Carla dedicaba parte de su tiempo a trabajar como asesora de diabetes en una asociación sin fines de lucro alineada con cinco causas universales: visión, diabetes, cáncer infantil, preservación del medio ambiente y lucha contra el hambre. El presidente de dicha asociación, al conocer el accidente en el que Carla falleció, escribió:
Transformar cada actividad profesional en una oportunidad para amar a Dios, servir a la Iglesia y ayudar a quienes nos rodean.
«En el Opus Dei, la espiritualidad se centra en la búsqueda de la santificación del trabajo diario, transformando cada actividad profesional en una oportunidad para amar a Dios, servir a la Iglesia y ayudar a quienes nos rodean. Carla destacó por integrar su fe en su vida cotidiana, viviendo en su casa y ejerciendo su profesión siempre ante Dios, sin distinciones externas que la separaran del resto de la sociedad»[1].

Transformar cada actividad profesional en una oportunidad para amar a Dios, servir a la Iglesia y ayudar a quienes nos rodean. Esta frase resume lo que Carla, Lydia, Soco y Mariana se esforzaron por vivir.
«Soco hizo familia en toda la Universidad», recordó el decano de la Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana durante la Misa celebrada en el campus. «Quienes colaboramos con ella, quienes de alguna manera la rodearon, se acuerdan de que siempre tenía sonrisa para todos, siempre era muy dispuesta, siempre estaba muy comprometida con todo».

Son testimonios que llenan el corazón.
«Ahora sé que Mariana desde el Cielo me va a mandar mucha energía y coordinación para jugar mejor».
Testimonios que hablan de familia, alegría, normalidad.
«De Mariana, me quedo con ese cariño y con ese partido de pádel que tuve la bendición de jugar. Ahora sé que ella desde el Cielo me va a mandar mucha energía y coordinación para jugar mejor, será mi partner regia por siempre».
«Lydia quería y sabía ser cercana a cada persona de su familia. Amaba profundamente a su mamá, estaba orgullosa de ella y de su hermano».

Preocupación auténtica por ayudar a los demás, porque la caridad se mide en obras.
«Aquí hay varios de los que eran del club de tejido de Soco, un club de tejido muy interesante porque servía como servicio social para algunos alumnos, incluso que hacían muñecos para luego entregarlos a niños con cáncer».

«Su vida marcada por la dedicación y el servicio, continúa inspirando a todos los que tuvieron el privilegio de conocerla».
Palabras que dan testimonio de una vida con sentido.
«Más allá de ser una distinguida académica y filántropa, Carla fue una persona exquisita cuyo impacto positivo resonó en cada vida que tocó. Su vida marcada por la dedicación y el servicio, continúa inspirando a todos los que tuvieron el privilegio de conocerla».
«La vida de Soco fue eso: intentar seguir al Señor de la mejor manera. Su vida fue para Dios y también para los demás».
«Todos los miércoles a las 8 de la mañana llegábamos puntuales a la biblioteca de la Universidad a tomar formación; Lydia siempre llegaba con esa sonrisa y nos enseñaba con tanta alegría…»

«Nos enseñaste a hacer el ridículo, contar chistes, bailar a lo tonto, cantar, todo para hacer felices a los demás».
Memorias de amistades auténticas, profundas.
«Mariana, nos enseñaste a querernos más, a ser más espontáneas y a no tener miedo a decir lo que sentimos, a decirnos que nos queremos, a no poner límites al cariño. A hacer el ridículo, contar chistes, bailar a lo tonto, cantar, todo para hacer felices a los demás».

Hechos que relatan cómo la mejor forma de compartir la fe es el ejemplo.
«Dra. Carlita, usted es el ejemplo de todo lo que un humano debe tener; una persona que me llevo en el corazón, a quien honraré y no dejaré que su trabajo se pierda».
«Querida Lydia, gracias por tu tiempo, por tus sonrisas y por tus enseñanzas que fortalecieron mi fe. Mi cariño hasta el cielo».

Un sentido profesional cargado de humanidad, en el que los talentos personales son un don para servir a los demás.
«Dra. Carla, hoy quise venir en traje a despedirla porque se lo debía; hubiera deseado mucho que al terminar el doctorado pudiéramos tomarnos esa foto juntos en el festejo. La extrañaré por siempre».
«¿Por qué están tristes? ¡No! ¡Yo estoy feliz, felicísima!»
Palabras llenas de sentido sobrenatural que abren horizontes insospechados.
«Marianita ya nos mira sonriente como siempre desde allá y la oigo decir: ¿Por qué están tristes? ¡No! ¡Yo estoy feliz, felicísima! Y desde aquí les seguiré ayudando más…»

«Pienso que para todos, y para mi especialmente, ha sido una conversión que le estaba pidiendo a Dios hace tiempo. Dentro del dolor estoy feliz. Lydia se estará riendo de nosotros, haciendo bromas y enviando una sonrisa desde el cielo...»
Son testimonios que dibujan un tapiz multicolor, lleno de luces y sombras, en el que cada día es una puntada diminuta. La visión de la imagen completa solo la tiene Dios. San Josemaría decía que «cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios»[2]. Carla, Lydia, Soco y Mariana: gracias por todo.
[1] Bobadilla, E. T. (2024, 31 julio). Semblanza de Carla E. Angulo Rojo. www.noroeste.com.mx. Link: https://www.noroeste.com.mx/colaboraciones/semblanza-de-carla-e-angulo-rojo-KA8121639
[2] Texto perteneciente al punto 116 del libro 'Conversaciones' de Josemaría Escrivá de Balaguer, en el capítulo 'Amar al mundo apasionadamente'. Link: https://escriva.org/es/conversaciones/116/