“La humildad es andar en la verdad”
Santa Teresa de Jesús
“La humildad es la madre de todas las virtudes"
"Si eres humilde, nada te tocará, ni elogios ni vergüenzas, porque sabes lo que eres. Si te culpan, no te desanimarás. Si te llaman santo, no te pondrás en un pedestal"
Santa Teresa de Calcuta

La humildad, según el diccionario de la Real Academia Española es la “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con ese conocimiento”.
El filósofo Carlos Llano afirmaba que ser humilde significa entender que “nadie es capaz de todo, ni incapaz de nada”. Aunque no podemos pretender ser expertos en todo, debemos aceptar que tenemos, aunque sean pocas, algunas capacidades. Este reconocimiento es el inicio de un proceso de mejora: diagnosticar con humildad qué capacidades tenemos y de cuáles carecemos, para decidir adquirirlas o aprenderlas.

La humildad no significa ser apocado, sino estar abierto al asombro. Solo si somos humildes, pequeños y capaces de asombrarnos y aprender, nuestra vida será más hermosa.

Cuando San Josemaría trataba el tema de la humildad la consideraba indispensable para alcanzar la santidad: «Si acudimos a la Sagrada Escritura, veremos cómo la humildad es requisito indispensable para disponerse a oír a Dios». (1)
Aquí te dejamos algunos puntos que te pueden ayudar para practicar la humildad:
- Entender que los demás nos pueden enseñar cosas que no sabemos.
- Escuchar a los demás y abrirnos a sus opiniones.
- Reconocer los rasgos positivos en los demás.
- Saber que siempre tenemos espacio para mejorar.
- Reconocer como dones de Dios las cualidades que hemos recibido.
Ya lo decía Nuestro Señor: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt. 11:29). En ocasiones tenemos una especial predilección por etiquetar a la gente, juzgar y clasificar, lo que nos impide ver las cosas buenas en los demás.

Jesús nos invita a tomar una postura en la vida: saborear y contemplar el mundo con humildad y alegría. No nos dejemos llevar por el ego, creyendo que sabemos todo y que tenemos experiencia en todo. En lugar de eso, pidamos a Jesús que nos ayude a desprendernos de nuestro yo, a asombrarnos y a descubrir su presencia en nuestras vidas. Seamos como niños pequeños, humildes y sencillos, abiertos al aprendizaje y al asombro. Hay que tener presente que somos como un diamante en bruto, y nos vamos puliendo de acuerdo con la forma en que miramos e imitamos a Cristo.

Si nos ponemos en el bando de quienes ya lo saben todo, de los que no necesitan de los demás, perderemos la oportunidad de apreciar lo bello de la vida, de la entrega y del sacrificio. Solo abiertos al asombro y la novedad, viendo la grandeza en cada detalle y valorando a los demás, podremos vivir una vida plena y hermosa, provocada por Jesús en nosotros.