El sacerdote “ha de ser un buen charro”

De niño, Felipe Álvarez –de Arandas, Jalisco– soñaba con ser charro. Hoy es sacerdote.

Arandas –una región de Jalisco cuya tierra de ocre intenso es generosa en agave– todavía conserva el auténtico espíritu del charro mexicano. Ahí nació Felipe Álvarez Miranda, ordenado sacerdote por Mons. Javier Echevarría el pasado 8 de mayo.

En sus primeras impresiones después de su ordenación, el P. Felipe tiene un recuerdo especial de todas aquellas personas que lo ayudaron en su vocación, y sobre todo un profundo agradecimiento a Dios por su llamado al Opus Dei y al sacerdocio.

“Ahora se abre ante mis ojos un nuevo y maravilloso panorama, de servicio y entrega absoluta e incondicional, con profunda alegría y mucha ilusión, en el ministerio sacerdotal”, dice el P. Felipe.

Dios se hace presente a través del sacerdote en la Eucaristía, en el perdón de los pecados y en la administración de los demás sacramentos. Por todo esto, el P. Felipe considera que el sacerdocio ha sido el regalo más grande que ha recibido.

El sacerdocio es un don para toda la Iglesia por medio del cual el sacerdote acompaña a los fieles en los momentos alegres e importantes de la vida; es decir, desde que se comienza a ser hijo de Dios, por el bautismo, y hasta los últimos momentos de la existencia, con la unción de los enfermos.

“En el sacerdote se encuentra compañía, apoyo y guía en los momentos más difíciles. (…) El sacerdote nos acompaña y prepara en los últimos momentos de la vida para el encuentro con Dios”, enfatiza el P. Felipe.

Ser sacerdote, añade, también tiene una conexión muy especial con aquello que anhelaba desde que era un niño pequeño: ser charro.

Con buen humor, el P. Felipe dice que “el charro es como el pastor, sólo que en lugar de pastorear ovejas, se encarga del cuidado y guía del ganado. Así pues, tanto en charros como en pastores, en cierto sentido se mantiene el espíritu evangélico. Me parece que el sacerdote ha de ser un buen charro que cuide diligentemente su ganado”, dice el P. Felipe.

Por último, el P. Felipe resalta la importancia que tiene el apoyo de los fieles para asegurar la santidad de los sacerdotes y apunta algunas formas concretas de ayudar: oración, mortificación y espíritu de colaboración.