¿Cómo se os ocurrió montar esta empresa?
Manolo, mi marido, tuvo dificultades en su trabajo y tenía que ayudar como fuera. A mí siempre me ha gustado el trabajo de la casa y pensé que podía convertirlo en una profesión remunerada. Gracias a Dios –y esto lo digo con mayúsculas– nos ha ido muy bien.
¿Cómo empezasteis?
Paloma, mi socia, y yo empezamos cocinando para personas que vivían solas: hacíamos la comida de toda una semana y se la llevábamos. De ahí saltamos a una inauguración para ciento cincuenta invitados: creíamos que no lo podríamos hacer.
Actualmente preparamos el catering para muchas bodas, fiestas, eventos de empresas, acontecimientos familiares… Empezamos en casa de Paloma y ya hemos construido una nave para trabajar en buenas condiciones. Siempre recordamos el principio con cariño.
Trabajábamos muchísimas horas, pero teníamos el aliento de nuestra familia y de otras personas que nos animaban, especialmente Sabina, una numeraria mayor con un espíritu muy joven, que compartía con nosotras los “sufrimientos” de la inexperiencia.
Con este trabajo, conocerás a mucha gente…
Sí, desde luego. Mallorca es preciosa y, especialmente en verano, acude gente muy diversa. Tenemos clientes que reconocerían los lectores de “Hola”. De mi trabajo, lo que más me gusta es descubrir el lado humano de la gente. Te llevas muy buenas sorpresas. Algunas de nuestras clientas se han convertido en verdaderas amigas.
Disfruto ayudando a organizar los actos para que salgan bien, para conseguir que una persona recuerde el día de su boda como el más feliz de su vida. De vez en cuando organizamos un curso de cocina solidario: invitamos a las clientas y destinamos los fondos recogidos a una labor social que promueven personas de la Obra en India. Algunas han venido para colaborar desde Barcelona o Madrid, donde residen.
¿Cómo compaginas tu dedicación con la atención a la familia?
He tenido ocho hijos. La segunda niña se me murió con siete meses por una cardiopatía. El último, Ignacio, nació con Síndrome de Down y falleció a los diecinueve meses. Sufrimos mucho. Manolo y yo pensamos que las Navidades más felices fueron las que él estuvo con nosotros. La familia estaba muy unida e ilusionada con los avances que hacía.
Los demás hijos son ya mayores y me comprenden muy bien. Por ejemplo, saben que el día de la Inmaculada es muy importante para mí, porque un 8 de diciembre pedí la Admisión en el Opus Dei, hace ya treinta años. Ese día mis hijos, mis yernos y mis nietos van a la Misa de la Novena a la Virgen que se celebra en Palma para celebrarlo conmigo.
En medio de tantas ocupaciones ¿Puedes rezar?
La verdad es que madrugo bastante: empiezo el día pronto, haciendo un rato de oración. En verano hay tanto trabajo que Paloma y yo vamos al Centro del Opus Dei a las 7,30 de la mañana una vez por semana, asistimos allí a Misa y después recibimos una clase de formación, porque es el modo de no perdérnosla.
Durante el invierno, el ritmo es más llevadero: procuro ir a Misa por la mañana, aprovecho trayectos para ir rezando el Rosario, y mientras trabajo, continuamente pido a Dios que me ayude.
Os habrá pasado de todo….
Hace unos años, por un malentendido, no había llegado el postre de una boda poco tiempo antes de que empezara el banquete… Paloma cogió el coche y se fue por todas las pastelerías abiertas intentando comprar pasteles, pero, eran muchos invitados… Yo no sabía qué hacer, buscando al pastelero que tenía que habernos servido y que no aparecía por ningún sitio…. Noté la protección de San Josemaría. Se me ocurrió ir a la oficina y, al salir, me lo encontré en la puerta, buscándonos, porque no sabía dónde era la boda. Cuando llegamos ya estaban en el primer plato…
Otra vez unos novios se empeñaron en celebrar el banquete en el exterior y anunciaban lluvias. Me pasé el banquete rezando para que aguantara y, justo después del postre, empezó a llover.