Misa por la fiesta de san Josemaría Escrivá en La Villa de Guadalupe (2025)

El sábado 21 de junio se celebró la misa con motivo de la fiesta de San Josemaría Escrivá y del 50 aniversario de su marcha al cielo. La misa se llevó a cabo en la Antigua Basílica de Guadalupe (Templo Expiatorio), y fue presidida por P. Ricardo Furber Cano, Vicario Regional del Opus Dei en México.

Homilía del P. Ricardo Furber Cano, Vicario Regional del Opus Dei en México, durante la celebración:

Fachada de la Antigua Basílica de Guadalupe (Templo Expiatorio)

<<Qué maravilla que se vuelven a vivir esas palabras del Evangelio: la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios. Así estamos aquí ahora, tú y yo, agolpados alrededor de Nuestro Señor y de su madre, Nuestra Madre la Virgen de Guadalupe. 

Y venimos a encontrarnos con Él. Dios se hizo manifiesto a través de su Hijo Jesucristo y nos dio la oportunidad de acercarnos a Él. Todas sus palabras, sus gestos, son para nosotros luz. Iluminan nuestra vida y nos clarifican nuestro caminar. 

A Jesús no se le escapaba nada. Estaba pendiente de todos. Aunque estaba rodeado de toda esa gente, sabía que tenía que llamar ese día a Pedro. Estaba esperándolo en la orilla. Y cuando llega a Pedro y sus amigos, Nuestro Señor sin preguntarle, se mete a su barca y nos deja ese ejemplo de cómo Dios vino a llamarnos a todos, de todos espera una respuesta. De ti, de mí, espera una respuesta. Y una respuesta que no sólo configura toda nuestra vida, esa vocación, sino que se va construyendo día a día. 

Nuestro Señor nos da la gracia, nos ayuda a irle diciendo que sí, cada día a lo que nos pide. Y tú y yo sabemos muy bien qué cosas nos va pidiendo. Tú y yo sabemos muy bien qué cosas espera de nosotros, y lo hemos visto cuando le hemos respondido positivamente, nos inunda una paz, una alegría. Así se metió Dios en nuestra vida como en la barca de Pedro. Y todavía... el evangelio nos deja unas luces maravillosas. Porque como Pedro, podríamos responderle: aléjate de mí, Señor, apártate de mí, Señor, que soy un pecador.

Tú y yo nos damos cuenta de nuestras miserias todos los días. Y ante esa llamada que nos hace, vemos cómo nos sobrepasa. Y sin embargo, en Pedro encontramos esa tranquilidad de que Dios también sabe. Tus miserias las conoce, y también las mías. Y no le importan. Nuestro Señor no le pone una condición al llamarle a Pedro. No le dice: ven y sígueme, desde ahora serás pescador de hombres, pero Pedro, acuérdate de que no puedes hacer esto, no puedes hacer lo otro. Tienes que cambiar aquí, tienes... no. Nuestro Señor lo llama. 

Es más grande el amor de Dios, es más grande la misericordia de Dios que nuestras miserias. Dios cuenta con ellas para que nos hagamos santos. Y no hemos de dejarlas a un lado, ni nos deben dar vergüenza. Hemos de luchar por no ofender a Nuestro Señor. Pero cuando nos gana la debilidad, hemos de reconocerlas, sin miedo, y sin que nos quiten la paz.

Lo decía muy claro san Josemaría, ni aún cometiendo un pecado mortal, nunca pierdas la paz. Una paz que es Él quien nos la da. No nos la da el no tener miserias. Es Él quien nos da esa paz para hacer la tarea que nos pide. Para que nos concentremos en la misión que nos ha dado. Para que no nos distraigamos ni nos detengamos en la lucha, y entendamos que la santidad a la que nos llama no es una santidad impecable, porque eso no existe. Lo que existe es la miseria del hombre y la fuerza de Dios, que quiere actuar a través de nosotros, que quiere hacer llegar su amor a través de tí y de mí. 

Ante tantas dificultades, situaciones complicadas por las que le pedimos a Dios, por la paz en tantos países. Tú y yo necesitamos ser sembradores, como decía san Josemaría, de paz y alegría. Difícilmente lo vamos a poder ser en Israel, en Ucrania, en Rusia, en Irak, en distintos lados, donde desgraciadamente, en nuestro país, también. Pero Dios quiere que seamos sembradores de paz y alegría en primer lugar, en nuestra familia, en nuestro centro, en donde vivimos. Ahí quiere que nuestros comentarios sumen a la paz, que nuestros comentarios sean amables, que nos interesemos por el que está al lado, que de verdad aprendamos a querer y nos dejemos querer.

Por ahí es donde Dios nos está llamando. Por ahí es donde está esperando nuestro sí cada día. Y cuando se hacen patentes nuestras miserias, Señor, perdóname. Fulanita, perdóname. Hoy le podemos pedir a Nuestra Madre que ya nos ayude, que nos preste su fortaleza y que nos preste su amabilidad. Para que por donde vayamos, ayudemos a la gente a estar feliz, contenta. Ahí vemos a la gente acercarse a nuestro Señor, que no dejemos gente lastimada a nuestro paso. Y si quizá a veces lo hemos hecho, saber pedir perdón.

En la primera lectura también nuestro Señor nos deja muy claro para qué nos puso. Tomó el hombre y lo colocó en el jardín del edén para que lo guardara y lo cultivara. Y el mensaje de san Josemaría sigue resonando fuertemente en nuestros oídos: Dios nos quiere santos, en nuestra vida ordinaria, en el trabajo.

Ese mensaje que Dios le hace a san Josemaría tiene esa raíz evangélica desde el génesis, desde el inicio. Y tú y yo hemos de pensar cómo trabajamos, cómo hacemos lo que a cada uno le toca, cómo hacemos bien, o procuramos hacer bien las cosas, en la oficina, en la casa, en la escuela.

A veces somos muy comodines y nos encanta que otros hagan lo que a nosotros nos toca. Y hemos de pedirle a Nuestro Señor que nos ayude a luchar contra eso, y a preguntarle cada día: Señor, ¿y hoy qué esperas de mí? ¿Hoy qué me toca hacer?. Y qué me toca hacer, para hacer la vida amable a los demás. Porque nuestro trabajo bien hecho, que se convierte en servicio, agrada a Dios y hace la vida agradable al hombre. Pero para eso hemos de aprender a hacer bien las cosas. Hemos de esforzarnos por hacerlo bien y de manera serena, en paz. 

Seguramente habrás escuchado ese ejemplo, o ese libro de Momo, donde Beppo barrendero, amigo de Momo, una niña especial que sobre todo sabe escuchar. Y porque sabe escuchar consigue que los amigos se abran, le cuenten cosas que quizá ellos mismos no encontrarían palabras. Pero con Momo se les facilita. Y entonces un día Beppo barrendero le empieza a decir a Momo, mira Momo, cuando empiezo a trabajar veo la calle larga, larga, y me empiezo a dar prisa porque tengo que terminar de barrer, y vuelvo la mirada y me doy más prisa porque veo la calle larga. Al final del día no he terminado la calle y estoy sin aliento. Dice, así no se debe trabajar. Se debe trabajar siempre paso, inspiración, barrida. Y repite el autor: paso, inspiración, barrida. Dice, nunca debes ver toda la calle al mismo tiempo, sino sólo el siguiente paso, la siguiente inspiración, la siguiente barrida. De esa manera, dice, al final terminaste de barrer la calle y no estás sin aliento. Te paso ese tip de Momo y Beppo barrendero. Ojalá aprendamos a trabajar así, bien hechos, con serenidad, por amor a Dios. 

Y de esa manera, seguimos ese mensaje que Dios le ha dado a san Josemaría de santificarnos en nuestro trabajo, en lo que a cada uno nos toca. Y siempre con ese marco, con ese horizonte maravilloso que nos plantea la segunda lectura, de sabernos hijos de Dios. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Tú y yo somos hijos de Dios, porque Él nos ha ganado en la cruz esa maravillosa libertad, esa maravillosa filiación, para que nos demos cuenta de cuánto nos quiere nuestro Señor.

Lo decía el Padre en una de sus cartas, lo más esencial en la vida del hombre, es el amor de Dios, por él, por ella. Y ojalá le demos más vueltas, con más frecuencia, cuánto nos quiere nuestro Señor, cuánto te ama nuestro Señor, y tanto te ama que te ha hecho su hija, su hijo. Han recibido no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: Abba, Padre. Ni esclavos, ni temerosos. 

Aquí desciendo un poquito más, ¿A qué estás esclavizado? ¿Qué te esclaviza actualmente? Y por poner un ejemplo que a todos compete: el teléfono. ¿Qué tan esclavizada, esclavizado, te tiene el teléfono? ¿Cuánto tiempo pasas delante de él? Me contaban una historia de terror, un muchacho, que le piden el teléfono, y se van a la configuración, tiempo en pantalla, y el que se lo tomó le dice, Fulano, ¿no has dormido? Desde ayer a las 11 de la mañana, hasta hoy a las 5 de la mañana, has estado frente al TikTok. Y tu promedio es de 7 horas, frente al TikTok. Si no sabes cómo meterte a la configuración de tu pantalla, que te ayuden, que te ayuden para que te des cuenta si estás esclavizada, o esclavizado, por el teléfono y que no nos dejemos llevar por ahí, porque eso nos interrumpe en la misión que Dios nos ha pedido, nos quita fuerza para hacer llegar a más gente el amor de Dios a través de nuestras vidas.

Pidámosle a nuestra Madre, ya para terminar, que nos ayude en este año jubilar, llenos de esperanza, que hagamos lo que Dios nos ha pedido, que vivamos con alegría la misión que nos ha dado y de esa manera llevemos a muchas almas, acompañemos a muchas almas, en su camino al cielo. Que así sea.>>

Te compartimos momentos de esta celebración a través de algunas fotografías:

P. Ricardo Furber, Vicario Regional del Opus Dei en México.

P. Ricardo Furber, Vicario Regional del Opus Dei en México.

Vista del altar con la fotografía de san Josemaría Escrivá de Balaguer.

Y también te compartimos este álbum con más fotografías: 

https://www.flickr.com/photos/150794416@N05/albums/72177720327039611