Entre los ordenados hay dos mexicanos: Un abogado radicado en Sídney, y un filósofo que vive en Roma. Dos caminos, una misma vocación: hacer presente a Cristo en medio de la vida. Te compartimos sus historias para que los conozcas mejor.
SANTIAGO FABREGAT TRUEBA
Filosofía, fe y un corazón joven para Dios

Santiago nació el 20 de abril de 1996. Después de pedir la admisión al Opus Dei como numerario, se mudó a Roma para profundizar en su formación intelectual y espiritual. Allí estudió filosofía, y actualmente está por terminar su doctorado en epistemología.
Pero más allá de los títulos, lo que mueve a Santiago es el deseo de tender puentes entre la razón y la fe.
“Me motivó mucho la necesidad de ofrecer razones humanas profundas que allanen el camino hacia Dios”.
Con ese espíritu fundó Circolo Romano, un proyecto de jóvenes que promueve el estudio de la Filosofía mediante debates, artículos y videos. En cada conversación, busca algo más que ideas: busca tocar corazones.
Hoy, ya ordenado sacerdote, Santiago quiere seguir cumpliendo esa misión: “Me ilusiona ser un instrumento para reunir a las almas en torno a Cristo, ser ese vínculo entre lo humano y lo divino”.
Con su inteligencia, sensibilidad y fe joven, Santiago ha entregado su vida al servicio de Dios… y de todos.
ARTURO ESCAMILLA CONTRERAS
Del otro lado del mundo… al corazón de Dios

Arthur Escamilla nació el 28 de enero de 1978 y, tras terminar el bachillerato, cruzó el mundo con una maleta llena de ideales para apoyar la labor del Opus Dei en Australia. Allí estudió Derecho y Finanzas, y ejerció como abogado durante algunos años. Más tarde se dedicó por completo a la administración y dirección de labores apostólicas de la Obra en Australia y Nueva Zelanda.
Durante doce años fue director de Warrane College, una residencia universitaria para 140 alumnos de la University of New South Wales, en Sídney. “Conviví con más de 600 universitarios de todo el mundo —cuenta—. Fue una experiencia que marcó profundamente mi vida. Aprendí a servir, a acompañar, a escuchar”.
Entre bromas dice que los desvelos universitarios lo dejaron calvo, pero la realidad es que en ese tiempo se forjó en él una vocación profunda: el deseo de hacer presente a Cristo.
“Me llena de ilusión poder celebrar la Misa y confesar, especialmente a las futuras generaciones de jóvenes. Esa será mi manera de seguir sirviendo, ahora desde el altar”.
“Tuve la fortuna de crecer rodeado de amor. El ejemplo de mis padres y el cariño de mis hermanos me ayudaron a decir 'sí' a la llamada de Dios”, explica Arthur.
Hoy, con alegría, ha recibido el sacramento del orden sacerdotal.

Los nuevos ordenados con el card. Roche, d. Fernando Corvetto y d. Carlos Villar.
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