Ernestina de Champourcin, la voz recuperada de la Generación del 27

En «Poesía esencial», nuevo libro que recopila los principales trabajos en verso de Ernestina de Champourcin, el filólogo Jaime Siles señala que la vida de esta poeta española que vivió exiliada en México, fue una «aventura intelectual y un viaje inaudito en el siglo XX».

Pocas escritoras reflejan tan bien como ella los vaivenes intelectuales del siglo XX español. Criada en el seno de la burguesía madrileña, poeta y feminista de primera hora, Ernestina de Champourcin se volcó al bando republicano por convicción propia, aunque sus compañeros desconfiaban a menudo de ella, la «señorita bien».

Poco después de la Guerra Civil salió rumbo al exilio a México, una experiencia de desarraigo que se convirtió en una partida doble con su regreso, más de treinta años después, a un Madrid cambiado, que no reconocía. Todas estas vivencias tuvieron, en definitiva, una enorme repercusión en su obra poética.

Ése es el trasfondo en base al cual Jaime Siles, catedrático de Filología Latina en la Universidad de Valencia, ha procedido a la compilación del volumen Poesía esencial, que reúne los principales trabajos en verso de Ernestina de Champourcin. 

El libro, publicado por la Fundación Banco Santander en el marco de su colección Obra Fundamental -abocada a la labor de recuperar a escritores poco conocidos y olvidados por el mundo editorial actual- intenta reflejar en su selección las fases más representativas de la agitada vida de la poeta. 

 Feminismo y modernidad

La primera fase de esa obra está así marcada por la influencia de la generación del 27. En ella, la poeta se incorpora a la vida intelectual madrileña como una mujer moderna a la usanza de los años 30, según Siles, partidaria de las vanguardias artísticas y de una literatura escrita por mujeres, que no se limitase únicamente a imitar el estilo masculino. Ése es también el motivo central por el cual la obra de De Champourcin ha sido redescubierta en los últimos años por corrientes feministas.

 En el prólogo, Siles destaca también la gran «sensualidad» de la que hace alarde la poesía de De Champourcin. El valor de su trabajo se refleja no sólo en la selección previa de la poeta en el segundo tomo de la célebre Antología de Gerardo Diego, sino en el reconocimiento que le brindaba el mismo Juan Ramón Jiménez, a quien ella consideraba su maestro.

La etapa mística

Del mismo modo, el prologuista sostiene que la experiencia del exilio fue fundamental para su lírica. Después de la muerte de su marido, el también escritor y secretario personal de Manuel Azaña, Juan José Domenchina, en el exilio mexicano a comienzos de los años 50, la poeta se volcó primero a la mística y después a la religión. Ello explica también su ingreso en el Opus Dei, «algo inaudito para una «roja», señaló Siles. «Cuando la Historia parece hundirse, lo único que le queda como asidero es la idea de Dios. Un Dios a veces panteísta y otras veces cristiano».

La última etapa es la que corresponde a su vuelta a España. La poeta escribe en ella sobre todo haikús espirituales, cargados de recuerdos en un ambiente en el que le es difícil reconocerse a sí misma. Una poesía que intenta ser «evocativa y esperanzadora» en su fase final.

Isaac Risco Rodríguez // ABC