Héroes en el silencio: voluntarios que mantienen el legado del Camino de Santiago

Una fundación impulsa el espíritu original del Camino de Santiago con peregrinos, muchos del Opus Dei, que limpian iglesias y cuidan el patrimonio espiritual. Les apoyan voluntarias de Vigo encargadas del mantenimiento de ornamentos litúrgicos en templos rurales.

Conchita Bernárdez conoce el Camino de Santiago a la perfección: lo ha realizado completo más de cien veces con grupos de peregrinos de todas las edades y partes del mundo. Sin embargo, en ocasiones esta peregrinación ha perdido su sentido espiritual: el recorrido que hacían los cristianos a partir del siglo VIII para visitar la tumba del apóstol Santiago, que había evangelizado España.

Viendo esta necesidad de poner en valor el legado del Camino, Conchita y un grupo de amigas han puesto en marcha una iniciativa pionera: involucrar a jóvenes -y no tan jóvenes- en la conservación del Camino de Santiago mientras lo realizan. 

Es un proyecto con cuatro objetivos muy claros: fomentar el amor por el Camino y su historia; proteger el patrimonio material e inmaterial del Camino; generar experiencias transformadoras de peregrinación, servicio y comunidad; y avivar el sentido espiritual del Camino de Santiago como una vía de evangelización.

En este sentido trabaja la Fundación Conchita Bernárdez: “Entendemos la peregrinación en su sentido primigenio, no solo como el tránsito natural hacia un sitio de devoción, sino también como un viaje interior, con una clara intención orientada hacia la trascendencia. 

La inmensa mayoría de los peregrinos que provienen del extranjero en la actualidad asumen este viaje como un recorrido interior y exigen una asistencia espiritual que no puede ni debe descuidarse”.

Esta es la razón por la que decidieron “acometer este programa como un medio para colaborar en el sostenimiento y prestación de los servicios religiosos a lo largo del Camino de Santiago gallego”. Además, fruto de esta experiencia, escribieron el libro “El Camino de Santiago y más”, que recoge lo que se cuenta en esta historia: cómo un grupo de mujeres a las que unía la amistad han conseguido dignificar muchos lugares por los que pasa el Camino e involucrar a cientos de personas en esta tarea.

“La señora de la limpieza soy yo”

En plena pandemia, haciendo el Camino con un grupo de adolescentes de una asociación juvenil vinculada al Opus Dei, Conchita pensaba en organizar una actividad para el grupo al finalizar una de las etapas. Estaban en una minúscula aldea gallega llamada Boente. Allí poco o nada había que hacer cuando, rezándolo, pensaron: “Aquí lo único que se puede hacer es limpiar la iglesia”. El polvo acumulado ponía de manifiesto que habían pasado meses desde que una bayeta recorrió sus bancos por última vez.

Así fue cómo se decidieron, Conchita y su amiga María, a hablar con el párroco, don Evanán, un sacerdote, que como tantos otros en estas zonas rurales, atiende veinte iglesias y capillas dispersas, muchas de ellas con más de mil años de antigüedad. 

Le contaron que en pocas semanas un grupo de un colegio haría el Camino y se habían propuesto que el plan incluyera alguna tarde dedicada a hacer algo por los demás. “Le contamos que queríamos ayudar a limpiar la iglesia, pero que tampoco queríamos interferir o sustituir a la señora de la limpieza que atendía el templo”, cuenta Conchita.

Tras un breve silencio y con toda la humildad y ternura que reflejan unos ojos cansados contestó: “Es que la señora de la limpieza soy yo”. Después de escuchar a don Evanán brotó rápidamente el nombre del proyecto que estaba naciendo: Héroes en el silencio.

De capellán en Venezuela a párroco en Galicia

Don Evanán, llegado a Galicia hace seis años procedente de Venezuela, vino a España después de estar ocho años sirviendo como Capellán en el Ordinariato Militar de Venezuela, trabajando bajo la dictadura y el régimen totalitario del país. Cuenta cómo durante los primeros días iba por las mañanas a la parroquia a rezar las Laudes “pero casi nunca podía terminar la oración porque constantemente era interrumpido por unas personas que cargaban mochilas y pedían que les pusiera el sello a una modalidad de pasaporte que llaman credencial. No entendía nada de lo que pasaba”, cuenta.

Preguntando a los vecinos descubrió las rutas del Camino que pasan por sus parroquias: “Allí es cuando comienzo a ubicar en qué parte del planeta me encuentro, lo pequeño que soy, y cómo Dios me toma como un instrumento para llegar a tantos peregrinos que le buscan, caminando tantos kilómetros para llegar a la Catedral de Santiago”.

Este sacerdote considera la ayuda de la Fundación Conchita Benárdez “parte de la providencia de Dios” y argumenta que “su apoyo es netamente a Cristo, a ese trabajo silencioso de la Iglesia, que está entre la gente y que muchas veces pasa desapercibido o al que simplemente nos hemos acostumbrados a que esté hecho por alguien”.

“Nuestros colaboradores son auténticos custodios del Camino”

Héroes en el silencio no solo reconoce la importancia del patrimonio material, sino también el esfuerzo y la dedicación espiritual de aquellos que cuidan de él sin buscar reconocimiento. Se trata de un proyecto intergeneracional que reúne a jóvenes -pertenecientes a clubes, asociaciones e instituciones educativas- y a voluntarios que colaboran desde dos talleres de ornamentos ubicados en Vigo.

Todos nuestros colaboradores son auténticos custodios del Camino, dedicándose a velar por la conservación de un legado que va más allá de lo tangible, transmitiendo con cada gesto los valores de servicio, compromiso y humildad”, explican desde la Fundación Conchita Bernárdez.

“Toda esta labor conmueve a los sacerdotes que atienden estos templos, obviamente. Y a nosotras esto nos llena de satisfacción porque…están tan solos… como ya decía San Josemaría cuando vislumbraba que Dios quería que hiciese algo por los sacerdotes, naciendo así la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Pero lo mejor es lo agradecidos que se van los peregrinos por haber podido aportar su granito de arena”, completan.

Al hilo, nunca mejor dicho, de la actividad Héroes en el Silencio nace otro proyecto: Tejiendo el Camino; que surge al descubrir que, además de la labor pastoral y la limpieza de los templos, los sacerdotes tampoco tenían ayuda para el mantenimiento, lavado, planchado y doblado de purificadores, manutergios, toallas, albas, casullas… y todos los ornamentos textiles esenciales para las celebraciones litúrgicas.

Cuando Conchita le contó esta necesidad a unas amigas de Vigo, éstas decidieron organizarse para dar este servicio a un sacerdote que se encuentra a más de 200 km de su ciudad. Se reúnen todos los lunes lideradas por Mª Jesús.

Por el tejido con el que están elaborados estos ornamentos, seda, algodón, lino, pero sobre todo por su finalidad -servir para el culto divino- debe seguirse, para su mantenimiento, unos procedimientos que ellas conocen bien. 

Todo lo que pasa por sus manos rezuma un cuidado, cariño y dedicación que no pasan desapercibidos a los sacerdotes cuando reciben estos trabajos envueltos en papel de seda y perfectamente inventariados. Muchas veces, los que usan de habitual, por la antigüedad y la humedad, ya se han vuelto inservibles. En estos casos los confeccionan ellas mismas, con telas nuevas y bordados a mano.

Marcela, de México, y su billete de 100 dólares

El Camino de Santiago ya ha adquirido una dimensión global, y recibe peregrinos de más de 140 países. También este proyecto está cruzando las fronteras españolas porque las edades de los voluntarios que participan son muy diversas, así como el abanico de procedencias: México, Colombia, Singapur, Suecia, Gran Bretaña, Holanda… siendo ya más de 20 las actuaciones realizadas por la Fundación Conchita Bernárdez.

Todo este trabajo no sería posible sin la energía y buena disposición de estos voluntarios, pero también sin tantas personas generosas como Marcela, para quien hacer el Camino de Santiago era un sueño que había planeado durante años junto a su padre. 

Justo el año que pensaban hacerlo, él falleció. Ella tenía claro que en algún momento tendría que retomar aquel sueño. Lo hizo en 2024 y caminó llevando puestos los calcetines de su padre. “Era como ir andando con él y llevar a todos en la mochila, familia y amigos, para hacer el Camino. Ese fue el motor”, reconoce.

Transformada por la ruta jacobea y conocedora de los proyectos que le fueron contando Conchita y María, antes de marcharse, y como no había tenido ocasión de gastarlo, “al llegar el inevitable momento de la despedida nos entregó, como quien no quiere la cosa, un billete de cien dólares para impulsar el nacimiento de la Fundación Conchita Bernárdez.”. Tanto les impresionó este desprendimiento desinteresado que acabaron enmarcando el billete.

También de México procede el testimonio del sacerdote Pablo Arce, capellán del IPADE Business School, que peregrinó a Compostela con un grupo de profesores de esa escuela de negocios. Arce es el autor del prólogo de El camino de Santiago y más, un texto en el que augura que la Fundación Conchita Bernárdez “cambiará el modo de hacer el Camino de Santiago”. Desde la entidad tienen muy claro el objetivo que está detrás de todas sus iniciativas: “Que no se pierda nunca lo que es la esencia del Camino de Santiago”.