Como mencionó uno de los asistentes al evento, Carlos Soria tiene un don para contar historias. Y así lo ha demostrado. Numerosas personas se dieron cita en el Aula 5 de la Facultad de Comunicación para escucharle. Le acompañaban en la mesa la periodista Nagore Gil y el catedrático Pablo Pérez López, quienes le formularon cuestiones sobre el contenido de su nuevo libro. Las intervenciones de los conductores del acto dieron pie a un intercambio de preguntas y respuestas con mucho gracejo y sentido del humor, que el público agradeció.
El autor apuntó que el alma de la Universidad es su fundador y que está convencido de que san Josemaría estará siempre presente: “Él puso en este proyecto su ilusión y su gran amor, no nos va a abandonar nunca a todos los que la hacemos posible”. Explicó que, aunque la Universidad haya iniciado su actividad académica en octubre de 1952, llevaba fundada muchos años antes en el corazón del santo. También compartió un recuerdo de 1967 cuando, un joven y recién llegado a Pamplona, organizó el protocolo del acto de investidura de doctores Honoris Causa. Aún se emociona, y emocionó a los presentes, recordando las palabras que le dijo san Josemaría cuando se fundieron en un abrazo en el salón del rectorado, donde le consoló por la muerte de su madre.

El libro recoge desde finales de 1937, la primera vez que san Josemaría vino a Navarra, hasta 1974, un año antes de su fallecimiento. En total, el primer Gran Canciller estuvo 35 veces en la Comunidad Foral: “El tiempo transcurrido me ha permitido apreciar mejor la grandeza de su figura y el valor de la documentación inédita que he podido manejar”, expuso el profesor.
Habló también sobre el espíritu del santo: “Tenemos como fundador a un universitario que acogió con enorme pasión todo lo que eso conllevaba”. Dentro de esa esencia, se encontraba un profundo respeto por la libertad, también hacia aquellos que no pensaban como él. Cuando una persona del público le preguntó qué actitud tomaba San Josemaría ante las personas que no eran católicas o que no entendían la Obra, el autor apuntó: “La idea que tiene de la amistad y comprensión es muy clara. Él insiste que debe haber un gran respeto por la libertad y que todos deben sentirse felices, respetados y queridos en el campus”. Añadió que era un defensor acérrimo de la libertad de los hijos de Dios y que es perfectamente compatible no coincidir con las ideas de la Universidad y quererla igualmente.

Sobre el campus, el escritor aseguró “que tiene un algo” que hace que cualquier persona que lo pise, quiera quedarse, al ver con sorpresa la diversidad de gente que compone la Universidad: “Esto atrae a cualquiera inmediatamente”.
Por último, Carlos Soria remarcó que el Gran Canciller no dió ninguna indicación para la construcción de los edificios. Sin embargo, de los 27 que hay en la Universidad, existe uno en el que participó activamente en su diseño y ubicación. Se trata de la ermita dedicada a la Virgen María, en su advocación "Madre del Amor Hermoso".

Las instrucciones detallaban cómo debía estar colocada, si podía tocarse, su iluminación, seguridad, el texto que la acompañaría e, incluso, el orden de los libros sobre los que pisa su Hijo Jesús. Se trataba de un regalo que quiso hacer a la Universidad. Buscaba que los profesionales y los estudiantes tuvieran un sitio donde pudieran rezar, con la certeza de que recibirán ayuda y protección: “Creo que la ermita es una especie de síntesis arquitectónica y figurativa de cuáles son las ideas configuradoras de la propia Universidad”.