En 2012, varios profesores y miembros del personal no docente de la Universidad de Strathmore se dieron cuenta de que, aunque querían ayudar y tener un impacto más profundo en el mundo que los rodeaba, no sabían por dónde empezar, ni a nivel personal ni institucional. De esa inquietud surgieron nuevas preguntas: “¿Cuál es nuestro punto de fuerza? ¿Qué sabemos hacer bien? ¿Cómo podemos poner nuestras capacidades al servicio de la gente en nuestro entorno inmediato?”.
Algunas respuestas fueron inmediatas: como universidad, era evidente que su fuerte era la educación. Otras llegaron después de algún tiempo de búsqueda. Por ejemplo, la inspiración para transformar y elevar a otros a través de la educación vino de una historia publicada en internet sobre una iniciativa promovida al otro lado del mundo: «Centros de excelencia Midtown-Metro» (Midtown-Metro Achievement Centers).
Midtown-Metro, entonces con casi 50 años de trayectoria, había nacido en 1965 gracias a algunos fieles y cooperadores del Opus Dei en Chicago (Estados Unidos) que querían ayudar a chicos en riesgo de barrios urbanos problemáticos. Midtown comenzó como un programa de verano de deportes y formación para doce jóvenes, que luego se expandió con un proyecto paralelo para chicas (Metro). Con el tiempo creció hasta convertirse en un programa extraescolar y de vacaciones que atiende cada año a más de mil chicos y chicas.
El nacimiento de Macheo
Aquel pequeño grupo de Strathmore dio entonces inicio a lo que se conocería como «Macheo», un programa de fin de semana y vacaciones dirigido a estudiantes de secundaria de tres asentamientos informales cercanos a la universidad. El enfoque es académico: los estudiantes acuden a Strathmore los sábados y durante las vacaciones escolares para recibir clases de refuerzo en matemáticas y lenguas, formación en habilidades prácticas para la vida y acompañamiento personal de parte de profesores y alumnos universitarios.
«Algunos jóvenes nunca habían tenido a alguien que estuviera ahí para ellos de manera constante».
Conversamos con Michael, que lleva más de 10 años trabajando en Macheo, y nos comparte historias de alumnos que, a pesar de provenir de entornos muy difíciles, lograron romper con malas influencias, aprobar sus exámenes nacionales de secundaria e ingresar en instituciones de educación superior, y que actualmente tienen trabajos estables con los que ayudan a motivar a sus hermanos y amigos.
Por supuesto, nos dijo, no todos los casos parecen historias de éxito. Pero los de aquellos que florecen humanamente gracias a Macheo hacen que todo el esfuerzo valga la pena. La clave está en la constancia: dedicar tiempo, acompañar, animar a los estudiantes. Muchos nunca habían tenido a alguien que estuviera a su lado de manera estable, que los reconociera y se comprometiera con su desarrollo.
En sus 13 años de vida, Macheo ha recibido algunos premios internacionales, pero Michael asegura que los verdaderos “galardones” son las personas transformadas por el programa, que hoy hacen el bien en sus propios ámbitos y comunidades.

De Macheo a Mawio… y de Mawio a Sulwe
Macheo ha inspirado otros proyectos en distintos lugares y para diferentes grupos. En 2024, Strathmore School puso en marcha «Mawio» (“amanecer” en suajili, sinónimo de macheo) para estudiantes de contextos vulnerables en Westlands, su subcondado. Este programa de los sábados, dirigido a escolares más jóvenes, busca mejorar su rendimiento académico y crear una red de apoyo también para sus familias.
Y en 2025, Regis Runda Academy, a 15 km al noreste de Strathmore School, comenzó «Sulwe» (“estrellas” en dholuo). Allí, un pequeño grupo de profesores de Regis se planteó las mismas preguntas que los de Strathmore y descubrió que su ubicación ofrecía la respuesta.
«El colegio está estratégicamente situado junto al asentamiento de Githogoro», nos explica Clifford Oluoch, director de Regis, «con casi 15 escuelas a las que llegar y varias instituciones privadas e internacionales que tienen mucho potencial para aportar». Así, decidieron tender puentes entre los colegios privados y los de los asentamientos.
Una vez que el programa arrancó, todos se sumaron. «Todos quieren ayudar», dice Clifford, «pero no saben cómo empezar. Los profesores en Regis se emocionan al ver que algo se está haciendo… Y los padres sienten que la escuela puede hacer aún más».
La favorable acogida de la comunidad ha permitido que el programa sea totalmente gratuito: profesores y alumnos se ofrecen como voluntarios, y la alimentación y el transporte están completamente cubiertos.
Crecer dando
Algunas de sus mejores experiencias, comenta Clifford, han sido las visitas a casa de alumnos de Regis, donde ha visto la gratitud de los padres cuyos hijos participan como voluntarios en Sulwe.
Michael coincide. Además de los profesores y tutores, Macheo cuenta con estudiantes universitarios que ofrecen su tiempo para dar clases y acompañar a los jóvenes. «Es impresionante —dice— ver cómo el programa despierta en ellos una conciencia nueva y un sentido de responsabilidad: se dan cuenta de que, con 20 o 21 años, ya tienen algo valioso que ofrecer al mundo, y más en concreto a otras personas próximas».

