Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Solo unas pocas líneas, en esta ocasión, para pediros de nuevo que recemos mucho por tantas intenciones: la paz en Tierra Santa, en Ucrania y Rusia, y en otros lugares en los que falta la paz, de los que de ordinario hay menos noticias. Que la gracia del Año jubilar conduzca a toda la humanidad a pasar por la Puerta Santa, que es Cristo. Él es nuestra paz y nuestra esperanza.

Sigamos rezando mucho por el estudio sobre los estatutos de la Obra. Aunque el término y el resultado último de este trabajo no depende de nosotros sino de la Santa Sede, me parece previsible que se llegue a su conclusión dentro de este año.

Se abre también este año con la perspectiva del Congreso General ordinario de la Obra, que tendrá lugar entre finales de abril y primeros de mayo. Además de profundizar en la propuesta de modificaciones de los Estatutos, también será una ocasión de estudiar las conclusiones de las Asambleas regionales, que han tenido lugar en todas las circunscripciones territoriales de la Obra. Resulta esperanzador comprobar los deseos de fidelidad y de apostolado que se encuentran en esas conclusiones.

Naturalmente, en nuestra oración está siempre presente el Papa y toda la Iglesia. Y hoy, que termina el Octavario de oración por la unidad de los cristianos, deseamos rezar especialmente por esta unidad, de la que es elemento esencial la unión con el sucesor de Pedro.

Os llevo a cada una y a cada uno diariamente a la santa Misa y a mi oración. Allí están siempre todas vuestras intenciones, vuestras alegrías y vuestras penas.

Con todo cariño os bendice

vuestro Padre

Roma, 25 de enero de 2025