El 2 de octubre de 2002, Juan Pablo II canonizó a Josemaría Escrivá de Balaguer ante miles de fieles que se congregaron en la Plaza de San Pedro para atestiguar el histórico evento. Durante la homilía, el Papa polaco resumió en pocas palabras el mensaje que San Josemaría difundió a lo largo de su vida: “Elevar el mundo hacia Dios y transformarlo desde dentro: he aquí el ideal que el santo fundador os indica (…)”.
San Josemaría había fallecido en Roma en 1975, tras una vida de generosa entrega para sacar adelante el Opus Dei, institución de la Iglesia católica que fundó en 1928 después de “ver” que Dios también quería que la gente común, a través de su trabajo, alcanzara la perfección cristiana.
Nació en 1902, en Barbastro, España, dentro de una familia profundamente cristiana. Duros golpes como la muerte de sus tres hermanas menores y el quiebre del negocio familiar marcaron su infancia y adolescencia. En 1917, durante un crudo invierno español, Josemaría intuyó que Dios quería algo de él y decidió entregar su vida a Dios a través del sacerdocio tras ver las huellas de un carmelita descalzo en la nieve. Fue ordenado sacerdote en 1925. Durante el papado del beato Juan Pablo II se sucedieron su beatificación (1992) y canonización (2002).
Desde la fundación del Opus Dei y hasta el 26 de junio de 1975, San Josemaría comunicó de manera incansable que todas las personas, sin importar raza, condición social, cultura o edad, están llamados a ser santos. Cada bautizado puede elevar su realidad cotidiana, sin importar cual sea, a Dios. El mismo San Josemaría lo describía en octubre de 1967: “Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir”.
Miles de personas alrededor del mundo, en ámbitos muy diferentes, intentan desarrollar sus labores cotidianas de la mejor manera posible. Hacer las cosas por amor, con deseos de servir a los demás, de manera honrada y ofreciéndolo todo a Dios, sin duda contribuye al encuentro de los divino en medio de lo ordinario. Miembros y no miembros del Opus Dei encuentran en San Josemaría un buen amigo al que se le puede pedir ayuda para hacer “endecasílabos de la prosa de cada día”.