El 13 de septiembre de 1972 en la Clínica de la Universidad de Navarra se realizó una biopsia al siervo de Dios José María Hernández Garnica que confirmó la presencia de un carcinoma de células escamosas, origen de las molestias que padecía desde hacía tiempo, corrigiendo hipótesis anteriores más benévolas. El doctor José Manuel Martínez Lage precisaba: “Tengo para mí que esa lesión, por su tamaño y situación, tuvo que producir importantes dolores físicos a D. José María. No se quejó de ellos ante mí. Hube de comunicar al enfermo la rectificación del diagnóstico y la necesidad de realizar radioterapia. No se inquietó al oír mis palabras, no perdió su permanente sonrisa, no mostró gesto alguno de preocupación y tampoco quiso inquirir de mí más detalles. Se quedó tranquilo con mis palabras, naturalmente adecuadas a la situación”.
No se inquietó al oír mis palabras, no perdió su permanente sonrisa, no mostró gesto alguno de preocupación.
Su sobrina, Teresa Temes Hernández, refiere un detalle significativo: “El Dr. Martínez Lage me contó en 1992, en la Clínica Universitaria de Navarra, que cuando le hizo la biopsia y los análisis, Chiqui lo pasó muy mal: tenía muchos dolores, no podía tragar, etc. Una tarde fue a verle y, para animarle, le dijo que pronto estaría bien… Chiqui cogió un papel y escribió: «Me tienes completamente fastidiado». El médico y su equipo se rieron mucho de su buen humor”.
Había llegado el momento de su preparación final y, en esos días, se le comunicó el duro pronóstico de su enfermedad y las posibilidades de tratamiento, que recibió con mucha serenidad. Como señalaba Fernando Inciarte: “Por casualidad estaba yo con él en la clínica de Pamplona cuando D. Amadeo de Fuenmayor me hizo salir porque tenía que darle la noticia de que era cáncer, normalmente incurable. No recuerdo si volví a entrar después, pero sí que D. Amadeo dijo que la había recibido con tanta entereza como visión sobrenatural. Por otra parte, sé, dada su robusta vitalidad, que la idea de la muerte, según me decía, le causaba un gran temor natural y que, ya desde joven (tal vez desde que perdió un riñón), estaba convencido de que moriría pronto”.
En esos días, se le comunicó el duro pronóstico de su enfermedad y las posibilidades de tratamiento, que recibió con mucha serenidad.
En esos días, recibió unas letras de san Josemaría, de fecha 20-IX-72 que, en esos momentos duros, fueron de gran consuelo para su alma: “He recibido tu última carta y le he dado muchas gracias al Señor por ese nuevo diagnóstico, que me hace pedir todavía con más insistencia tu curación al Señor y a nuestra Bendita Madre. Agradezco también a la Santísima Virgen la paz y el abandono que quiere mantener en tu alma. Sigue así, hijo mío, que tus molestias son clamor de oración a Jesucristo Nuestro Señor por esta Santa Iglesia suya”.
Cfr. Roturando los caminos. José Carlos Martín de la Hoz. Madrid: Ediciones Palabra, 2012.