«Intentamos que el trabajo trascienda un poquito»

Javier trabaja en una clínica veterinaria en una ciudad del sur de España. Su vocación cristiana en el Opus Dei le ayuda a realizar su labor profesional de la mejor manera y dándole un sentido sobrenatural, buscando prestar un servicio a los demás, a la vez que le ayuda a darse cuenta de que el trabajo no lo es todo en la vida.

San Fernando es una luminosa y poblada ciudad de casi cien mil habitantes, muy cercana a Cádiz, en la que vive Javier: “Tengo 60 años, nací en Ceuta, soy veterinario y estoy casado con Pilar desde hace ya casi 40 años. Tenemos dos hijos, Mónica y Jesús, ya mayores y trabajando ellos ya por su cuenta. En la actualidad, trabajamos Pilar y yo en una clínica veterinaria en San Fernando, tratando a los animales como lo que son: frutos de la creación del Señor y a los que tenemos que atender”.

“Intentamos que el trabajo trascienda un poquito: darle un sentido sobrenatural y procurando hacerlo con la máxima perfección. Acompañar a los clientes en el dolor e intentar que vean la trascendencia de todo lo que ocurre. Para ello nos ayudamos de algunas cosas: por ejemplo, tenemos en el pasillo la imagen de la Virgen, que siempre nos acompaña, y a ella le encomendamos a todos los que entran y salen de la consulta”.

Poner las cosas en su sitio, con equilibro

Cuando le preguntamos por la familia, nos dice lo que significa para él: “La familia es la escuela donde me enseñan a ser santo, una de las escuelas más importantes. Es la que hace que vea que el trabajo hay que dimensionarlo. Yo tengo mucha tendencia al activismo, a volcarme mucho en mi trabajo y la familia me ha enseñado que el trabajo no es todo lo que hay en la vida”.

Y, junto a la familia, la fe cristiana: “La fe me empuja a hacer el trabajo con la máxima perfección y a la vez ofreciéndolo al Señor como obra suya. Yo no tengo méritos propios. A veces cuando llegan clientes y se ha resuelto un problema gordo o una cirugía importante, te empiezan a adular, te dicen lo maravilloso que eres. Hay que intentar sobrenaturalizar esa conversación y ver que realmente es el Señor el que nos ayuda, no vanagloriarse”.

El matrimonio, Pilar y Javier, comparten el negocio: “Trabajar con mi mujer, para empezar, es una bendición. Ella es del Opus Dei mucho antes que yo, con lo cual tiene también ese afán de santificarse en el trabajo. Por eso es una maravilla: sabes que cuando le pides un consejo va a estar totalmente orientada a hacerlo bien y con perfección humana y ofrecerlo sobrenaturalmente, lo cual te da una tranquilidad tremenda”.

Un cambio de visión

“Soy de la Obra desde noviembre del 2011. Pilar es miembro del Opus Dei desde el 2004, unos años antes que yo. Al principio me resistía, no quería comprometerme: la veía muy volcada en las normas de piedad que tenía que cumplir. En aquel momento, tenía a mi hijo Jesús en el Colegio Guadalete, del Grupo Attendis, situado en El Puerto de Santa María; y empecé a asistir a algunas reuniones de padres. A partir de ahí me fui dando cuenta de que tenía una visión muy terrena del trabajo, de la vida, de los resultados, y que no era feliz”.

“Poco a poco me fueron acompañando con algunas reuniones y medios de formación y empecé a ser cooperador. A raíz de aquello, al poco tiempo, hice un curso de retiro y comenzó mi discernimiento: el Señor me hizo ver que estaba perdiendo el tiempo y que había que buscar la santidad de otra manera”.

Pilar nos comenta que “a mí me parece una suerte trabajar con mi marido, porque la vida ya lleva mucho estrés –y un trabajo en una clínica es muy estresante– y nosotros entendemos, cuando llegamos a casa, cómo está cada uno. No es como llegar a casa y que llegue tu marido enfadado y tú no entiendes el porqué. Nosotros, si estamos sonrientes o estamos tristes, estamos los dos casi casi al unísono y eso hace que entiendas mejor a la otra persona”.

Aunque trabajan juntos Javier y Pilar, cada uno ha tenido su desarrollo profesional: “A lo largo de toda nuestra vida profesional, hemos ido a montones de congresos, muchísimos de ellos comunes, otros cada uno con nuestra especialidad, pero en muchos hemos coincidido. Y es una forma de viajar, compatibilizar la profesión con la diversión y la verdad es que lo hemos pasado fenomenal durante toda nuestra vida profesional, también en esos congresos”.

En su vida, como todas las familias, han tenido momentos profesionales en los que parece que todo sale bien y otros más difíciles, que han procurado llevar juntos y unidos; nos cuenta Pilar: “en lo referente a inversiones y cambios: hemos tenido varias clínicas veterinarias, hemos tenido socios y no socios, y esas decisiones que pueden conllevar un riesgo económico y de desgaste, las hemos hecho juntos, y eso me parece muy importante para estar unidos”.

Ayuda en una pequeña parroquia de una barriada

Otra tarea con la que han buscado ayudar es su colaboración en la parroquia de El Buen Pastor, situada en Barrio Jarana: “la parroquia es pequeñita, de una barriada cerca de Puerto Real. Cuando nos mudamos aquí se nos cayeron los palos del sombrajo porque la iglesia es muy vieja, muy pobre y muy pequeña: no tenía sacerdote propio y casi estaba a punto de ser cerrada”.

Y le dijeron al párroco que no la cerrara, que le iban a ayudar a llenar la iglesia: “Yo animaba a las vecinas a venir conmigo y era un grupo pequeño, algunas vinieron sólo por un tiempo, pero las animaba para que hubiera un poco de vida en la parroquia. El párroco se está portando muy bien, con gran esfuerzo, y estamos llamando a los vecinos, hemos impulsado una catequesis, aunque haya muy poquitos niños, a mi hijo también lo hemos animado a dar catequesis. Y además, con mi cuñada que es arquitecto, hemos hecho un pequeño estudio para solucionar los graves problemas estructurales del edificio y restaurar lo que sea necesario”.