que el profeta Joel dirige al pueblo de Israel: «Así dice el Señor: volvéos a mí con todo el corazón, con ayunos, con llantos y lamentos» (2,12). Hay que subrayar la expresión «con todo el corazón», que significa desde el centro de nuestros pensamientos y sentimientos, de las raíces de nuestras decisiones, opciones y acciones, con un gesto de total y radical libertad. 

¿Pero es posible esto retorno a Dios? Sí, porque hay una fuerza que no reside en nuestro corazón sino que mana del mismo corazón de Dios: es la fuerza de su misericordia. Dice todavía el profeta: «Volved al Señor, vuestro Dios, porque El es misericordioso y piadoso, lento a la ira, de gran amor, pronto a arrepentirse ante el mal» (v.13). 

La vuelta al Señor es posible como ‘gracia’, porque es obra de Dios y fruto de la fe que nosotros depositamos en su misericordia. Pero este volver a Dios se hace realidad concreta en nuestra vida sólo cuando la gracia del Señor penetra en lo profundo y lo sacude donándonos la fuerza de «lacerar el corazón». Es el profeta una vez más que hace resonar da parte de Dios estas palabras: "Rasgad los corazones, no las vestiduras" (v.13). 

En efecto, también en nuestros días, muchos están listos para "rasgarse las vestiduras" ante escándalos e injusticias –cometidas naturalmente por otros–, pero pocos parecen dispuestos a actuar sobre el propio “corazón”, sobre la propia conciencia y sobre las propias intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta.

Aquel "convertíos a mí de todo corazón", es una llamada que no solo implica al individuo, sino a la comunidad. Hemos escuchado siempre en la primera Lectura: "Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión; congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, congregad a muchachos y niños de pecho; salga el esposo de la alcoba" (vv.15-16). 

La dimensión comunitaria es un elemento esencial en la fe y en la vida cristiana. Cristo ha venido"para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Cfr. Jn 11, 52). El "Nosotros" de la Iglesia es la comunidad en la que Jesús nos reúne (Cfr. Jn 12, 32): la fe es necesariamente eclesial. Y esto es importante recordarlo y vivirlo en este Tiempo de la Cuaresma: que cada uno sea consiente que el camino penitencial no lo enfrenta solo, sino junto a tantos hermanos y hermanas, en la Iglesia.

El profeta, en fin, se detiene sobre la oración de los sacerdotes, los cuales, con los ojos llenos de lágrimas, se dirigen a Dios diciendo:"¡No entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?" (v.17). 

Esta oración nos hace reflexionar sobre la importancia del testimonio de fe y de vida cristiana de cada uno y de nuestras comunidades para manifestar el rostro de la Iglesia y cómo, algunas veces este rostro es desfigurado. Pienso, en particular, en las culpas contra la unidad de la Iglesia, en las divisiones en el cuerpo eclesial. Vivir la Cuaresma en una comunión eclesial más intensa y evidente, superando individualismos y rivalidades, es un signo humilde y precioso para los que están alejados de la fe o los indiferentes.

"¡Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación!" (2 Co 6, 2). Las palabras del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto resuenan también para nosotros con una urgencia que no admite omisiones o inercias. 

El término “éste” repetido tantas veces dice que este momento non se debe dejar escapar, se nos ofrece como ocasión única e irrepetible. Y la mirada del Apóstol se concentra en el compartir, con el que Cristo ha querido caracterizar su existencia, asumiendo todo lo humano hasta hacerse cargo del mismo pecado de los hombres. 

La frase de san Pablo es muy fuerte: "Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro". Jesús, el inocente, el Santo, "Aquél que no conoció el pecado" (2 Co 5, 21), asume el peso del pecado compartiendo con la humanidad el resultado de la muerte, y de la muerte en la cruz. 

La reconciliación que se nos ofrece ha tenido un precio altísimo, el de la cruz levantada en el Gólgota, donde fue colgado el Hijo de Dios hecho hombre. En esta inmersión de Dios en el sufrimiento humano en el abismo del mal está la raíz de nuestra justificación. 

El "volver a Dios con todo nuestro corazón" en nuestro camino cuaresmal pasa a través de la Cruz, el seguir a Cristo por el camino que conduce al Calvario, al don total de sí. Es un camino en el cual debemos aprender cada día a salir cada vez más de nuestro egoísmo y de nuestro ensimismamiento, para dejar espacio a Dios que abre y transforma el corazón. 

Y san Pablo recuerda que el anuncio de la Cruz resuena también para nosotros gracias a la predicación de la Palabra, de la que el mismo Apóstol es embajador; un llamado para nosotros, para que este camino cuaresmal se caracterice por una escucha más atenta y asidua de la Palabra de Dios, luz que ilumina nuestros pasos.

En la página del Evangelio de Mateo, del llamado Sermón de la Montaña, Jesús se refiere a tres prácticas fundamentales previstas por la Ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno; son también indicadores tradicionales en el camino cuaresmal para responder a la invitación de "volver a Dios de todo corazón". 

Pero Jesús subraya que la calidad y la verdad de la relación con Dios son las que califican la autenticidad de todo gesto religioso. Por ello Él denuncia la hipocresía religiosa, el comportamiento que quiere aparentar, las conductas que buscan aplausos y aprobación. 

El verdadero discípulo no se sirve a sí mismo o al “público”, sino a su Señor, en la sencillez y en la generosidad: "Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt 6,4.6.18). Nuestro testimonio, entonces, será más incisivo cuando menos busquemos nuestra gloria y seremos conscientes de que la recompensa del justo es Dios mismo, el estar unidos a Él, aquí abajo, en el camino de la fe, y al final de la vida, en la paz y en la luz del encuentro cara a cara con Él para siempre (Cfr. 1 Co 13, 12).

Queridos hermanos y hermanas, comencemos confiados y alegres este itinerario cuaresmal. Que resuene fuerte en nosotros la invitación a la conversión, a "volver a Dios de todo corazón", acogiendo su gracia que nos hace hombres nuevos, con aquella sorprendente novedad que es participación en la vida misma de Jesús. 

Nadie, por lo tanto, haga oídos sordos a esta llamada, que se nos dirige también en el austero rito, tan sencillo y al mismo tiempo tan sugestivo, de la imposición de las cenizas, que realizaremos dentro de poco. 

¡Que nos acompañe en este tiempo la Virgen María, Madre de la Iglesia y modelo de todo auténtico discípulo del Señor! ¡Amén!

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Audiencia del miércoles 13 de febrero de 2013

"SEGUID REZANDO POR MI"

Como sabéis – gracias por vuestra simpatía –, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me ha confiado el 19 de abril de 2005. 

Lo he hecho con plena libertad por el bien de la Iglesia, tras haber orado durante mucho tiempo y haber examinado mi conciencia ante Dios, muy consciente de la importancia de este acto, pero consciente al mismo tiempo de no estar ya en condiciones de desempeñar el ministerio petrino con la fuerza que éste requiere. 

Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, que no dejará de guiarla y cuidarla. Agradezco a todos el amor y la plegaria con que me habéis acompañado. Gracias. 

En estos días nada fáciles para mí, he sentido casi físicamente la fuerza que me da la oración, el amor de la Iglesia, vuestra oración. Seguid rezando por mí, por la Iglesia, por el próximo Papa. El Señor nos guiará.

Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, cuarenta días que nos preparan a la celebración de la Santa Pascua. 

Es un tiempo de particular esfuerzo en nuestro camino espiritual. Cuarenta días es el período que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública, y donde fue tentado por el diablo.

Reflexionar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto es una invitación a responder a la pregunta fundamental: ¿Qué es lo importante en la vida? ¿Qué puesto ocupa el Señor en nuestra existencia? 

Las tentaciones que afronta Jesús muestran el riesgo de instrumentalizar a Dios, de usarlo para el propio interés, para la propia gloria. Dar a Dios el primer puesto ante las tentaciones requiere “convertirse”; significa seguir a Cristo de forma que su Evangelio sea guía concreta de la vida; es reconocer que somos criaturas, que dependemos de él, de su amor; que solamente “perdiendo” la vida por su causa la podemos ganar. Convertirse es no dejarse invadir por las ilusiones, las apariencias, las cosas; es buscar que la verdad, la fe y el amor en Dios sean lo más importante de nuestra vida.

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Declaración del Pontífice del 11 de febrero de 2012

"RENUNCIO AL MINISTERIO DEL OBISPO DE ROMA"

Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. 

Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. 

Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

BENEDICTUS PP XVI