Es cuestión de prioridades

Para Regina, el quehacer universitario y la vida familiar son dos aspectos que se enriquecen mutuamente. Con sus palabras da a entender que al establecer acertadamente las prioridades, la armonía surge con más espontaneidad.

La Dra. Regina Jiménez-Ottalengo, mamá de cinco, abuela de ocho e investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, trabaja en una oficina que tiene una vista espectacular al espacio escultórico de Ciudad Universitaria.

Desde hace casi cincuenta años, Jiménez-Ottalengo se desempeña profesionalmente como investigadora, labor que combina armoniosamente con la docencia. Su contacto con los estudiantes le ha permitido mantenerse “al día” gracias a los cuestionamientos que constantemente le plantean sus alumnos.

Su labor profesional le ha permitido obtener diversos reconocimientos y satisfacciones a lo largo de su carrera, pero la Doctora señala que el lugar prioritario de su vida lo ocupa su familia.

“… me puse un tope en mi propia ambición. Me era interesante cumplir, desarrollarme, dar algo de mí misma a la investigación, pero nunca me excedí, es decir no fue mi prioridad, mi prioridad, siempre fue mi familia”.

Para desempeñar su doble papel, Jiménez-Ottalengo siempre contó con el apoyo de su marido, quien la impulsó desde el principio para continuar con su labor de investigación, incluso en una época en la que no era común que la mujer trabajara fuera de casa.

Según explica, incluso sus hijos se sentían orgullosos de su trabajo porque nunca sintieron la carencia de una madre. Su actividad le permitió desarrollarse profesionalmente, pero sin descuidar la atención de su hogar.

“Me preocupa mucho que ahora la mujer se ve obligada a trabajar, no es solamente un privilegio, sino una necesidad, y eso ha hecho que de alguna manera descuide muchas actividades prioritarias”, opina la Dra. Jiménez-Ottalengo.

Sobre el papel de la mujer en la actualidad, piensa que se debe analizar seriamente el ámbito laboral para que las madres puedan compaginar su desempeño profesional con su vida familiar, porque no siempre es posible armonizar estos dos aspectos.

En su escritorio, en medio de una multitud de papeles, un pequeño crucifijo plateado llamaba la atención. Según explica, ése y otros símbolos le ayudan a no perder la presencia de Dios en medio de su labor cotidiana.

Le anima también la devoción a San Josemaría y recuerda que en 1970 tuvo la oportunidad de conocer al fundador del Opus Dei quien le impactó por su simpatía y vitalidad pero sobretodo por su mirada intensa y paternal.

Como Supernumeraria del Opus Dei, la Doctora se esfuerza por hacer realidad la santificación de su trabajo profesional y familiar, a dedicar cada acción a Dios, a servir a los demás a través de sus quehaceres diarios y a hacer las cosas con la mayor perfección humana posible.