El sacerdocio es un don para servir a los demás

Irineo Pallares, de Culiacán, recibió la ordenación sacerdotal el 4 de septiembre. Después de trabajar en gasolineras, hoteles y almacenes de ropa atendiendo a sus clientes, ahora comienza un nuevo ministerio a cargo de almas

Háblanos un poco de tu familia y de tu lugar de origen.

Mi padre falleció hace 18 años. Era despachador en una gasolinera. Cuando estaba cursando la primaria lo acompañaba a su trabajo. Él me dejaba llenar los tanques de los coches, cambiarles el aceite, llenar las llantas con aire o lavar los cristales. Cuando yo estaba en la preparatoria, mi papá fue pensionado porque padecía diabetes y había sufrido un accidente. Falleció un poco antes de mi graduación de la Universidad. Él siempre estuvo al pendiente de nosotros y procuró que en casa no nos faltara lo necesario.

Mi madre es ama de casa. Su única preocupación, en el buen sentido de la palabra, fue su familia. Se desvivió y sigue desviviéndose por nosotros. Junto con mi padre, es la persona que más quiero, porque ha sido una mujer fuerte, trabajadora, silenciosa, sencilla, amable y sacrificada. Su vida es la de cualquier ama de casa, pero para mí es la persona más importante porque es mi madre y porque todo lo hacía por nosotros.

Mi hermana Marisela es numeraria auxiliar. Mi segunda hermana, Fabiola, está casada y tiene dos hijos, Cinthia y Alán, y trabaja en una empresa de informática. Y mi tercera hermana es Vanessa, que es psicopedagoga y ha trabajado en el Colegio Chapultepec como profesora.

¿Qué aficiones tienes y qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

Cuando estaba en Culiacán combinaba mi trabajo con actividades en un club de jóvenes. Organizamos catecismos o clases de formación humana y doctrinal. Hacíamos campamentos, jugábamos al básquetbolremábamos en kayaks o veíamos una película. Fueron grandes momentos.

Me gusta leer. Durante mis años en Sinaloa disfruté mucho leyendo “El señor de los anillos”, los libros de Harry Potter, “Las crónicas de Narnia”, etcétera. En Pamplona, mientras estaba cursando los estudios de teología (6 años), leí sobre personajes españoles y mexicanos de los siglos XVI y XVII: Hernán Cortés, Carlos I, los Reyes Católicos, el cardenal Cisneros, Felipe II, Juan de Palafox, Sor Juana Inés de la Cruz…

También procuro correr, nadar y hacer bicicleta de montaña. Y me gusta escuchar música, como el soundtrack de “El señor de los anillos” o el de “Los miserables”, así como Maná y Coldplay.

¿Cómo conociste el Opus Dei?

Conocí el Opus Dei gracias a mi hermana. Algunas numerarias auxiliares frecuentaban la casa de mis padres. Ellas me comentaron que yo podía formarme en un centro del Opus Dei. Y así fue como conocí la Obra. Años después pedí mi admisión al Opus Dei como agregado.

Por un tiempo trabajaste en un hotel para pagarte los estudios, ¿podrías hablarnos de esta experiencia?

Yo tuve que trabajar porque la pensión que le dieron a mi papá no era suficiente para cubrir los gastos de la casa. Además, quería estudiar una carrera universitaria; mi padre me dijo que le gustaría ayudarme, pero que no había dinero. Una tía me consiguió un trabajo en el hotel donde ella laboraba. Ocupé el puesto de botones (cargar maletas) y también hacía algunas tareas de limpieza. Recuerdo que la dueña del hotel nos dio una beca para estudiar inglés. Luego conseguí otra beca para estudiar una carrera técnica en programación informática.

Cuando terminé la preparatoria, el inglés y la informática, me matriculé en una licenciatura de administración financiera. Mientras estaba estudiando la universidad, en el hotel me ascendieron al área de recepción (atención y registro de huéspedes, caja, teléfonos y auditoría nocturna). Al concluir la carrera me dieron el puesto de gerente de auditoría de ingresos, costos y cajas. En este puesto estuve ocho años. El último año que estuve en el hotel me nombraron gerente de alimentos y bebidas. Salí del hotel porque conseguí una nueva oferta de trabajo en una famosa cadena mexicana de tiendas de ropa y muebles. En esta empresa estuve un año en entrenamiento, el segundo año como gerente de una tienda en el área de ropa, y el tercer año como gerente entrenador.

¿Qué papel jugaron tus padres en el descubrimiento de tu vocación?

San Josemaría decía que a nuestros padres les debemos el 90% de la vocación. Ellos fueron los que me enseñaron la fe desde pequeño. Recuerdo que desde íbamos a misa. Además, ellos estuvieron al pendiente de que recibiéramos los sacramentos del bautismo, la confirmación y la primera comunión. Otra parte de la formación que me dieron mis padres fue la del ejemplo en las virtudes. De mi padre podría destacar la responsabilidad de sacar adelante a la familia, su fortaleza y su lucha por vivir el sufrimiento de su enfermedad; y de mi madre, podría mencionar la fortaleza, la laboriosidad, la sencillez, la amabilidad…

¿Qué cualidades debe tener un sacerdote ideal?

San Josemaría decía que los sacerdotes del Opus Dei “fueran doctos, humildes, alegres y deportistas”. Este sería un buen plan para un sacerdote que empieza a vivir este ministerio. Doctos: no solo se trata de tener una buena formación doctrinal, sino también humana, espiritual y apostólica. Humildes: saberse hijos de Dios con defectos y virtudes. Alegres: cimentados en saber que Dios es nuestro Padre y que nos quiere un montón. Deportistas: en el terreno sobrenatural, que consiste en volver a comenzar y recomenzar siempre.

¿Qué espero de mí como sacerdote?

Más que esperar algo de mí, creo que hay que esperarlo de Dios. El sacerdocio es un don de Dios. Es un don para servir a los demás. Lo más importante de un sacerdote es que sea un sacerdote de Cristo. El sacerdote tiene que identificarse con Cristo y hacerlo presente en la Eucaristía. Ese es la misión del sacerdote, y eso es lo que espero de Dios para mi sacerdocio: servir a Dios y a la Iglesia.