Michelle, Líbano: la visita del Papa nos ha traído esperanza

El 4 de agosto de 2020, la explosión en Beirut fracturó una nación entera y redujo a escombros la casa de Michelle. Cinco años después, la visita del Papa ha devuelto esperanza y reconciliación a un pueblo que “siempre sabe renacer con valentía”.

El 4 de agosto de 2020, Michelle —entonces arquitecta de interiores— estaba una tarde tranquila en su casa de Mar Mikhael, en Beirut. En segundos, un estruendo ensordecedor y una oleada de viento abrasador arrasaron con su casa y con miles de viviendas de la capital. Entre polvo, gritos y escombros, comenzó una lucha inesperada por reconstruir su vida, su hogar y su barrio.

Cinco años después, comparte cómo vivió aquellos momentos y cómo la reciente visita del Papa representa para muchos libaneses una nueva etapa de esperanza y reconciliación para un pueblo que «no se rinde, sino que siempre sabe renacer con valentía». Michelle concluye con alegría: «Su visita no solo ha dado esperanza al pueblo libanés, sino a todo el mundo».

Un nuevo aire de esperanza

La explosión dejó más de 200 fallecidos, 7.000 heridos y 300.000 desplazados. Hoy, el viaje de León XIV —cumpliendo el deseo de su predecesor, el papa Francisco— ha llevado un aire renovado a un país que anhela unidad y paz. En sus intervenciones, el sucesor de Pedro habló a todo el pueblo libanés, y de modo especial a quienes llevan sobre los hombros la reconstrucción material y espiritual del país: las familias que han sabido resistir, las comunidades que buscan reconciliarse y quienes, con sacrificio, han elegido quedarse o volver para seguir construyendo caminos y puentes de paz y esperanza.

Un pueblo valiente que no se rinde

En su primera intervención, el Papa destacó la resiliencia de un pueblo «que no se rinde», capaz de levantarse aún en las pruebas más duras; invitó a recomenzar a través del diálogo y de la verdad, recordando que «no hay reconciliación duradera sin un objetivo común que permita mirar juntos hacia un futuro donde el bien prevalezca sobre el mal»; y elogió la valentía de quienes han sabido acompañar con amor y cuidado incluso en las circunstancias más difíciles.

También dirigió palabras llenas de cariño a los jóvenes, saludándolos con el mismo entusiasmo del día de su elección: «¡La paz esté con ustedes!». Los animó a aspirar a una felicidad plena, fundada en la esperanza que el Espíritu Santo siembra en cada persona, y les recordó que son el presente y el futuro del país. «La verdadera resistencia al mal —dijo— es el amor, capaz de sanar las propias heridas y las de los demás».

Los invitó a custodiar la herencia que han recibido: «un Líbano llamado a florecer como el cedro, cuya fuerza está en sus raíces. Y les recordó que el verdadero principio de una vida nueva es Cristo, fundamento de nuestra confianza y de todo compromiso auténtico».

Responder al sufrimiento con caridad y oración

Ante un mundo de relaciones frágiles, el Papa insistió en que «no se ama de verdad con fecha de caducidad, sino cuando se es capaz de poner el “tú” antes que el “yo”, construyendo un “nosotros” que abraza a toda la sociedad». Ante la inquietud de cómo hacer presente a Dios en un tiempo marcado por el dolor y el cansancio, dio dos claves: el empeño por vivir la caridad y por encontrar momentos de oración diaria: «Tengan cada día un tiempo para cerrar los ojos y mirar sólo a Dios. Él, aunque a veces parezca silencioso o ausente, se revela a quien lo busca en el silencio. En estas tareas, señaló, nos acompañan los santos y, de manera especial, «María, la Madre de Dios, que enseña a mirar a Jesús con el corazón».

El vergel parecerá un bosque y volveremos a alegrarnos

Un solo minuto bastó para deshacer el trabajo de décadas, pero la visita del Papa ha encendido un faro: el Líbano no está solo. La Iglesia y muchas naciones lo acompañan. Lo ocurrido en estos días viene a recordar que levantarse es posible y que no se pide ser fuertes todo el tiempo, sino fieles. La constancia en lo pequeño —esa heroicidad cotidiana— es el camino hacia el bien, hacia la santidad. Entre multitudes, oraciones y cantos, el mensaje del Papa ha reavivado la esperanza de tantas familias heridas: «Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, y el vergel parecerá un bosque. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo» (Is 29,17.19).