En 1982, cuando Martha Anaya iniciaba sus estudios de Comunicación en el Tec de Monterrey, Campus Querétaro, una amiga la invitó a un retiro espiritual en Toshi. Después ayudó en un club de niñas unos cuantos meses, y nada más.
Cinco años después, mientras se preguntaba insistentemente qué quería Dios de ella, buscó a otra amiga, también de la Obra, para conocer mejor el espíritu de esta institución fundada por san Josemaría Escrivá. “Desde el primer momento se me abrió ante los ojos la realidad del sueño que yo albergaba desde meses atrás: tenía el deseo, impulsado por una fuerza que no era mía, de hacer todo muy bien hecho, de responder a tanta bondad de Dios como Él quería, con mi vida entera”.
Así, lo que antes apenas intuía comenzó a materializarse en un modo de vivir de amplios horizontes. “Al comenzar realmente a conocer la Obra, su mensaje y a su Fundador, me di cuenta que ese era el camino que iba a satisfacer los anhelos que Dios había metido en lo más profundo de mi corazón. El mensaje del Opus Dei y mis anhelos se identificaban. Lo único que me hacía detenerme era que me costaba dejar todo lo que tenía y podía llegar a tener. Los sueños típicos de la juventud”.
Sin embargo, Martha descubrió pronto sueños más ambiciosos y al mismo tiempo más exigentes. Encontró que había una manera de vivir que no dependía de ella y sus proyectos sino de los planes de Dios y pidió su admisión como numeraria. “Con la entrega, la vida cambia en todos los aspectos. Por un lado, tienes frente a ti un nuevo y amplio horizonte. Todo cobra un nuevo sentido, todo se ve con una luz distinta, nueva y resplandeciente. Uno se convierte en un ‘farol encendido’ que ilumina porque Dios está detrás. Además, no se trataba sólo de cambiar y mejorar en la propia vida personal sino de hacer el Opus Dei con y desde esa nueva vida”.
Desde luego el camino no adolece de riesgos y dificultades advierte Martha pero “conforme el tiempo va pasando, Dios no deja de pedirte y de darte para que puedas responder a lo que te va pidiendo. El ‘sí’ que se pronuncia al principio de manera sincera y total va acompañado por un sentimiento de alegría, gozo y paz que no se pierden a lo largo de los años si se sigue pronunciando día a día”.
Con la entrega, la vida cambia en todos los aspectos. Por un lado, tienes frente a ti un nuevo y amplio horizonte. Todo cobra un nuevo sentido.
Desde hace un año y medio Martha vive en la Ex Hacienda de Toshi, ubicada en el Estado de México y trabaja en el Centro de Formación Profesional en Servicios de Hospitalidad. Se trata de una institución que imparte la carrera técnica a jovencitas que quieren realizar estos servicios. Esta escuela es una entre las cinco que hay en la República Mexicana y su fundación fue impulsada por san Josemaría en los años cincuenta para ayudar a las jóvenes a desarrollarse como mujeres íntegras y para que amaran estos trabajos tan necesarios para todos, tanto en la industria del servicio como en sus propios hogares”.
Como profesora de Antropología y Ética, Martha procura que sus cursos “ayuden en la formación humana e intelectual de las alumnas. Además coordino la Asesoría Académica que contribuye a que las alumnas quieran aprovechar al máximo la oportunidad que les dan sus papás y la escuela de ser mejores personas tanto en lo personal como en lo social y profesional”.
Después de casi 25 años en el Opus Dei, Martha no duda en afirmar su convencimiento de haber tomado la decisión correcta. “Me veo como una persona auto realizada, me siento feliz y así me he sentido todos estos años. Me llena mi forma de vida; mi trabajo, me da muchas y constantes satisfacciones y alegrías; mi corazón está pleno, así lo siento. Estoy convencida que Dios me quiere en este camino. Él me ha dado todo para ser feliz y además es muy buen pagador. Como dice el Evangelio, Dios te da el ciento por uno”.