La química de la docencia: La exposición sobre el “Inge Arturo” que ha recorrido México

La historia del Inge Arturo Álvarez se cuenta entre matraces, pizarrones y cartas que hoy recorren el país en una exposición itinerante. Maestro exigente, amigo cercano y hombre de fe, supo mostrar que la santidad no está reservada a lo extraordinario, sino que puede brotar en lo cotidiano: en la puntualidad de una clase, en el consejo oportuno y en la sonrisa compartida con sus alumnos.

El 25 de octubre de 2021, la Arquidiócesis de Guadalajara abrió formalmente la causa de canonización del ingeniero Arturo Álvarez Ramírez. Para muchos, aquel anuncio significó ratificar lo que ya intuían: que detrás de ese profesor exigente y alegre había un hombre de fe que había santificado su vida a través de lo cotidiano. Hoy, a cuatro años de aquel hito, distintas personas de muchas ciudades de México han podido acercarse al “Inge”, gracias a la exposición itinerante que mantiene vivo su recuerdo: La química de la docencia.

Exposición realizada en abril 2025, en Monterrey, Nuevo León.

La muestra se ha vuelto un fenómeno cultural y espiritual. Desde Guadalajara hasta San Luis Potosí, pasando por Aguascalientes, Ciudad de México, Saltillo, Torreón, Monterrey y otras ciudades, miles de personas han recorrido sus salas para asomarse a la vida de un maestro que dejó huella. No se trata de una simple colección de objetos personales, sino de un viaje en el tiempo: la recreación de un aula universitaria, los matraces y tubos de ensayo de sus prácticas, su inseparable bata blanca y hasta aquel reloj que marcaba la puntualidad férrea de sus clases.

Los visitantes se sorprenden al descubrir que aquel profesor de la Universidad de Guadalajara, nacido en Ciudad Guzmán en 1935, hijo de un albañil y de un ama de casa, llegó tan lejos en el corazón de sus alumnos. La exposición muestra fotografías familiares, cartas de agradecimiento, su pasaporte, calificaciones de estudiante y hasta la imagen de la única novia que tuvo, antes de optar por el celibato como un don para servir con plena disponibilidad.

Colegio Northhill en Saltillo, marzo 2025 (fotografía de El Diario)

El “Inge Arturo”, como todos lo llamaban, no se conformaba con transmitir fórmulas químicas. Abría las puertas de su oficina, apodada “el confesionario”, para escuchar problemas personales, orientar vocaciones y dar consuelo. Sus alumnos recuerdan que aprobar su materia era casi un rito de iniciación: exigente, sí, pero con un cariño genuino que buscaba siempre lo mejor de cada uno.

En cada ciudad, los organizadores han destacado el mismo mensaje: Arturo Álvarez supo hacer extraordinario lo ordinario. Mons. Mariano Fazio, Vicario Auxiliar del Opus Dei, lo resumió así: “No hizo cosas espectaculares, sino que en una vida normal de profesor universitario dejó la garra del espíritu cristiano”. Esa “normalidad luminosa” es lo que ha conmovido a miles de visitantes de la exposición, incluso a quienes no forman parte de la Iglesia.

Don Mariano Fazio, en la Universidad Panamericana.

La itinerancia de La química de la docencia ha reunido ya a más de diez mil personas. Padres de familia, estudiantes y trabajadores se detienen frente a vitrinas que cuentan pequeñas historias: el examen corregido con tinta roja, el retrato en bicicleta un domingo, la carta de un alumno enfermo agradeciendo su visita. Cada pieza es una ventana al corazón de un hombre que entendió su trabajo como camino de santidad.

Artículo del Excelsior, publicado en julio 2024.

El proceso de canonización sigue su curso. Tras la fase diocesana en Guadalajara, la documentación ha llegado a Roma y se estudian los testimonios y favores atribuidos a su intercesión. Mientras tanto, la exposición cumple la misión de acercar su vida a nuevas generaciones. Muchos jóvenes que nunca lo conocieron salen conmovidos: “Es la primera vez que veo un ejemplo así”, escriben en los cuadernos de visitantes.

El recorrido no termina en las salas. En redes sociales, decenas de fotos y mensajes replican la experiencia. No es raro leer frases como “quiero ser un profesor como él” o “me recordó que se puede enseñar con alegría y fe”. Lo que comenzó como un homenaje se ha convertido en un movimiento de inspiración.

Publicación en Instagram, por Mons. Ramón Castro, obispo de Cuernavaca en enero 2025.

Al mirar en retrospectiva, se entiende por qué este aniversario importa. La causa de canonización abrió un camino oficial, pero fueron las exposiciones las que tradujeron ese proceso en imágenes, objetos y emociones al alcance de todos. El Inge Arturo no se ha quedado en los archivos de Roma: sigue presente en cada vitrina, en cada testimonio y, sobre todo, en cada persona que descubre que la santidad también se juega en la puntualidad de una clase o en la paciencia de una tutoría.

Guillermo Villarreal, uno de los postuladores de la causa, con don Manuel González Villaseñor, obispo auxiliar en Guadalajara.

En palabras de un alumno suyo, grabadas en una de las salas: “Un maestro no solo imparte conocimientos; da parte de sí mismo. El Ingeniero Arturo nos enseñó ciencia, pero también un camino hacia la santidad”.

A treinta años de su partida y a pocos años de haberse iniciado oficialmente su causa de canonización, su vida se sigue contando en presente. Porque la verdadera química de la docencia no estaba en los compuestos de laboratorio, sino en la fórmula simple y poderosa de vivir con fe lo ordinario de cada día.

Oración para pedir la intercesión del ingeniero Arturo Álvarez


Si quieres descargar la oración, da click AQUI

Si quieres saber más acerca del Ing. Arturo Álvarez, da click AQUI