«En las zonas de conflicto hay sed de Dios»

José de la Pisa Pérez de los Cobos (Valladolid, 10 de mayo de 1971) es uno de los 29 nuevos sacerdotes del Opus Dei, que recibieron la ordenación sacerdotal el 27 de mayo en Roma. Ha servido en la Armada durante 25 años y es Teniente coronel de la infantería de Marina. En 2017 dejó la Armada para prepararse al sacerdocio y ha defendido la tesis doctoral sobre “Virtudes humanas y ética militar. Las virtudes morales sustento del comportamiento ético del militar”.

José con todo el equipo, en el sur del Líbano en 2008

José es el sexto de 8 hermanos, con una tradición familiar de tres generaciones vinculadas al Ejército de Tierra, su abuelo y su padre fueron oficiales de artillería y su hermano Pedro es ahora general de caballería. Él se decantó por la Armada e ingresó en la Infantería de Marina.


Entrevista en El Norte de Castilla El vallisoletano que ha cambiado las fuerzas especiales del Ejército por el sacerdocio


Roma, un regalo

Con 53 años, piensa que los cuatro años de estudio en Roma, junto al Papa, “han sido un regalo”. “He visto -resume- la reacción de Francisco ante cualquiera que sufre, que le cuenta una pena, que tiene un problema: he visto cómo se volcaba del todo y en exclusiva con esa persona”.

Los cinco años en la Escuela Naval, los seis meses a bordo del Juan Sebastián de Elcano, la estancia en la Escuela de Buceo de la Armada, fueron la preparación para una intensa vida profesional.

¿Puede destacar algunas misiones?

He tenido la suerte y diría que el privilegio, de desplegar al mando de equipos de operaciones especiales de la Armada varias veces; en especial en la zona de Oriente Medio, y en el Líbano.También en África, en las costas de Somalia, en misiones de lucha contra la piratería.

Planeando una patrulla con un oficial singapurense en mayo de 2009 en la zona de Kafer keela, en el sur del Líbano

El daño de las guerras

¿Cabe endurecerse ante el sufrimiento?

En esas misiones puedes comprobar de primera mano el daño que producen las guerras y el drama de los desplazados y de aquellos que lo han perdido todo. Eran especialmente dolorosas las condiciones de vida de los refugiados sirios en el sur del Líbano, los encontrabas por todas partes en condiciones de vida terribles y sin acceso a lo más básico.

¿Pueden llegar al contacto personal?

Entrar en las zonas de refugiados es un gran impacto e intentamos aliviar sus necesidades. Cuando hablas con ellos, cuando te muestran sus cabañas y chabolas o te ofrecen lo que tienen, te das cuenta de que, de verdad, todos somos iguales, tenemos las mismas ilusiones, necesidades y miedos, y que un poco de humanidad y cariño resuelve muchos problemas. Una de las cosas que más me ha llamado la atención es comprobar cómo la idea de misericordia y de dignidad de la persona desaparecen fuera del ámbito cristiano.

Cuando dejó la Armada, en 2017, le habían asignado el mando de uno de los batallones de la Guardia Real, la unidad encargada de dar protección y honores militares al Rey. ¿Qué echa de menos en su profesión?

Todo… y nada a la vez porque, aunque no estoy en activo, no he perdido el contacto con mis compañeros. De hecho, ahora me buscan para pedir consejo espiritual desde la confianza. A mí me resulta muy enriquecedor y, a la vez, me permite seguir en contacto con la profesión y la carrera militar.

Y sobre mi renuncia al batallón de la Guardia Real, escribí a SM el Rey explicando los motivos, diciéndole que renunciaba al mando para servir a España de otra manera, y que en ese sentido tendríamos ahora un jefe común, por lo que esperaba que no le pareciera una mala decisión, y porque además, no le sería difícil encontrar otro candidato al puesto.

Después de un ejercicio de adiestramiento en la cubierta del barco desplegado en abril de 2009 en el océano Índico

Costaleros en Sevilla

¿Cómo fue su año de formación en EE.UU.?

Tuve la suerte de estudiar un año (2010) en los Estados Unidos, en la Universidad del US Marine Corps, en Quantico, Virginia. Allí coincidí con otros 200 militares estadounidenses y con otros 25 extranjeros. Enseguida montamos un grupo social que parecía un chiste: un español, un taiwanés, un tanzano, un afgano y un malayo. Fuimos forjando una buena amistad…y surgieron las preguntas. Sobre la Santísima Trinidad, o el papel de la Virgen…y así muchas y muy variadas, que luego ellos reinterpretaban según sus creencias musulmanas y sintoístas, lo que me enriqueció mucho a mí. Con estudiantes de los países de la OTAN hicimos también un grupo y hemos seguido en contacto.

Con buena parte de la familia después de la ordenación sacerdotal

Con el que más amistad forjé fue con Brian, taiwanés, que años más tarde vino una semana en Cuaresma a visitarme. Fuimos a Sevilla y nos encontramos con un grupo de costaleros entrenando… fue todo un reto explicárselo, así que acabamos en la Macarena y luego en la Catedral para tratar de que lo entendiera. Algunos años después, en 2021, Brian se bautizó. Me gusta pensar que su visita a la Macarena tuvo mucho que ver.

¿Y reacciones de amigos y colegas a su ordenación?

He encontrado todo tipo de personas, muchos practicantes, la mayoría creyentes, pero también algunos sin creencias o ni siquiera bautizados. En este ambiente, ser numerario del Opus Dei provoca muchísimas preguntas y si además trabajas en un ambiente tan estrecho como el de un equipo de operaciones especiales, las preguntas van en seguida al fondo, sin rodeos. Hay muchas historias preciosas gracias a Dios, como la de un teniente muy amigo que, ahora que me he ordenado, dice que está dispuesto a que yo le bautice.

Con Conchi, la señora que nos cuidaba de pequeños en Sardón de Duero (Valladolid)

Ayudar a llegar a Dios

¿Se parecen la vida militar y la sacerdotal?

Me planteo mi servicio sacerdotal del mismo modo que me planteaba mi servicio en las Fuerzas Armadas. Me ayudan mucho los escritos de san Josemaría: quiero ayudar a los demás, servir en aquello que sea importante. Pienso que esto sirve para ambos cometidos, si bien en el sacerdotal ya no necesito buscarme “adversarios” ahora estoy abierto a todos y puedo dedicarme a las necesidades más importantes de las personas, ayudar a llegar a Dios.

Estamos viviendo un Año de la oración convocado por el Papa en preparación del Jubileo. Hábleme de sus años romanos.

Mis años en Roma junto al Papa han sido un regalo. A los seminaristas de Roma nos hablaba claro y fuerte sobre la necesidad de los sacramentos, de la oración y de cultivar la amistad con Dios. De ser sinceros, de tener dirección espiritual y de no ser dependientes de las redes sociales. Eran mensajes llenos de esperanza, de realismo, que ayudaban y que manifestaban el amor de Francisco por todos nosotros.

Primera misa. Los sacerdotes concelebrantes son Gabriel de Castro y José Brage.

Esta cercanía también te permite darte cuenta del ritmo de vida del Santo Padre y de la ingente tarea que lleva a cabo y de cómo se entrega a ella con una generosidad que remueve.

De esta etapa romana me llevo también la cercanía del prelado del Opus Dei, monseñor Fernando Ocáriz. Hablando con él antes de la ordenación le pedí consejo para ser amable y tener buen carácter. Me hizo ver que los demás esperan que sea sacerdote cien por cien, que hable de Cristo, como destacaba san Josemaría. Y que mis opiniones pasan a un segundo plano. Me animó a escuchar primero y luego a hablar, a contar cosas, a interesarme por los demás sin polémicas, a unir con la ayuda de Dios.

Con su madre, dos hermanas de su madre y varios de sus hermanos y cuñados después de la ordenación, dando un paseo por Roma

La sed de Dios

Ha tratado con personas de varias religiones y creencias, cuál puede ser el distintivo del sacerdote? ¿Qué perfil se necesita hoy?

Nos ordenamos sacerdotes para llevar a Cristo a todas las almas, a todas, no solo a los católicos. A partir de las carencias personales, puedes ver gente sedienta de Dios. Esto se observa bien en las zonas de conflicto. Las veces que he desplegado es cuando he tenido conversaciones más profundas sobre Dios con mis hombres, sobre la fe, la misericordia y el sentido del dolor o la existencia del mal. También he encontrado esa sed entre los que han sufrido las consecuencia:, en los refugiados, en la población civil y entre los combatientes de ambos bandos.

Junto a las propias debilidades, si uno trata de servir a los demás, de tratar de hacerse cargo de sus necesidades, las personas lo notan enseguida y muestran interés y curiosidad por ese modo de comportarse. Entonces cabe explicar el motivo de amor de Dios que hay detrás.

Recuerdo que san Josemaría pedía la ayuda de Dios para ser santo y padre, maestro y guía de santos. ¿Qué le sugiere este deseo de su Fundador?

Esa es la misión del sacerdote, primero cuidar su propia vida interior, su piedad y su trato con Jesucristo. Y después, poder hacer sus veces, llevar a los demás la misericordia, la ternura y el amor de Dios. Cada uno, cada una, ha sido elegido por Dios para ser santo, y es una maravillosa misión recordárselo a todos; esta misión es de todos los bautizados, pero el sacerdote da acceso a los sacramentos, lo que -a pesar de su debilidad- le permite acompañar y cuidar como lo haría Cristo.

En su ordenación participó un buen grupo de su familia, entre ellos dos sacerdotes jesuitas, con los que pudo concelebrar la misa.

Sí, fue una alegría compartir ese momento con dos de mis primos. Ambos son jesuitas, Diego, que vive en Roma y da clases en la Gregoriana, es experto en doctrina social de la Iglesia, y Alfonso, que ahora trabaja en Madrid, ha vivido en las favelas de Río de Janeiro y en algunos de los lugares más pobres y peligrosos del mundo; sus historias y testimonios me dan la visión “desde dentro” de los refugiados y de los más necesitados. Estos años he agradecido mucho su ejemplo y sus consejos sobre el sacerdocio.