Una trágica historia con feliz final

En este mes dedicado a la Virgen y en que celebramos la fiesta del beato Álvaro del Portillo, Francisco y María Ester narran cómo su hija Luisa salvó de milagro gracias a la intercesión del cielo.

Esta historia tiene cuatro protagonistas: Luisa, una niña de dos años; Catán, un "misterioso señor"; la Virgen de Lourdes y el beato Álvaro. La cuentan Francisco y María Ester, padres de Luisa.

  1. El accidente
  2. El hombre misterioso
  3. El día de la Virgen de Lourdes
  4. Encontramos a Catán
La familia Larraín Jorquera. Luisa con camiseta a rayas.

1. El accidente

Verano de 2014.

Francisco Larraín y María Ester Jorquera están casados hace 16 años. Ese año fueron de vacaciones al sur de Chile con sus tres niños y esperando un cuarto hijo. Allí la vida les dio un vuelco en 180°.

Francisco: Un día, después del almuerzo, estábamos retirando los platos de la mesa mientras Francisco, de seis años, Gracia, de tres y Luisa, de dos, daban vueltas por la cabaña. Corrían de un lado a otro jugando entre ellos. De pronto María Ester se dio cuenta de que la pequeña no estaba con sus hermanos y me dijo: «¿Dónde está Luisa?». Ella se quedó en la cabaña buscándola y yo, sin pensarlo, corrí hacia la piscina de agua caliente donde nos habíamos bañado la tarde anterior. Quedaba lejos de la casa y era poco predecible que una niña tan pequeña se fuera a ese lugar y que se acordara del camino para llegar.

Pero, lamentablemente, allí la vi, sumergida bajo el agua, abandonada a su suerte. Sin perder la esperanza la saqué inmediatamente y grité con todas mis fuerzas para pedir ayuda. Comencé algunas maniobras de reanimación, sin resultados. Una, dos, tres veces y no sé cuántas, hasta que pedí que llamaran un doctor. Empezó a llegar mucha gente, incluidos nuestros otros dos hijos pequeños, que miraban espantados la trágica escena. Un hombre me dijo que era doctor, muy joven, recién salido de la universidad, y empezó a hacer las maniobras. También llegó mi mujer, que casi no soportaba la situación, sobre todo por la fragilidad de su embarazo.

María Ester: El doctor no lograba nada y cada segundo era infinito. Pensé que mi vida estaba siendo rasgada para siempre. No podía imaginar lo que venía, intentaba rezar y solo se me vino a la mente la oración del 'Acordaos', que repetía sin terminar una y otra vez. Francisco me contó que él repetía «Dios te salve… Dios te salve…». No lograba terminar el avemaría.

Luisa, Francisco y Gracia ese verano de 2014.

2. El hombre misterioso

    Francisco: En eso, llegó un misterioso señor y nos dijo: «Déjenme a mí». El doctor le dejó pasar y para mí fue como perder la esperanza en la medicina y empezar a pedir un milagro, aunque ya lo estaba haciendo. Este hombre la tomó e hizo que reaccionara un poco. Luego la envolvió en una toalla y la llevó a un lado, donde había algo de sol. En ese lugar comenzó a hacerle masajes por la espalda, mientras yo pensaba que eso no tenía sentido, pero me aferraba a la esperanza: cualquier cosa serviría. Y de repente Luisa botó toda el agua que tenía. Fue tanta que pensé que no podía quedar agua en su interior y comenzó a respirar lo mínimo… A mí me parecía insuficiente para vivir, pero ya lo hacía con una cierta frecuencia. Luisa había pasado mucho tiempo sin respirar. Se nos había hecho eterno.

    Para entonces ya había llegado la policía y una ambulancia que se llevó a Luisa con mi mujer al policlínico de Panguipulli. Yo entré a la casa a buscar a los niños y en ese momento vi el libro sobre la vida del beato Álvaro del Portillo ‘Un hombre fiel’. Sentí un imán muy fuerte hacia su imagen, me arrodillé y le di un beso. Y le agradecí que a pesar de todo Luisa siguiera todavía con vida. Pero le pedí más. Luego me fui con los niños al auto, desde donde mandé un mensaje a mi familia para que rezaran. En poco tiempo mucha gente nos contestó que estaban rezando al beato Álvaro y a san Josemaría. La cadena en poco tiempo se hizo viral.

    María Ester: Ese viaje al policlínico fue como una pesadilla, no podía creer lo que estábamos viviendo. Le sacaron una radiografía y sus pulmones estaban negros. Pasaban las horas y no mejoraba; nos dijeron que no la podían ayudar y que teníamos que llevarla a Valdivia. Nos demoramos cuatro horas en llegar a esa ciudad y yo iba con Luisa en ambulancia conectada a una máquina de oxígeno.

    Cinco días antes del accidente, Luisa visitó la gruta de la Virgen de Lourdes. Jamás imaginaron que el día de su fiesta, Ella intercedería por Luisa.

    3. El día de la Virgen de Lourdes 

      Francisco: Yo hice el viaje por mi cuenta. Durante el camino me llamó un amigo que estaba en el lugar y me dijo que no me preocupara, pues era el día de la Virgen de Lourdes. ¡11 de febrero! Llamé a mi mujer lleno de esperanza porque los dos le teníamos mucha devoción desde siempre. Así pues, acudimos a Ella mientras recibíamos una cadena de mensajes de personas que estaban rezando sin parar.

      Llegamos a la clínica en Valdivia, donde no nos dejaron acompañar a Luisa, por lo que no nos quedó otra que ir a buscar dónde dormir. Me sentí un poco como la Sagrada Familia en Belén, pues al ser la Semana Valdiviana estaba todo ocupado. Finalmente encontramos una cabaña, pero que solo nos serviría para una noche porque estaba reservada para el día siguiente. La dueña, sin embargo, se conmovió con nuestra historia, y nos ofreció su propia casa como alojamiento. Se iba notando la intercesión desde el cielo.

      Tres días después del accidente, sus padres pudieron ver a Luisa en la clínica de Valdivia: la encontraron sentada, sonriente y sin secuelas. 

      María Ester: Pasaron dos días en los que no nos decían prácticamente nada. Al tercer día nos dejaron entrar y sentimos una tremenda emoción cuando pudimos ver a Luisa que estaba sentada en una cuna llena de cables por todos lados. Se acercó la doctora y nos dijo que estaba completamente sana. No lo podíamos creer. El médico había visto los resultados del escáner que le acababan de hacer y lo primero que les dijo a las enfermeras fue: «¿Pueden mandarme las imágenes correctas?». Y es que, según él, era imposible que fueran las de ella, pues no cuadraban con las de una niña que había estado sumergida en el agua por un tiempo considerable.

      En ese momento nos empezamos a dar cuenta de lo que estaba pasando: Luisa estaba perfectamente. Dios nos la había devuelto, de la mano de su Madre y de don Álvaro. Ese mismo día salimos de la clínica.

      4. ¡Encontramos a Catán!

        Francisco: Ya en Santiago, nuestra pediatra nos preguntó si éramos conscientes de que se trataba de un milagro, que el tiempo que pudo haber pasado bajo el agua en una piscina temperada hacía todo mucho peor, y que lo más probable es que un niño no sobreviviera porque los órganos no se mantenían con el agua caliente.

        En esos días, mi mujer encontró una foto que habíamos sacado cinco días antes del accidente. En ella se veía a Luisa con la Virgen de Lourdes detrás, en una gruta en Pucón. Todos los veranos pasamos por ahí para pedirle por nuestra familia y agradecerle tantas cosas. Fue una prueba más de que ese día estaba en los brazos de la Virgen de Lourdes.

        Unos meses después del accidente nació nuestra cuarta hija. Le íbamos a poner Jacinta, pero no pudimos dejar de llamarla Lourdes en agradecimiento a nuestra Madre. También comenzamos a buscar a la persona que había salvado a Luisa. No sabíamos quién era aquel hombre misterioso. En las cabañas no lo conocían y nadie sabía de quién se trataba. Al final alguien me dijo que su nombre era Catán.

        Catán y Luisa el día que se reencontraron 5 años después del accidente.
        Catán y Luisa el día que se reencontraron 5 años después del accidente.

        Lo empecé a buscar en Internet y fui encontrando algunas pistas, aunque con pocas esperanzas. En agosto de ese año nos fuimos a vivir a Estados Unidos, y durante todo ese tiempo seguí tratando de ubicarlo. Cinco años después volvimos a Pucón de vacaciones. Yo estaba con una idea vaga de encontrar a este hombre, y María Ester insistió en que lo intentara.

        Un día en que había un fuerte temporal de viento en el lago me acerqué a la oficina de los marinos quienes estaban vigilando el puerto del lago. Entonces uno de ellos llamó al teniente y le dijo sobresaltado que había un bote a motor zarpando que apenas podía con las olas. El teniente tomó los prismáticos y dijo: «Ah, no te preocupes por él, es Catán». Entonces fui yo el que se sobresaltó y pregunté su apellido y, efectivamente, era él. El teniente comentó: «Siempre anda por ahí salvando gente. ¿Por qué lo dice?».

        Yo estaba que no me lo podía creer. Me dijeron dónde lo podía encontrar y al día siguiente fuimos a buscarlo con toda la familia en el taller donde trabajaba. Por desgracia no dimos con él, pero después de intentarlo varias veces lo encontramos. 

        María Ester: Aquel día fue un torbellino de emociones. ¡Habían pasado cinco años! Nos quedamos mirándonos y él, señalando a Luisa, dijo: «¡Es ella!» La abrazó y nos pusimos todos a llorar. Estuvimos conversando un buen rato y le contamos cómo siguió la historia. Le dijimos que, además de él, también la había salvado la Virgen de Lourdes y el beato Álvaro del Portillo. Entonces nos respondió que él también es muy devoto de Ella y que iba con frecuencia a la misma gruta donde le sacamos la foto a Luisa. Todas estas coincidencias nos dejaron impactados”.

        Francisco: Desde entonces lo visitamos todos los años en Pucón. Lamentablemente este verano supimos que Catán tiene cáncer. Al despedirnos de él, le dimos una estampa de don Álvaro con reliquia, explicándole que él también tuvo mucho que ver en el gran favor de Luisa. Nos lo agradeció mucho y ahora procuramos verle con más frecuencia mientras rezamos por él para que se cure y esté muy cerca de Dios.

        Gracia, Lourdes, Francisco, María Ester, Luisa, Francisco y Jorge.

        Aquí puedes conocer más sobre la vida del Beato Álvaro del Portillo.
        Esta es la oración para pedir por su intercesión.