«Entendimos que aceptar los hijos que Dios quisiera pasaba por no tener ninguno»

Laura es madre de tres hijos y en sus redes sociales habla sobre cómo ha sido el proceso de adopción de todos ellos, aceptar el duelo de la infertilidad o temas relacionados con familia y educación. En este artículo cuenta su testimonio de vida y de fe y cómo escribir un libro y hablar sobre ello en redes ha sido sanador y al mismo tiempo una ayuda para muchas personas.

Mi marido y yo nos dimos el sí más importante de nuestra vida un 15 de mayo, festividad de San Isidro en Madrid, donde íbamos a vivir una vez que nos casáramos. Dijimos sí a querernos siempre, sí a los hijos que vinieran, sí a Dios, sí a toda una vida juntos. 

Como cualquier pareja joven, soñamos con nuestro futuro juntos, nos ilusionaba tener una familia numerosa, soñábamos con ser padres, nos imaginábamos las vacaciones con uno o varios bebés. Sin embargo, fue pasando el tiempo y el embarazo que tanto deseábamos no llegaba.

Aceptar los hijos que Dios quiera... también cuando no quiera ninguno 

A pesar del tiempo, nunca perdimos la esperanza de ser padres. Acudimos a varios médicos y nos dijeron que podíamos estar tranquilos, que en cualquier momento seríamos padres, así que, antes de ponernos nerviosos, empezamos a rezar con más intensidad. 

Acudimos a varios santuarios: Lourdes, Fátima y Torreciudad. También viajamos a Roma, por supuesto rezamos ante san Josemaría, San Pedro, San Juan Pablo II y en miles de sitios emblemáticos de la ciudad. 

En España rezamos en cada ermita, iglesia, catedral, a la Virgen y a todos los santos y así fueron pasando los años, hasta que entendimos que aceptar los hijos que Dios quisiera pasaba por no tener ninguno.

Tantas oraciones no fueron en balde, ya que nos prepararon para aceptar con mucha serenidad que no íbamos a cumplir nuestro sueño de ser padres. Para eso y seguramente para ver que íbamos a ser bendecidos de otra manera. El Señor nos hizo ver que nuestra paternidad vendría por la vía de la adopción y no solo una, sino tres o cuatro veces. 

Hasta el día de hoy hemos vivido cuatro procesos de adopción con los que han venido tres de nuestros hijos. Actualmente estamos esperando la llegada del cuarto que, como siempre, llegará cuando Dios quiera... si es que tiene que llegar. Si algo tenemos claro es que nosotros no controlamos absolutamente nada.

Cuando llevábamos aproximadamente dos o tres años con el cuarto proceso completamente parado como consecuencia de la pandemia, decidí contar nuestra historia a través de las redes sociales y en un libro que titulé Mis hilos rojos haciendo alusión a la leyenda del hilo rojo. 

Me propuse hablar de adopción y de familia y a través de mi cuenta de Instagram (@mishilosrojos) me puse a disposición de quien lo necesitase. Al principio me daba cierta vergüenza hablar de determinados temas o mostrar mi fe, hasta que me di cuenta de que cuando hablaba de la Virgen, muchas personas me pedían oraciones y las fotos en las que salía ella tenían bastante repercusión. 

Una cuenta de Instagram que crece y conversaciones sobre la fe 

Así que me fui animando a hablar de todo sin tapujos. Mis seguidores cada vez me conocían mejor y, sin darme cuenta, empecé a tener conversaciones por privado de mucha profundidad. Una persona me dijo que ella no creía en Dios pero que mis escritos le llenaban de paz, de serenidad y de alegría así que entre bromas le dije: “¡no crees ahora, pero si sigues leyendo creerás!”.

Como los procesos son largos y complicados y a veces es difícil encontrar un apoyo, poco a poco fui forjando amistades con las personas que iba encontrando en Instagram. Personas que se planteaban adoptar, que estaban en pleno duelo de infertilidad o que ya habían conseguido terminar su proceso. Hablábamos de muchas cosas y siempre les decía que rezaba por ellas. Siempre tenía en la cabeza a varias familias que tenían su proceso bloqueado en China igual que nosotros.

Me acordé especialmente de una familia que se encontraba en una situación muy difícil porque cuando pararon todo, estaba a punto de viajar para buscar a su hijo. Estaban muy desanimados porque iban pasando los años y no había manera de terminar su proceso. Siempre les decía que teníamos que rezar, hasta que un día ella me dijo que estaba desesperada de que nadie nos escuchase. Así que le dije: “necesitamos hacer algo extraordinario. Vamos a rezar a San José, el padre adoptante más famoso de la historia”.

Le expliqué por qué le tenía tantísima devoción y le encantó. Pensamos que las dos íbamos a hacer una novena para que San José nos echase una mano. “Durante nueve días tenemos que rezar una oración y debemos hacer un pequeño sacrificio para que tenga más valor, ¿qué se te ocurre?” Pensamos en varias cosas que nos costaban cierto esfuerzo para darle más valor a nuestra novena. Una vez transcurridos los nueve días no solo celebramos el final de nuestra novena sino también que gracias a San José, había vuelto a frecuentar los sacramentos.

A día de hoy todavía no ha podido viajar a por su hijo, pero durante este tiempo hemos celebrado muchos momentos muy importantes para su familia. Hablando hace días con ella le dije: “San José no nos ha traído a tu niño todavía, pero ¡anda que no te está poniendo cosas bonitas en bandeja!”. Nunca se sabe dónde van nuestras oraciones, pero está claro que nunca se pierden, no cabe duda porque ella estaba y sigue feliz.

Me “alié” con San José para poder seguir ayudando a muchas más personas. De hecho, mi libro está siempre en la mesilla y en mi sala de estar bajo la figura de San José, de ese modo le encomiendo a todas las personas que lo leen. Y la verdad es que San José, siempre tan discreto, no ha parado de hacer de las suyas. El mismo verano que conocí personalmente a la familia que esperaba a su hijo de China, conocí a través de Instagram también a otra familia que tenía un bebé que había venido por adopción nacional.

Empezamos hablando de todo y de nada, recuerdo que nos reíamos mucho porque también me gusta subir contenido en el que me rio de mí misma o hago algunas tonterías. Así que, hablando de cosas poco serias y sin darnos cuenta, con el tiempo empezamos a hablar de cosas más profundas e íntimas. Como siempre, empezamos hablando por Instagram, seguimos por WhatsApp y terminamos viajando para conocernos.

Un día me contó que en su vida había tenido muchos vaivenes y que se sentía muy inquieta porque no sabía qué quería Dios de ella. Me contó que solía rezar, que a veces iba a misa y a veces se confesaba. También me contó que acudía a distintas cosas organizadas por varios grupos religiosos, pero no le llenaban y cuando me hablaba del Opus Dei, no lo hacía con especial cariño porque en su pueblo no estaba bien visto. Sin embargo, me dijo: “el Señor siempre me pone gente del Opus en mi camino”. 

Como conocía a varias personas de la Obra y de vez en cuando visitaba el Santuario de Torreciudad, le recomendé poner esas inquietudes en manos de la Virgen y hablar con un sacerdote que le ayudase a despejar algunas dudas. Poco tiempo después tuve la oportunidad de viajar a Torreciudad y estar con ella y su familia, allí rezamos el Rosario y pusimos en manos de la Virgen nuestras familias.

En mi cuenta de Instagram y en mi libro hablo de adopción y familia desde mi punto de vista, en el que lógicamente está Dios. Me cuesta creer que mis escritos los leen personas con las que en la vida imaginé que llegaría a hablar de temas tan profundos. Para mi sorpresa el día de la firma de libros en Madrid, se acercaron muchas personas que había conocido a través de las redes y personas que me encuentro en mi día a día, como por ejemplo, los carniceros del mercado donde suelo acudir a hacer la compra semanal o madres del colegio de los niños.

Con el tiempo he comprobado que es importante estar activa en redes sociales, ya que es también un “mar sin orillas” donde muchas personas están deseosas de encontrarse con Dios. Mis hilos rojos se han convertido en un instrumento para llegar a mucha gente y hablar de familia, de adopción o lo que sea y de una manera u otra acercarlas a Dios.