Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
El próximo 2 de octubre celebraremos un nuevo aniversario de la fundación del Opus Dei. Día de especial acción de gracias y –ese será también nuestro deseo– ocasión de un renovado propósito de sacar la Obra adelante para servir mejor a Dios, a la Iglesia y a la sociedad.
Muchas veces, san Josemaría explicaba que toda la labor del Opus Dei se resume en dar formación. Una formación que «no se refiere solamente a una parte de la persona, sino a todo su ser: ha de llegar por igual al entendimiento, al corazón y a la voluntad» (Carta 15, n. 91). Por este motivo, se trata de una formación humana, espiritual, doctrinal religiosa, profesional y apostólica.
También la próxima fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, a cuya intercesión encomendamos todo ese trabajo de formación, nos puede ayudar a considerar de nuevo la finalidad última de esa labor formativa: la identificación con Jesucristo.
Los diversos medios de formación –clases, meditaciones, conversaciones personales, etc.– están sostenidos por lo que más directamente nos puede ir identificando con el Señor: los sacramentos –especialmente la Eucaristía y la Penitencia– y la oración, alimentada sobre todo por el Evangelio.
Es posible que, con el paso del tiempo, los medios de formación no nos digan nada sustancialmente nuevo, aunque sirvan para conservar ese contenido vivo en nuestro corazón. Por esto, es muy importante mantener una actitud de escucha activa: confrontar, en cada medio de formación, lo que volvemos a oír con la realidad de nuestra vida en el hoy, fomentando «la ilusión de la primera vez», como nos sugería nuestro Padre. A la vez, como es lógico, quienes imparten esos medios procurarán esforzarse por trasmitir cada vez mejor la belleza de la vida junto a Cristo, teniendo en cuenta las personas y sus circunstancias.
En la medida en que la formación tienda más efectivamente a una progresiva identificación personal con Jesucristo, nos llevará también a un creciente sentir como propias las alegrías y las penas de todo el mundo. Como escribe san Pablo: «Todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios» (1Co 3,22-23).
Sigamos rezando por el trabajo de revisión de los Estatutos, cuya fase final –como ya os comuniqué– está en manos de la Santa Sede.
Con todo cariño os bendice
vuestro Padre

Roma, 20 de septiembre de 2025

